El precio de un chapuzón: Los peligros ocultos de ríos, pantanos y pozas | Albert Mesa Rey

El sol abrasador del verano invita a buscar refugio en el frescor de un río, una poza cristalina o el apacible espejo de un pantano. Pero bajo esa superficie aparentemente tranquila, se esconden riesgos mortales que cada año cobran vidas. Ahogamientos, corrientes traicioneras, resbalones fatales y hasta enfermedades silenciosas acechan a quienes subestiman el poder del agua.

En España, según datos de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo, en 2022 se registraron 260 ahogamientos mortales en espacios acuáticos naturales. Muchos de ellos, en lugares sin vigilancia ni medidas de seguridad. Este reportaje no busca disuadirte del disfrute, sino alertarte: el agua no perdona errores.

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La trampa de los pantanos: Cuando el agua quieta es más mortal de lo que parece

Los pantanos y embalses, con su superficie lisa y aparentemente dócil, engañan. Parecen el lugar perfecto para un baño tranquilo, un paseo en kayak o un picnic junto al agua. Pero bajo esa calma se esconden peligros que han convertido estos lugares en escenarios de tragedias silenciosas.

Profundidades traicioneras. A diferencia de las piscinas o playas, donde el fondo suele ser predecible, los pantanos tienen desniveles brutales. Un paso en falso puede llevar de un metro de profundidad a un abismo de diez en cuestión de segundos. «He visto a gente caminar confiada y desaparecer de repente, como si se los tragara la tierra», relata un socorrista del Embalse de Iznájar.

Corrientes invisibles. Las compuertas, tuberías de desagüe o incluso el simple movimiento del agua generan corrientes submarinas capaces de arrastrar a un adulto. «No hay que oírlas para que existan«, advierte un técnico de Protección Civil. «Basta con que alguien abra una válvula kilómetros arriba para que el agua empiece a moverse como un tren de mercancías«.

Frío que paraliza. El agua de los pantanos, especialmente en capas profundas, puede estar helada incluso en pleno agosto. La hipotermia actúa rápido: primero vienen los temblores, luego la pérdida de coordinación y, finalmente, la incapacidad de mantenerse a flote. «Muchos ahogamientos ocurren porque la víctima simplemente dejó de poder mover los brazos«, explica un médico de emergencias.

Restos sumergidos: Las trampas olvidadas. Árboles cortados, antiguas estructuras de hormigón, cables de obras abandonadas… Los pantanos esconden auténticos cementerios de obstáculos bajo el agua. «Un bañista en Murcia murió el año pasado al enredarse el pie en una red de pesca olvidada«, cuenta un guardia civil. «Nadie la vio hasta que fue demasiado tarde«.

La falacia de la «orilla segura». Muchos accidentes ocurren precisamente donde la gente se siente más segura: en la zona de entrada y salida del agua. Las piedras resbaladizas, el barro que actúa como arenas movedizas y los cambios bruscos de pendiente convierten estos lugares en zonas de riesgo. «La mayoría de las fracturas que atendemos son de personas que simplemente resbalaron al meterse o salir«, comenta una enfermera de un pueblo ribereño.

El engaño de la visibilidad. El agua turbia de muchos pantanos crea una ilusión óptica mortal. «La gente jura que ve el fondo cuando en realidad está mirando un espejismo«, explica un buceador de rescate. Esto lleva a saltos mal calculados: «Cada verano atendemos traumatismos craneales de quienes creyeron que había más profundidad de la real«.

La paradoja es cruel: los pantanos parecen los espacios acuáticos más domesticados, pero en realidad son de los más impredecibles. Como resume un viejo pescador del Ebro:

La próxima vez que te tientes por esa agua quieta, recuerda: su calma no es una invitación, sino un desafío. ¿Estás realmente preparado para aceptarlo?

