Almeida, el aprendiz de Sánchez: la política del engaño permanente

Almeida el aprendiz de Sánchez

Almeida, el alcalde de Madrid por el PP, confirma que el trilerismo político no es patrimonio exclusivo del socialismo. Lo que Pedro Sánchez perfeccionó en La Moncloa, José Luis Martínez-Almeida lo imita con destreza desde el Ayuntamiento de Madrid. Ambos practican la política del engaño, del discurso mutable y de la mentira estratégica.

El alcalde madrileño, que en la oposición denunciaba los embustes socialistas, se ha convertido ahora en un experto en contradicciones, capaz de decir una cosa y hacer la contraria sin rubor. En su día prometió derogar Madrid Central y liberar a los madrileños de las restricciones ideológicas impuestas por la izquierda. Hoy, sin embargo, ofrece “taza y media” de las mismas limitaciones.

Esta incoherencia política sitúa a Almeida como el alumno aventajado de Sánchez, ambos maestros del doble discurso y de la manipulación mediática.

Del opositor combativo al regidor acomodado

Cuando Almeida era portavoz del Partido Popular, denunciaba los “embustes del socialismo” con vehemencia. Hoy, desde el poder, encarna las mismas prácticas que criticaba. Se ha transformado en un regidor que promete una cosa a los votantes y ejecuta otra en el despacho, reproduciendo los vicios de la vieja política que dice combatir.

Su viraje ideológico quedó en evidencia una vez más con su reciente actuación respecto al síndrome postaborto. En apenas 24 horas, Almeida pasó de apoyar la propuesta de informar a las mujeres sobre las consecuencias del aborto, a alinearse con el PSOE defendiendo el supuesto “derecho al aborto libre”.

Esa metamorfosis moral e ideológica muestra que Almeida, el aprendiz de Sánchez, comparte con el presidente socialista la misma esencia: sobrevivir políticamente al precio que sea. Ambos prefieren los aplausos del poder a la coherencia con sus principios.

El PP y el PSOE: dos caras del mismo régimen

En realidad, el caso de Almeida demuestra que el bipartidismo español ha dejado de representar opciones distintas. PP y PSOE son, hoy, dos ramas de un mismo tronco de intereses. Cambian los nombres, pero no los métodos. Uno promete desde la izquierda; el otro traiciona desde el centro.

Mientras Sánchez manipula las instituciones para perpetuarse en el poder, Almeida manipula el discurso para mantener su sillón. En ambos casos, la mentira y la manipulación se han convertido en herramienta política.

Ni uno ni otro defienden valores, principios o convicciones. Ambos encarnan el perfil del político profesional que vive del cargo y del coche oficial, olvidando que la política debe servir al bien común, no al beneficio personal.

Almeida, el aprendiz de Sánchez, no gobierna por convicción, sino por cálculo. Sus decisiones no responden a un modelo de ciudad, sino a una estrategia de imagen. Esa es la misma trampa que Sánchez ha tendido a toda España desde Moncloa: la de una gestión vacía, revestida de propaganda.

Del trilerismo de Sánchez al mimetismo del PP

Si Pedro Sánchez representa el trilerismo político en su máxima expresión, Almeida se postula como su fiel imitador. Ambos dominan el arte de confundir, de prometer para luego desdecirse y de disfrazar el fracaso de éxito con un lenguaje cuidadosamente manipulado.

Cuando Sánchez dice una cosa y hace la contraria, lo hace con la arrogancia del poder. Cuando Almeida repite la fórmula, lo hace con la misma hipocresía, aunque bajo el disfraz de “gestor moderado”.

Prometió acabar con Madrid Central, pero reforzó las restricciones. Prometió luchar por la vida pero la traiciono en apenas 24 horas. Prometió transparencia, pero protege la opacidad. Prometió ser alternativa al socialismo, pero actúa como su sombra. Su trayectoria confirma que Almeida, el aprendiz de Sánchez, se ha formado en la misma escuela de trileros políticos.

En el fondo, ambos políticos comparten la misma ambición: mantenerse en el cargo a cualquier precio. Lo demás —los principios, los ideales, la coherencia— son simples adornos de campaña.

La traición a los votantes y el desprecio a la verdad

El ciudadano madrileño votó a Almeida esperando un cambio respecto al modelo impuesto por la izquierda. Sin embargo, se encontró con un imitador de Sánchez, dispuesto a sacrificar la palabra dada por el cálculo electoral.

Esa traición es doblemente grave, porque no procede de un socialista confeso, sino de quien se presenta como conservador. No hay mayor engaño que prometer valores y luego renunciar a ellos en nombre del consenso izquierdista y globalista.

Hoy, Almeida miente a los ciudadanos tanto como Pedro Sánchez. Ambos se refugian en la ambigüedad y en los eufemismos, convencidos de que el votante olvidará. Pero la verdad política siempre termina imponiéndose, y cuando lo hace, desenmascara la falsedad del discurso centrista.

Almeida, el aprendiz de Sánchez, ha demostrado que la falta de principios convierte a los políticos en enanos morales, incapaces de defender lo que dijeron creer.

La política española no necesita más trileros ni aprendices del engaño. Necesita líderes con convicción, con coraje y con valores firmes. Ni el PSOE ni el PP representan ya esa alternativa. Uno y otro han sucumbido a la tentación del poder por el poder, a la comodidad del discurso vacío.

Gobernar sin principios no es gobernar, es simplemente ocupar un sillón mientras se desmantela la verdad.

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