Las reacciones de los desequilibrados, soberbios, y tiranos son imprevisibles. Lo racional es dimitir, dejarlo, pero ellos son más peligrosos. No solo se agarran al poder, sino que contratacan.
El autogolpe de Sánchez mediante una emergencia nacional ya no parece una hipótesis marginal ante un poder agotado que se aferra al control sin límites.
El sanchismo entra en su fase final y más peligrosa
El sanchismo muestra síntomas claros de agotamiento. Se encuentra en su fase final, tiene los días contados. Su ciclo político se aproxima al final, aunque Sánchez se niega a aceptarlo.
Lo racional sería dimitir y convocar elecciones. Sin embargo, las reacciones de los desequilibrados, soberbios y sin escrúpulos, o tiranos son imprevisibles, nunca actúan de forma racional.
El autogolpe de Sánchez aparece como una posibilidad cuando un poder tiránico percibe que pierde el control. En ese momento, no retrocede, contraataca.
Pedro Sánchez se encuentra ahora en su fase más peligrosa. Cuando un poder tiránico desgastado percibe que está contra las cuerdas, que su tiempo se acaba, se aferra al cargo sin reparos y está dispuesto a llevarlo todo al límite.
Un dirigente acorralado no busca soluciones institucionales. Busca ganar tiempo, blindarse y evadir responsabilidades judiciales. Busca blindarse.
La historia política demuestra que los gobiernos en descomposición fuerzan los límites legales antes de caer. El sanchismo no constituye una excepción.
La lógica de supervivencia de los desequilibrados, soberbios, y tiranos como Sánchez puede llevar a decisiones cada vez más arriesgadas en los ámbitos institucional, judicial y social..
Un escenario favorable para el abuso de poder
Pedro Sánchez conoce bien la debilidad de su entorno. No actúa por impulsos, actúa con cálculo frío. Identifica tres factores clave que facilitan un posible autogolpe. El primero, una oposición fragmentada y más pendiente de sus luchas internas. Y más en unos meses de elecciones autonómicas continuas.
El segundo factor es una sociedad desmovilizada. Muchos españoles prefieren mirar hacia otro lado mientras se degrada el Estado de derecho. La comodidad es su norma de vida.
El tercer elemento lo constituye su electorado fanático. Ese núcleo duro socialista seguirá al líder hasta el final, aunque destruya las instituciones. Son millones de personas,
En este contexto, Sánchez ya no prioriza el interés general. Su objetivo es mantener el control del aparato del Estado. La supervivencia personal se convierte en la única hoja de ruta. Cuando eso ocurre, desaparecen los escrúpulos.
La prioridad ya no es gobernar pensando en el país, sino ganar tiempo, evadir causas judiciales, mantener el control sobre instituciones clave y sostener a toda costa la narrativa de legitimidad. Es más peligroso que nunca, Porque carece de escrúpulos. A esos personajes no les importa nada ni nadie.
Control institucional y escalada de polarización
El autogolpe de Sánchez no requiere tanques. Basta con dominar los resortes del poder institucional.
El control de los jueces y de la UCO figura entre los próximos movimientos previsibles. Sin justicia independiente, no existe límite real. El Ejecutivo ya ha demostrado su voluntad de colonizar órganos clave. El siguiente paso apunta a un blindaje total frente a futuras causas judiciales.
Paralelamente, Sánchez fomenta una polarización extrema. Divide a la sociedad para reagrupar a los suyos desde posiciones irreconciliables. El conflicto permanente le permite presentarse como único dique frente al “caos”. Es una estrategia conocida y peligrosa. La tensión social no le preocupa. La utiliza como herramienta de control político.
Emergencia nacional como excusa perfecta
Cuando el margen se agota, aparece la tentación de la excepción. Lo mismo que Zelenski para retrasar las elecciones en Ucrania. Aquí entra en juego el autogolpe de Sánchez mediante una emergencia nacional.
Cualquier pretexto puede servir. Un conflicto internacional, una posible invasión de Rusia a Europa, una crisis sanitaria – confinamientos de los gripe A, la peste porcina u otra pandemia serviría-, o una amenaza exterior o interior – un atentado de una supuesta extrema derecha siempre llega en el momento oportuno- bastarían como coartada. Cualquier excusa será válida para declarar una emergencia nacional.
Y para eso tiene que aguantar el máximo tiempo posible para que se den las condiciones. Y hará un Zelenski. No convocará elecciones por una emergencia nacional, Y podría suspender elecciones bajo el argumento de una situación excepcional.
Sería un golpe institucional encubierto bajo retórica de responsabilidad y seguridad.
La permanencia en el poder sin respaldo electoral consolidaría una deriva tiránica La legalidad se adaptaría al relato oficial.
La oposición dividida protestaría sin fuerza real. La sociedad pasiva aceptaría el discurso. El núcleo fanático aplaudiría.
El autogolpe de Sánchez ya no pertenece al terreno de la especulación. Surge como amenaza real en un sistema debilitado. Callar hoy abre la puerta a la tiranía de mañana.