Ríos que juegan al engaño: La falsa inocencia de las aguas que fluyen

Los ríos son los grandes tramposos de la naturaleza. Con su murmullo seductor y sus remansos cristalinos, invitan al baño como si fueran piscinas naturales. Pero bajo esa máscara de tranquilidad, esconden una personalidad cambiante que cada verano cobra vidas desprevenidas. Estos son sus peligros más traicioneros:

Corrientes que no perdonan. Un río nunca duerme. Aunque su superficie parezca tranquila, bajo ella se esconden remolinos y corrientes laterales capaces de arrastrar incluso a nadadores expertos. «El agua que parece estancada suele ser la más peligrosa«, advierte un guía de rafting con décadas de experiencia. «Son zonas de retorno que te atrapan como una aspiradora, especialmente cerca de cascadas o cambios de desnivel«.

Fondos que desaparecen. Las pozas de los ríos son trampas de profundidad engañosa. Lo que hoy es un vado de medio metro, mañana puede ser un hoyo de tres metros tras una noche de lluvias aguas arriba. «Muchos ahogamientos ocurren cuando la gente, confiada, intenta cruzar caminando y de repente pisa el vacío«, explica un bombero de rescate fluvial.

Rocas que traicionan. Las piedras del lecho del río, cubiertas de algas invisibles, se convierten en auténticas pistas de patinaje. «Atendemos más fracturas por resbalones al entrar o salir del agua que por saltos mal calculados«, comenta un médico de urgencias. Y las rocas no solo son traicioneras al pisarlas: las corrientes pueden estrellar a los bañistas contra ellas con fuerza brutal.

Rápidos inesperados. Un río puede transformarse en cuestión de minutos. «He visto el Noguera Pallaresa pasar de ser un charco a un torrente con olas de metro y medio en menos de una hora«, relata un socorrista de los Pirineos. El culpable: una tormenta a kilómetros de distancia que el bañista ni siquiera ve venir.

Resacas subacuáticas. Algunas pozas forman sistemas circulares donde el agua entra por un lado y sale por otro, creando un efecto lavadora. «Son trampas perfectas«, describe un instructor de rescate. «La víctima nada hacia la orilla, pero la corriente la devuelve al centro una y otra vez hasta el agotamiento«.

Contaminación invisible. Las aguas que parecen más cristalinas pueden esconder bacterias como la Leptospira (transmitida por orina de roedores) o residuos agrícolas. «El verano pasado tuvimos un caso grave de meningitis por amebas en un niño que buceó en un río aparentemente limpio«, alerta un infectólogo.

Vegetación asesina. Las plantas acuáticas como los nenúfares o algas filamentosas forman redes que pueden envolver piernas y brazos. «En el Miño, un joven murió atrapado por los tallos de elodea mientras buceaba«, recuerda un guardia civil. «Cuanto más se movía, más se enredaba«.

Los ríos son maestros del engaño: te seducen con su frescor en un día de calor, te hacen creer que los controlas, y justo cuando bajas la guardia, muestran su verdadera naturaleza. Como dice un viejo refrán de los pescadores: 

La próxima vez que te tienten sus aguas, recuerda: ese remanso tranquilo no es una piscina, sino un ser vivo que respira, cambia y, a veces, ataca. ¿Merece la pena subestimar su fuerza?

Pozas: belleza que mata – Cuando el paraíso se convierte en trampa

Las pozas naturales son los escenarios más fotogénicos -y engañosos- de nuestros ríos y montañas. Esas piscinas de aguas esmeralda rodeadas de cascadas parecen sacadas de un cuento, pero esconden peligros que transforman el edén en pesadilla en cuestión de segundos. Estos son los riesgos que nunca aparecen en las fotos de Instagram:

Saltos al vacío. Cada verano, decenas de jóvenes sufren traumatismos graves al lanzarse desde rocas. «Parece profundo hasta que saltas y descubres que había medio metro menos de lo calculado«, explica un médico de urgencias que atendió tres paraplejias en un solo verano en pozas del Jerte. Las variaciones estacionales del nivel del agua convierten en ruleta rusa lo que parece un salto seguro.

