Carta abierta a Sánchez: Democracia o Tiranía | Luis Valenzuela Martínez

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La progresiva limitación de las libertades y los profundos cambios que estamos sufriendo en el estado del bienestar hacen pensar que estamos atravesando una grave crisis nacional que ya muy pocos discuten.

1. Forma y contenido de una crisis: Es bien sabido que hay, a grandes rasgos, dos tipos de crisis. Una filosófica, con la que convivimos desde hace ya más de un siglo y otra más estrictamente económica. De la primera, se habla sólo en las Facultades de Filosofía y sólo de manera tangencial, como si resultase conveniente obviar quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, para facilitar el ejercicio de la labor “filosófica”, no viéndolo como una degeneración de su connatural propósito. Nos preocupa aquí más, en cambio, la económica. ¿Por qué ahora? Porque es de sobra evidente que el encarecimiento de las materias primas y de la propiedad, así como la abusiva presión fiscal a la que están sometiendo al pauperizado pueblo español, no son precisamente síntomas de prosperidad económica, así como tampoco lo es la depresión que recorre toda la geosfera. Las reverberaciones de la Crisis del 2008 nos hacen saltar las alarmas cuando se yuxtaponen las inflaciones y devastadoras consecuencias que acarreó el plan de pandemias del excelsísimo PSOE -y amigos- junto con la volatilidad del mercado bursátil y la presión fiscal sobre el combustible que están deviniendo interesadamente “como consecuencia de la guerra por Ucrania”, a falta de mejor resumen de la situación geopolítica. Pensarán quizás el Congreso de las Musas y el Oráculo de la Moncloa que al haber subido el salario mínimo no habríamos de notar el aumento de la presión fiscal, cuando aún con la oportuna subida del salario mínimo percibimos, por lo menos los modestos civiles, incluso menos sueldo que antes. ¿Pensaron acaso poder salirse con la suya?

2. Responsabilidad política y bases de la tiranía: de Atenas a Madrid: En contra del fanatismo social-demócrata, tiránico, despótico, totalitario y teocrático a todas luces, la línea entre democracia y tiranía siempre ha sido infinitamente más fina de lo que el imperialismo cultural americano nos ha dado a soñar; prueba de ello es, sin lugar a dudas, la original -en todos los aspectos- democracia ateniense, para la cual ni las reformas de Solón, ni la tiranía de Pisístrato -que justificó en su fin los medios- ni la jefatura de Pericles fueron capaces de acabar con la tendencia tiránica de aquel régimen (el cual es, por cierto, el que más tiranías ha padecido de todo el periodo clásico, siendo el modelo mixto de los lacedemonios el que menos); por más que el fanatismo demócrata y sofista se empeñe en olvidar la hereditaria culpa que arrastra por el suicidio asistido de Sócrates.

Es, en verdad, una fina línea -acaso imperceptible- la que separa democracia de tiranía, que con suma fragilidad quiebra al aumentar la distancia entre gobernadores y gobernados. Tenía acaso sentido la democracia cuando hasta el último idiota de la polis quedaba incluido en la toma de decisiones que le afectaban directamente, pero no parece tan democrático y participativo un gobierno conformado por una élite que dirige a más de 45 millones de personas, abogando por ellas como si estuvieran telepáticamente sincronizadas las voluntades y conveniencias de unos y otros.

Sr. Sánchez, yo aquí le pregunto: ¿Haber incumplido las promesas de su candidatura no le separa a usted cada día más del pueblo a quien presuntamente usted y su partido representan? ¿Una democracia legislada a espaldas del ciudadano no es una tiranía? ¿No es usted, en realidad, un tirano

3. El interrogante de los españoles ante el silencio de la nueva aristocracia política pone de manifiesto el hecho de que estamos entrando en una dura y seguramente larga crisis de la que ni usted, Sr Sánchez ni su manada de socios amigos del erario púbico nos quieren informar, ni mucho menos preparar. Y así le dirijo, excelentísimo presidente del gobierno Pedro Sánchez, Mayor de Castilla, acólito globalista y gobernador soberano de derredores y rebeldes, una pregunta en nombre de los sensatos españoles: ¿Qué se espera de nosotros? ¿Qué va a ocurrir cuando en pocos meses la deuda española sea insostenible y el BCE deje de comprarla? ¿Apelarán a la conciencia de los españoles para asegurar la sostenibilidad de la economía pasando por encima de la justicia? ¿Cómo lo van a abordar? Doy por seguro que no piensan recortar el gasto político ni la subvención a chiringuitos ideológicos. Más bien utilizarán la receta fácil de subir los impuestos de forma abusiva y confiscatoria y comenzarán a recortar las pensiones contributivas para probar hasta donde somos capaces de aguantar.

Sr. Sánchez, los españoles queremos saber qué piensa hacer usted con lo poco que queda de este país otrora feliz y floreciente.

Luis Valenzuela Martínez | Escritor

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