El Merrimac y el minado en Santiago y Guantánamo. 127 años después de la Traición del 98 | José María Manrique García

Buque escuela venezolano Simón Bolivar
Buque escuela venezolano en el Bajo del Diamante de la bocana de Santiago de Cuba (junio 2024) El Simón Bolívar es de dimensiones parecidas al Merrimac.

El Capitán de Navío retirado José Manuel Gutiérrez de la Cámara publicó recientemente un comentario (https://militaresescritores.es/noticias/el-minado-defensivo-de-santiago-de-cuba-cnr-gutierrez-de-la-camara/) a un impresentable artículo de la revista Proceedings por el Teniente de Navío (TN) Capehart apenas terminada la guerra y, lógicamente, aún cargado de propaganda/censura de guerra. Aunque, también, del supremacismo sajón que le hizo escribir que las minas navales, de factura inglesa y española, colocadas por nuestros marinos para cerrar el puerto de Santiago de Cuba, no funcionaron por “el carácter bien conocido de las personas que las colocaron e intentaron explotarlas, dado que estaban mal montadas (https://www.usni.org/magazines/proceedings/1898/october/mine-defense-santiago-harbor.

Desde luego, el tema merece una defensa y una explicación, pues fue uno de los determinantes de la amañada derrota del 98.

Minas eléctricas accionadas a distancia                                         Puerto de Santiago de Cuba

Para empezar, además de con el insulto, quedémonos con la información del CN Gutiérrez de la Cámara de que, a pesar de haberse recogido en el documento de rendición que la desactivación la harían nuestros compatriotas, los norteamericanos se apresuraron a retirar y desmontar todas las minas aún fondeadas. Y también con la afirmación del TN Capehart de que “el carácter … de las personas que las colocaron …  explica, en gran medida, la condición en que se encontraron (las minas)”, vamos, que fueron unos chapuceros que no colocaron bien ni espoletas y ni sistemas de disparo.

Las minas inglesas Latimer-Clark, de accionamiento eléctrico a distancia, y las Bustamante, de contacto, eran las mejores del momento, y la española se copió por otras marinas.

Tampoco llevaban mucho tiempo instaladas, por lo que no se puede culpar con seriedad a que las aguas tropicales y los mejillones (crustáceos en general) las hubieran inutilizado. El Teniente de Navío de 1ª José Müller y Tejeiro, Segundo del Comandante de Marina del Puerto de Santiago de Cuba, Capitán de Navío Pelayo Pedemonte.y responsable directo de las defensas submarinas, narra en su libro “Combates y Capitulación de Santiago de Cuba – 1898” que él mismo empezó la carga de las minas inglesas el 2 de abril, entregando las mismas el día 14 de al Teniente de Navío Mauricio Arauco, Comandante del cañonero Alvarado y Oficial Torpedista,quien “siguió colocando los torpedos, los cuales quedaron listos la primera línea compuesta de siete, teniendo en la ensenada de la Estrella y en la Socapa sus estaciones de fuego y convergencia el día 21 de abril, y el 27 del mismo la segunda línea, compuesta de seis, teniendo en la Socapa y Cayo Smith sus estaciones correspondientes”.

Es decir, las minas inglesas que debieron hundir al Merrimac la noche del 2 al 3 de junio apenas llevaban instaladas mes y medio en el peor de los casos. Si el lento carbonero eludió la acción de las 13 algo muy raro ocurrió, por no decir inexplicable, al menos sin recurrir a negras artimañas… que quizá tuvieran que ver con la condición en que se encontraron”, al decir del marino yanqui.

Las peculiaridades del canal de entrada a Santiago.

    Antes de profundizar en el conocimiento del puerto de Santiago, conviene también recordar que la Escuadra de Cervera llegó el 19 de mayo. El Almirante, que también podría haber alcanzado Puerto Rico (su destino preferente) o al magnífico puerto de Cienfuegos (ambos sin bloqueo entonces y el último unido por ferrocarril a La Habana), permaneció allí, sin bloquear, aunque él lo afirmara, hasta que el 30 de mayo el Almirante Schley, con una fuerza similar o inferior a la suya, bombardeó el puerto para comprobar defensas y actitud. Al aparecer el Colón en la boca, el Iowa,el New Orleans y el Massachusetts se retiraron, este último “tocado”. Se perdió una clara oportunidad de salir y mermar al enemigo. Al día siguiente, concentradas las dos escuadras yanquis, bombardearon de nuevo y se completó el cerco. Supuestamente para evitar que Cervera escapase, Sampson planeó taponar el canal de entrada.

