La agenda globalista no cesa, solo cambia de manos. Tras la decisión de Donald Trump de cerrar el programa USAID, Bruselas ha dado un paso al frente para llenar el vacío dejado por Estados Unidos. La Unión Europea se presenta como el nuevo abanderado del globalismo internacional, esta vez con un presupuesto monumental de 300.000 millones de euros, bajo el programa Global Gateway.
El comisario europeo de Cooperación Internacional, Jozef Síkela, ha dejado clara la postura de Bruselas en una entrevista reciente con el diario El País. Europa no pretende abandonar el escenario global; al contrario, busca ocupar el espacio dejado por Washington. La estrategia se centra en mantener viva la visión globalista, reforzando la influencia europea a través de proyectos que potencien la ideología de género y woke.
El cambio de manos: de USAID a la Unión Europea
La presidencia de Donald Trump ha marcado un giro en la cooperación internacional al cerrar el programa USAID, que hasta entonces financiaba la difusión a nivel mundial de la ideología de género y proyectos globalistas. La decisión, celebrada por muchos que veían en ello un retorno al sentido común, fue recibida con estupor por los sectores izquierdistas y globalistas europeos. Para Síkela, el cierre de USAID supuso un error estratégico que ahora Europa pretende corregir.
Bruselas considera que no actuar en estos espacios dejaría el terreno libre a los países soberanistas. Así afirmó Síkela: «Si no actuamos, dejamos esa herramienta en manos de nuestros adversarios». Con estas palabras, la Unión Europea justifica una inversión colosal que busca perpetuar el ideario globalista bajo el pretexto de desarrollo y sostenibilidad.
La UE, al servicio de la agenda 2030
El plan Global Gateway no es una propuesta novedosa, sino una continuación de la cooperación internacional dirigida desde Bruselas. Mantiene intactos los postulados de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Aunque Síkela reconoce que la cooperación tradicional ha resultado insuficiente, su estrategia no apunta a cambiar el enfoque, sino a hacerla más atractiva para la inversión privada.
Sin embargo, muchos ciudadanos europeos se preguntan: ¿por qué destinar 300.000 millones de euros a agendas ideológicas cuando Europa enfrenta problemas internos tan graves? Las críticas no solo provienen de sectores conservadores, sino también de voces izquierdistas que consideran innecesario cargar al contribuyente con un gasto de dudosa efectividad.
La desconexión con los intereses ciudadanos
La decisión de Bruselas pone en evidencia una desconexión con los intereses reales de los ciudadanos europeos. En lugar de atender las necesidades internas, se prioriza una agenda globalista ajena a la identidad y valores europeos.
Con esto, se constata que la política exterior de la UE está alineada con los postulados del Foro Económico Mundial que con los problemas reales de la gente. Esta percepción refuerza la idea de una Europa burocratizada que responde más a élites globalistas que a los ciudadanos a quienes representa.
La UE y su agenda inquebrantable
La estrategia de la Unión Europea para llenar el vacío dejado por USAID refleja su intención de mantener viva una agenda globalista que muchos ciudadanos ya no apoyan. La falta de autocrítica y la insistencia en financiar proyectos internacionales mientras Europa enfrenta problemas internos graves evidencian una desconexión política evidente.
Mientras tanto, el rechazo social crece y los líderes conservadores en Hispanoamérica ya han tomado nota del intento europeo de imponer sus modelos. Si Bruselas no rectifica su enfoque, la respuesta ciudadana no tardará en hacerse sentir.