Erre que erre
Una previsión que sostiene contra viento y marea pese a que en su cuadro macroeconómico el Gobierno reconoce –en el apartado donde se analizan los riesgos asociados al escenario– que el petróleo se situaba desde junio en torno a los 70 dólares, una subida del 40 por ciento respecto a la cotización de finales de 2020 (40 dólares) y que en julio llegó a superar los 77 dólares, el mayor nivel desde octubre de 2018. «Esta evolución se explica por la progresiva recuperación de la demanda mundial y la reactivación de los viajes y el turismo, a lo que se han sumado las restricciones de oferta mantenidas por la OPEP en los últimos meses». Sin embargo, el Ejecutivo se mantiene en sus trece y aseguraba que «el mercado de futuros de petróleo muestra estabilidad en los próximos meses, registrando incluso un ligero descenso hasta los 60 dólares barril en 2022».
Tensiones geopolíticas entre Rusia y Occidente
La realidad, marcada por las tensiones geopolíticas entre Rusia y Occidente, ha dado al traste con ese enfoque. Los precios del barril de Brent rozan los 90 dólares después de toda una semana en los 88 dólares el barril. Ya están pues casi un 50% más caros que las proyecciones del Gobierno. Y eso a mediados de enero. No será por las advertencias recibidas. En su análisis sobre los PGE de 2022, el centro de análisis de las Cajas de Ahorros, Funcas, ya advertía de que, en el contexto energético actual, la expectativa del precio del barril de petróleo «podría estar infravalorada si tenemos en cuenta la tendencia creciente observada durante todo el año 2021, en la que se ha superado en octubre la barrera de los 80 dólares».
El impacto de las oscilaciones de precios en las importaciones energéticas (crudo y gas natural) en la balanza de pagos es enorme. España no produce ni un 1% del petróleo que consume, lo que implica una descomunal factura. De hecho, España importa alrededor de 1,3 millones de barriles de petróleo por día, siendo una de las economías de la Eurozona más intensivas en el uso de crudo. Esto supone que España es más vulnerable a los shocks en este mercado como ha asegurado en repetidas ocasiones el Banco de España. En un análisis publicado por el instituto monetario en 2018 se calculaba que un incremento del barril en 10 dólares puede provocar «un pérdida de 0,2 puntos porcentuales de crecimiento del PIB de media en los tres años posteriores al shock, mientras que la inflación aumentaría unos 0,9 puntos porcentuales en el primer año».
Y es que hay que tener en cuenta que el crudo no solo impacta en los precios de los combustibles, sino de muchos otros productos. El petróleo es una materia prima fundamental en el asfalto de las carreteras, los lubricantes y otros aditivos, las pinturas, los barnices, el plástico o las parafinas, además de jabones, perfumes o cosméticos.
A este contratiempo se une el precio de la electricidad, muy presionada por los precios del petróleo y del gas. Un gas natural que, como reconoce el Gobierno, es el factor que más ha tensionado la electricidad en los mercados mayoristas al ser la materia prima utilizada en la generación eléctrica y cuyo precio se ha multiplicado por más de cuatro en el último año, impulsado por la recuperación global y factores geopolíticos. Pero el Gobierno erre que erre
(Con información de La Razón)