Recordemos, de la mano del CN. Gutiérrez de la Cámara que la entrada al puerto de Santiago de Cuba era de una anchura “de unas 125 yardas” (unos 114m) y una longitud de “cuatro millas” (supuesta naval: 4×1.852=7.400m), serpentando entre laderas montañosas. Se puede completar esa descripción añadiendo que tiene una orientación general S-NE, con su estrecha boca al Sur y la ciudad en el extremo NE, con una longitud de 8’5 km, una anchura máxima de 2 km, y una profundidad media es 9 m. El canal de su bocana tiene unos 200/300 m de ancho máximo por algo más del triple de largo, y una profundidad mínima en el Bajo del Diamante, hacia la Socapa, de entre seis y once metros, según la marea. Todo ello obligaba a una marcha lenta, máxime de noche aunque con luna llena (https://www.tutiempo.net/luna/calendario-lunar-1898.htm), en la que la puntería de las estaciones de fuego no podía ser difícil.

Pero, hay que recalcar que, además, prácticamente en la bocana, en su extremo Sur (al pie de la Socapa), el Bajo del Diamante reduce el calado y, consecuentemente, la anchura practicable del canal, siendo el lugar ideal para taponarle, y quedar el pecio encallado a cubierto por los fuegos norteamericanos, para que no pudiera ser retirado por los defensores.

En resumen, la obsesión del Teniente General Linares de que los gringos forzaran la entrada en el puerto era poco real, dado que no iban a exponer a sus barcos al fuego a bocajarro de las baterías de costa en su aproximación, para luego seguir expuestos en el canal de entrada a los de la Estrella, Socapa Baja y Punta Gorda, más los torpedos, a corta distancia y por el flanco, del Mercedes y los destructores (y su artillería), además de a las minas, con gran probabilidad de quedar hundidos por ello o embarrancados en los bajos.

Las peculiaridades del Merrimac

El barco elegido por el Almirante Sampson para taponar el puerto fue el carbonero Merrimac, cargado con 10 artefactos de 35 kilos de pólvora cada uno para hundirlo a voluntad. 

Pues bien, el Merrimac obvió el Bajo del Diamante, sorteó las 13 minas Latimer-Clark “eléctricas” y sus defensas, y fue a hundirse, sin taponar el canal, una vez atravesado este. Incluso, según fuentes españolas (Severo Núñez: La Guerra Hispano-Americana, Santiago de Cuba; Memorial de Ingenieros de 1898), pasó indemne sobre las 9 minas Bustamante tendidas entre Cayo Smith y Punta Soldados.

Llamativo, ¿no les parece?

Pues aún hay más: la célula de espionaje española en Canadá había avisado puntualmente de las intenciones norteamericanas, tanto del desembarco en Siboney como del taponamiento del puerto. A pesar de ello la artillería de costa española no hizo fuego a quemarropa (fundamentalmente los dos cañones Hontoria de 160 mm) y tampoco las 13 minas accionadas a distancia funcionaron (oficialmente solo tres lo hicieron … y fallaron), supuestamente igual que las 9 de contacto.

Plano en base a Severo Gómez Núñez y el Memorial de Ingenieros                   Profundidades de la bocana en brazas (1’7m).

Al final, antes de que el carboneo chochara con las minas Bustamante, la versión oficial consagra que inexplicablemente no le funcionaron las cargas de auto-demolición, y algún disparo de las armas de protección de las líneas de minas le inutilizó el timón. Ya sin gobierno, encajó nada menos que dos torpedos del destructor Plutón, otro del crucero Reina Mercedes y varios disparos de sus dos por entonces únicos cañones de proa, hundiéndose.

Pero el propio Müller en su libro dice: “a pesar del tiempo transcurrido, no ha logrado saberse a ciencia … cuál fué el verdadero objeto que se propuso el Merrimac;tenía cañones y no hizo fuego; tenía torpedos, por cierto muy imperfectos y primitivos (si se me permite la frase) o rudimentarios, que no usó; si trató de volar los de nuestras líneas, no alcanzó su objeto; por último, tenía a bordo 2.000 toneladas de carbón”.

Pero, además de haber pasado el carbón a otro barco, ¿cómo es que no se voló tampoco con sus “torpedos” (entiéndase minas) si su misión supuestamente era taponar la entrada/salida del puerto? Pero es que tampoco la artillería y los torpedos automóviles Whitehead españoles las hicieron estallar. No solo para Müller es incomprensible.

