La guardia pretoriana de Sánchez se desmorona. Uno a uno, sus hombres de confianza están cayendo. Ya no se trata de una sospecha: es un patrón de traición, silencio y abandono por parte del César. Es la corrupción del PSOE.
Una guardia pretoriana para proteger al César
En la antigua Roma, la guardia pretoriana protegía al emperador hasta la muerte. Eran su élite, sus más fieles. Hoy, en la política española, Pedro Sánchez ha tenido su propia versión moderna de esta cohorte, una serie de figuras clave que han servido al líder socialista con devoción ciega… hasta que dejaron de servirle. Ahí, como buen César, les deja caer sin pestañear.
El narcisista, egocéntrico y vanidoso Pedro Sánchez es un genio de la interpretación artística y carece, en su soberbia extrema, del más mínimo rubor, pero su comparecencia del jueves en la sede del PSOE para responder sobre el caso Cerdán ha superado todos los límites imaginables. Compungido y al borde del llanto, el Cesar ha pedido disculpas a los ciudadanos por la corrupción generalizada de su guardia pretoriana y se ha presentado como una víctima de la misma. Es lo propio de los que se creen dioses.
El primero en caer: Aldama y José Luis Ábalos
Todo comenzó con Aldama, el empresario independiente del PSOE. Ante los problemas le dejó caer. No era del partido. Lo metió en la cárcel, pero no se amedrentó. No tenía nada que perder. Sus revelaciones de mordidas a Koldo y Ábalos, las reuniones con Begoña Gómez para un proyecto de la España vaciada y su intervención en el rescate de Air Europa en reuniones con Nadia Calviño hicieron temblar al partido. Empezaron a salir los primeros casos que afectaban a primeras espadas del PSOE. Creyeron que saliendo de la cárcel se iba a callar pero Aldama no estaba dispuesto a ir solo a la cárcel.
Después vino Ábalos, aquel inseparable escudero del presidente. El ministro fiel, el vicepresidente omnipresente, el organizador logístico de la Moncloa. Pero cuando los numerosos escándalos de corrupción le salpicaron con nombres como Koldo y él mismo, el César miró para otro lado. Ábalos pasó de ser imprescindible a ser invisible. En política, la amistad no cotiza.
Después vino Koldo: el conseguidor
Koldo García, el “conseguidor” de contratos millonarios durante la pandemia, cayó en desgracia en cuanto los focos mediáticos apuntaron en su dirección. Trabajaba para Ábalos. La justicia lo persigue por corrupción y tráfico de influencias. El César, fiel a su estilo, negó tres veces su vínculo. Pero fotos, muchas grabaciones y audios empezaron a salir a la luz. El fiel Koldo no quiere cargar con todo y empieza a soltar lastre.
Y como los pretorianos traicionaron a emperadores cuando el dinero dejó de llegar, Koldo empezó a hablar. Y hablará mucho más. Ya lo está haciendo. Porque cuando uno ve la cárcel de cerca, el silencio ya no vale millones, sino condenas.
David Sánchez, el hermanísimo
¿Quién sigue? Pues nada menos que el hermano del César, David Sánchez. Imputado por supuestas tramas relacionadas con cobros de dietas irregulares y contratos sospechosos en la Diputación de Badajoz. Un escándalo que huele a nepotismo de lejos. Pero claro, el César no tiene hermanos cuando lo comprometen. Solo tiene familia cuando hay que posar en campaña.
Santos Cerdán: el nuevo cadáver político
El siguiente en esta cadena de sacrificios ha sido Santos Cerdán, número tres del PSOE. El propio Sánchez, decepcionado y «traicionado» (¡ay, cuánta sensibilidad presidencial!), lo ha apartado. De amigo íntimo y operador de Ferraz… a traidor. Otro nombre tachado del cuaderno del poder.
Lo más llamativo no es la caída, sino la manera en que todos estos personajes se vuelven prescindibles para Sánchez. Todos caen solos, como si nadie supiera nada. Como si la corrupción creciera en macetas individuales.
