De ruta excursionista por el Vía Crucis del Valle de los Caídos | Albert Mesa Rey

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En una de nuestras salidas excursionistas, hemos recorrido un sendero singular. En el marco incomparable del Valle de los Caídos (renombrado por capricho de la Ley de la «Memoria Histórica» como valle de Cuelgamuros) más de 2.300 escalones de granito recorren a 1.200 metros de altitud una ruta que a nadie puede dejar indiferente. Suben y bajan por los riscos hasta llegar a la Abadía.  Se trata de un vía crucis de proporciones descomunales. Un recorrido simbólico que recuerda, a lo largo de 14 estaciones, los últimos momentos de la vida de Jesús.

Se empezó a construir en 1944 por voluntad del General Franco en aras del sentimiento nacional católico al que había consagrado España. Los monjes benedictinos, que custodian el Valle, organizan procesiones un par de veces al año en septiembre y por las celebraciones de la Semana Santa cuando el calendario litúrgico lo establece.

Para el acceso y recorrerlo  hay que pedir permiso a Patrimonio Nacional, titular de la propiedad del Valle de los Caídos. Las vistas son impactantes, por un lado el anfiteatro de Cuelgamuros dominado por la gigantesca Cruz. Por el otro el embalse de la Jarosa y de Valmayor. Al fondo Madrid. Difuminados en la boina de contaminación, aparecen los rascacielos de la Plaza de Castilla. El camino es cómodo, la calzada ancha, ininterrumpida y bien conservada en su mayor parte. La subida es agradable a pesar del desnivel, más de 300 metros, pero se supera con poca fatiga. En muchas estaciones no hay capillas y un simple Crucifijo señala el punto donde rezar.

El Camino empieza pocos cientos de metros después de la verja de ingreso del Valle de los Caídos. Cuatro columnas solitarias al lado de la carretera marcan el punto en el que hay que desviarse de la carretera para adentrarse en el bosque. Son las columnas de Juanelo que Franco ordenó que se transportaran hasta aquí desde Toledo, donde fueron labradas en el siglo XVI para el Alcázar de Felipe II.

Enseguida se encuentra la primera capilla, robusta y sobria según el estilo de Pedro Muguruza, el arquitecto al que se encomendó construir el Valle de los Caídos. Aquí no hay estatuas piadosas, estatuas de Cristos dolorosos, Magdalenas llorosas o Vírgenes desmayadas. Apenas hay una Cruz de madera solitaria. Muguruza inyecta al carácter frío y civil de sus edificios.

El punto más alto del sendero se encuentra en el pico del Altar Mayor (1336 mt.). Aquí, en la VIII estación, está la capilla de la Virgen. La más alta, la más grande de todo el recorrido. A partir de este punto empieza la bajada hasta un desvío donde la calzada se convierte en un camino de tierra. Un paseo por la vegetación que llega hasta el poblado del Valle de los Caídos. En este paraje vivía el personal no religioso que se encargaba del mantenimiento del monte. Muchas de estas casas ahora están abandonadas.

La última parte del trayecto, ya en plano, está dedicada a los últimos momentos de la Pasión de Cristo. Una capilla, aparentemente derrumbada, simboliza a Jesús clavado en la Cruz. A poca distancia se encuentran las tres cruces de la Crucifixión, coronadas por la sombra de la Cruz de la Basílica. Unas escaleras laterales suben a la explanada y al templo. De ahí se puede abrazar con la vista todo el Valle. En el verde de la vegetación se distinguen las capillas del Vía Crucis.

El Camino de la Cruz es un proyecto inacabado. El constructor José Banús, gran amigo de Muguruza, se encargó de los diferentes tramos de calzada, pero nunca llegaron a conectarse entre ellos. Tampoco se acabaron todas las capillas previstas. Una de ellas está vallada por el riesgo de desprendimientos.

La última, la estación XIV es la Piedad, una colosal estatua que se encuentra en la misma puerta de la Basílica. Es la única escultura del recorrido obra de Juan de Ávalos, y estuvo a punto de no ver nunca la luz cuando en el Ministerio de la Gobernación se dieron cuenta de que Ávalos – que entonces vivía en Lisboa – había sido depurado por el Régimen. Fue en un encuentro de apenas diez minutos con Franco en los que Ávalos consiguió convencerle del valor de su obra.

En resumen, es una ruta muy recomendable, un poco exigente desde el punto de vista físico, sin ninguna dificultad técnica, bien señalizada y al alcance de todo el mundo.

Gracias por leerme.

Albert Mesa Rey es de formación Diplomado en Enfermería y Diplomado Executive por C1b3rwall Academy 2022. Soldado Enfermero de 1ª (rvh) y Clinical Research Associate (jubilado). Escritor y divulgador. Actualmente director del diario digital «Benemérita al día» del Círculo Ahumada – Amigos de la Guardia Civil .

 

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