También escribió Müller un dato muy significativo que demuestra que el mando español esperaba al Merrimac: “Durante los sucesos que quedan expuestos el (Teniente) General Linares estuvo en el Morro, donde fué, por tierra, desde los primeros momentos”. Y eso que el ataque fue a las 4 de la madrugada y no debió durar mucho más de media hora.

¿Bustamante entregando un sobre a Sampson el 3 de junio?              El Capitán de Navío Philip en el Texas

Se recogió al Teniente Hobson y su pequeña tripulación de una balsa, ¡todos indemnes a pesar de las minas, cañonazos y torpedos que supuestamente recibió el carbonero! y, al día siguiente, Cervera envió a Bustamante, su Jefe de Estado Mayor, a comunicárselo personalmente a Sampson. Un trato excepcional con un enemigo secular e insidioso que había auto-hundido el Maine (Sampson presidió la comisión que dictaminó el “ataque” español) y nos había causado muertes y presas incluso antes de declarar la guerra.

Las minas Bustamante en Guantánamo

Significativamente, tampoco funcionaron las 46 minas Bustamante de Guantánamo. Al respecto, el comandante del Texas, Capitán de Navío John Woodward “Jack” Philip,quien participó en el bombardeo el fuerte de Cayo del Toro el 16 de junio junto con el USS Yankee y el USS Marblehead, testimonió que una mina se enganchó en la hélice del Marblehead y otras habían rozado los cascos sin estallar, y escribió posteriormente escribió que “muchas tenían evidencias de haber hecho contacto con los fondos de los buques o de sus hélices (y las) espoletas mostraban graves defectos que evidenciaban que no habían sido montadas bajo la supervisión de un especialista” (sic).

Por cierto, Müller las había llevado allí el 21 de abril, dejando cuatro días después al Teniente de Navío de 1ª Julián García Duran la tarea de emplazarlas.

 

Mina Bustamante intacta a bordo del afortunado Texas.    “Curiosamente” tampoco el Mercedes acertó a bloquear el canal.

¿Fueron fruto de desconocimiento o intencionalidad tantos fallos?

Ante tal cúmulo de despropósitos, incluido el que el Mercedes no consiguiera bloquear el estrecho canal después del amañado combate naval posterior, ¿es descabellado pensar que lo del Merrimac fue una bien urdida artimaña para comunicarse ambos almirantes (práctica corriente en los siglos anteriores durante los intercambios de parlamentarios)? ¿Hubo intercambio de sobres lacrados entre Cervera y Sampson por mano de Hobson y Bustamante? Es una posibilidad que nunca podrá comprobarse; nadie puede asegurarlo ni negarlo, y la muerte del héroe español sepultó el misterio.

En todo caso, no sería el único. En Manila los contactos lo fueron por intermedio del Cónsul Inglés. El Teniente General Pando, Jefe de Estado Mayor de Cuba, estuvo en Florida durante la guerra. El Capitán de Navío Ruiz del Árbol desertó de Cuba a los Estados Unidos y por allí deambuló libremente … Por no hablar del cabildeo de la rendición de Manila una vez firmado el Protocolo de Paz y los fragrantes incumplimientos constitucionales de la Regente y el Gobierno durante la negociación del consiguiente Tratado.

Al hilo de la dificultad de conquistar la plaza de Santiago, por tierra o por mar, conviene recordar lo siguiente. En 1898 el ataque norteamericano a Santiago de Cuba siguió casi los mismos pasos que los anteriores ingleses del s. XVIII. En 1741 el vicealmirante Edward Vernon y el Gral Wenworth, tras fracasar estrepitosamente frente a Cartagena de Indias, intentaron ocupar Santiago partiendo de la Bahía de Guantánamo. Establecieron allí su base (denominarían Cumberland a esa “colonia”), pero sus fuerzas navales no se atrevieron a forzar el puerto de Santiago y las terrestres, incluidos medio millar de colonos norteamericanos, ni siquiera pudieron acercarse a Santiago por la guerra de guerrillas española y las numerosas enfermedades. Aquel mismo año abandonaron Cuba. Siete años después (1748) el almirante Charles Knowles intentó forzar la entrada del puerto con su más poderoso navío al frente y tuvo que retirarlo a remolque y con grandes destrozos y bajas.

Si nuestros antepasados de 1898 no hubieran estado infectados por el liberalismo y la masonería, la historia se habría escrito necesariamente de otra forma y mejor.

¿Duro? Más duro es repetir las tragedias de la Historia por su desconocimiento.

3 de junio de 2025

José María Manrique García (Cor. Artª. R.)

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