Pronto será Begoña Gómez
La guinda está por llegar. El nombre más próximo al corazón del César: su mujer, Begoña Gómez. Investigada por tráfico de influencias y contratos amañados con empresas que ella misma promovía desde cátedras y fundaciones. Aquí ya no hablamos de asesores o ministros. Hablamos del entorno íntimo del presidente.
Pero ya sabemos cómo actúa Sánchez. Cuando la justicia apunte a Begoña con pruebas irrefutables, la sacrificará. Como César a su guardia. Lo importante es la supervivencia del líder.
¿Y María Jesús Montero?
La actual vicepresidenta económica también huele a problema. En los pasillos del PSOE ya se habla en voz baja. Su segundo y tercero empiezan a estar cuestionados por corrupciones y mordidas. La investigación a los fondos covid, la gestión fiscal opaca… ¿Será la próxima en la lista? En este sistema de lealtades líquidas, nadie tiene asegurado el puesto.
La estrategia del poder absoluto
Lo peor para todos ellos no es caer, sino el silencio posterior del presidente. El mutismo. La desmemoria selectiva. Ya nadie fue cercano, nadie fue amigo, nadie fue imprescindible. Todos pasaron por allí, brevemente.
El problema no es solo ético, sino estructural. La estrategia del César Sánchez es clara: usa a sus pretorianos mientras sirven a su causa. Cuando dejan de ser útiles, los sacrifica para que parezca que actúa con firmeza. Así salva la imagen, entrega una cabeza a los medios, y continúa como si nada.
No es Roma, pero casi
Aquí es donde la historia cambia un poco con respecto a la Roma clásica. Allí los pretorianos eran fieles hasta la muerte. Aquí, en cambio, son fieles hasta que la cárcel les queda cerca. En cuanto los antiguos leales ven el riesgo real de una condena, la lealtad se desvanece como humo. Y cuando los pretorianos socialistas descubren que el emperador no les protege, se vuelven contra él.
Y es entonces cuando la alfombra empieza a levantarse y los secretos salen a la luz. Entonces empieza el desfile de declaraciones, filtraciones y confesiones. Y eso, precisamente, es lo que está ocurriendo ahora. En esta versión ibérica del Imperio, la traición no es ideológica ni política, es procesal. Se produce cuando la prisión se convierte en una posibilidad.
En este caso, no con espadas, sino con pruebas. Con testimonios. Con grabaciones. Con correos electrónicos y facturas. Y una vez que hablen, el relato caerá como un castillo de naipes.
Todos caerán
La guardia pretoriana de Sánchez cae, uno a uno. Lo que parecía una estructura de poder sólida se convierte en una hilera de cadáveres políticos. Pero cada caída deja una pista, una traición, una confesión. Y todos ellos, cuando se vean cercados, señalarán hacia arriba.
Porque el verdadero problema no es que caigan. El problema es que hablen. Que tiren de la manta. Y entonces no habrá palacio, ni BOE, ni Consejo de Ministros que pueda esconder al César.
El final del César Sánchez está cerca
Una vez que la guardia pretoriana de Sánchez haya caído del todo, el siguiente será él mismo. Ya está ahí. El cerco se estrecha. Pero ahora no tendrá ya nadie que lo defienda. Llamará, sí. Pero nadie responderá. Porque su guardia pretoriana estará imputada, silenciada o condenada. Y los demás, los que queden fuera, no se atreverán. Porque sabrán que el César va a morir próximamente.
Y entonces alguien lo matará… políticamente. Saldrá a la luz un caso de corrupción que le afectará de forma directa. Se empieza a hablar de corrupción en Marruecos relacionados con Sánchez y su mujer. Y su anterior guardia pretoriana no le defenderá. Traición se paga con traición. Ya no valdrán los silencios ni las cartas lacrimógenas. Será la muerte del César. No con puñales, sino con pruebas. No en el Senado, sino en los tribunales.
Y el Cesar Sánchez tendrá dos opciones: o la cárcel o huir a un país sin extradición con España como Santo Domingo o Brasil.
1 comentario en «La guardia pretoriana del Cesar Sánchez se desmorona»
Antes de huir, se le juzga se le condena por todo…se le quita todo el dinero robado…y a la carcel de Soto del Real.
Que estamos como locos esperando el momento del recibimiento.