Vivimos en una España de burócratas, de funcionarios, no en una España emprendedora.
En España ya hay más funcionarios que autónomos, una situación que refleja la deriva de un país cada vez más burocratizado y menos emprendedor. Según los últimos datos oficiales, existen 350.000 funcionarios más que autónomos, y mientras la cifra de emprendedores se estanca o desciende, la de empleados públicos aumenta sin freno desde que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa.
Este fenómeno explica buena parte de los males económicos de España. El exceso de burocracia y la hipertrofia del Estado autonómico sofocan la productividad, la competitividad y el dinamismo empresarial. Frente a un autónomo que depende de su esfuerzo diario para sobrevivir, el funcionario trabaja en un sistema blindado por los impuestos de los demás.
El auge del funcionariado bajo el Sanchismo
Desde junio de 2018, cuando Pedro Sánchez accedió al poder, la cifra de funcionarios no ha dejado de crecer.
Mientras los autónomos sufren impuestos abusivos, trabas regulatorias y cotizaciones desproporcionadas, el Gobierno celebra que cada vez haya más asalariados públicos. Y lo hace sin entender que la riqueza no la produce la burocracia, sino el esfuerzo del emprendedor, del autónomo, del pequeño empresario que arriesga su dinero y su tiempo para crear empleo real.
En España tenemos más burócratas que emprendedores, una losa que impide el crecimiento económico y condena al país a la dependencia del gasto público.
Funcionarios: trabajadores necesarios, pero atrapados en un sistema improductivo
Nadie puede negar que muchos funcionarios trabajan duro. En especial en sectores vitales como por ejemplo, la sanidad o la educación, donde el esfuerzo personal marca la diferencia. Sin embargo, el problema radica en el sistema creado por el Estado autonómico y la burocracia creciente: No existe miedo al despido; No hay presión de mercado que incentive la productividad; El trabajo se limita a “cumplir” sin necesidad de destacar.
La diferencia con un autónomo es abismal. El profesional independiente vive bajo la presión constante de ingresar o no cobrar. Nunca se da de baja porque su vida depende de su negocio. El autónomo se hace su propia nómina, asume riesgos y garantiza su supervivencia a base de trabajo y sacrificio.
Por el contrario, muchos empleados públicos se refugian en un sistema donde la mediocridad se tolera y donde lo único importante es cumplir el horario y marcharse a casa.
Un país de burócratas frente a un país de emprendedores
España ha elegido el camino equivocado. En lugar de incentivar a los autónomos, facilitar la creación de empresas y reducir la carga fiscal, los sucesivos gobiernos del régimen bipartidista—y en especial el actual— han preferido engordar el sector público.
Hoy tenemos más burócratas que profesionales, más empleados públicos que emprendedores. Y así nos va:
Un país que abandona a sus autónomos y premia la burocracia no tiene futuro. Lo que se necesita es un modelo donde se valore al emprendedor, al microempresario, al profesional independiente que genera riqueza real.
Porque sin autónomos no hay empresas, y sin empresas no hay empleo.
El espejismo del Estado del bienestar
Los defensores del sistema actual argumentan que el incremento de funcionarios fortalece el llamado “Estado del bienestar”. Pero esta es una mentira repetida hasta la saciedad. El Estado del bienestar no se sostiene con más funcionarios, sino con más economía productiva que lo financie.
El dinero que paga las nóminas públicas no aparece por arte de magia. Sale de los impuestos confiscatorios que soportan los autónomos y las empresas. Cada subida del número de funcionarios implica más presión fiscal sobre quienes generan riqueza. Y cuando los autónomos cierran, la base impositiva se reduce, lo que obliga a subir aún más los impuestos al resto.
Es un círculo vicioso que solo conduce a la ruina económica.
O recuperamos a los autónomos o España se hunde
Hoy en España hay más funcionarios que autónomos, y esa es la radiografía de un país enfermo de burocracia. Mientras los políticos se reparten cargos y crean empleo público artificial, los autónomos se hunden bajo impuestos y regulaciones que los ahogan.
Un país con más burócratas que emprendedores está condenado al estancamiento. Necesitamos un cambio radical que devuelva protagonismo a quienes generan riqueza real.
La única salida pasa por defender al autónomo, reducir el peso del Estado y acabar con el clientelismo burocrático. Solo así España podrá recuperar el dinamismo, la competitividad y la prosperidad que necesita.
La realidad es clara: si seguimos teniendo más funcionarios que autónomos, el futuro de España estará hipotecado.