Cárceles de piedra. Muchas pozas tienen cuevas submarinas y pasadizos que atraen a buceadores imprudentes. «El año pasado rescatamos a un turista alemán atrapado en una cavidad del Cañón del Río Lobos«, relata un especialista en rescate en barrancos. «Quedó encajado boca abajo tras intentar nadar por un túnel que parecía más ancho de lo que era«.

Corrientes circulares. Las pozas con cascada suelen tener flujos de retorno que crean un efecto lavadora. «Te mantienen dando vueltas en el fondo, aunque seas buen nadador«, advierte un instructor de espeleobuceo. En 2022, dos hermanas murieron en una poza de Picos de Europa atrapadas en este fenómeno.

Frío asesino. Las pozas de montaña mantienen temperaturas glaciales incluso en pleno agosto. «La hipotermia en aguas bajo 15°C puede matar en menos de 10 minutos«, alerta un médico de GREIM. El shock térmico provoca primero hiperventilación incontrolable, luego pérdida de coordinación y finalmente paro cardíaco.

Rocas resbaladizas. El musgo que cubre las piedras cerca de cascadas actúa como jabón. «El 80% de nuestros rescates son por caídas al entrar o salir del agua«, comenta un bombero de Lérida. Las fracturas de cráneo por resbalones son especialmente frecuentes en pozas de cuarcita.

Inundaciones exprés. Una tormenta a kilómetros de distancia puede convertir una poza tranquila en una trampa mortal en minutos. «En el Chorro de la Ventera (Cuenca), siete excursionistas murieron arrastrados por una riada repentina mientras tomaban el sol en rocas que minutos antes estaban secas«, recuerda un agente forestal.

Contaminación oculta. Las pozas estancadas pueden albergar desde bacterias como la Naegleria fowleri (ameba come-cerebros) hasta restos de pesticidas agrícolas. «Hemos tenido casos de meningitis amebiana y hepatitis A por baños en pozas aparentemente limpias«, advierte un epidemiólogo.

La paradoja mortal: cuanto más hermosa parece una poza, más peligros suele esconder. Como resume un veterano rescatador:

La próxima vez que te tiente una de estas piscinas naturales, recuerda: la naturaleza no diseña toboganes acuáticos. Ese rincón idílico que has descubierto podría ser, literalmente, la última foto de tu vida. ¿Realmente merece la pena el riesgo por un like o un momento de frescor?

Conclusión: El agua como aliada, nunca como enemiga

El verano, con su calor abrasador, seguirá invitándonos a buscar refugio en ríos, pozas y pantanos. Estos espacios pueden ser escenarios de aventuras inolvidables, de risas compartidas y de conexión con la naturaleza. Pero su magia solo perdura cuando reconocemos sus reglas:

La clave no está en el miedo, sino en el respeto. Respeto que se traduce en acciones concretas: elegir zonas vigiladas, evitar riesgos innecesarios, aprender técnicas básicas de flotación y, sobre todo, escuchar a quienes conocen estos lugares. Como decía un viejo socorrista del Pirineo: 

Este verano, cuando sientas el llamado del agua, responde con precaución y conciencia. Porque la mejor manera de honrar la belleza de nuestros espacios acuáticos es disfrutarlos con inteligencia, para que cada chapuzón no sea el último, sino el principio de muchos más. El peligro existe, pero la tragedia es evitable. La decisión, como siempre, está en tus manos.

Que tu recuerdo más intenso del verano no sea un susto, sino el placer de haber vivido una aventura que, gracias a la prudencia, podrás contar.

 

Albert Mesa Rey
es de formación Diplomado en Enfermería y Diplomado Executive por C1b3rwall Academy en 2022 y en 2023. Soldado Enfermero de 1ª (rvh) del Grupo de Regulares de Ceuta Nº 54, Colaborador de la Red Nacional de Radio de Emergencia (REMER) y Clinical Research Associate (jubilado). Escritor y divulgador. 
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