Me ha llamado la atención que muchas personas han relacionado inmediatamente el que parece ser un atentado en toda regla contra Alejo Vidal Quadras, con el asesinato de José Calvo Sotelo durante la Guerra Civil por un comando “mixto” en el que formaban quince personas de toda condición: guardias de asalto, guardias civiles, y sobre todo, cinco militantes del PSOE, uno de los cuales, por nombre Luis Cuenca, componente de la escolta del líder del PSOE Indalecio Prieto, sería el que finalmente le asestara el tiro en la nuca que acabaría con su vida… y con toda apariencia democrática, si es que le quedaba alguna, a la Segunda República Española.
El paralelismo indudablemente existe, qué duda cabe, pero es mucho más sencillo, e históricamente hablando más coherente, relacionar lo ocurrido ayer con el millar de asesinatos producido durante la Transición Española, un proceso que se nos ha presentado machaconamente como “modélico”, pero que ha distado mucho de serlo. Lo de ayer, aunque muchos parezcan haberlo olvidado ya, ha sido el pan cotidiano de los españoles durante cuarenta aciagos años en los que el terrorismo, con sus continuos asesinatos, secuestros, extorsiones y amenazas, moldeaba “la Transición” a su antojo… Innecesario, pues, retrotraerse a la República.
Algún día, tal vez, se contará la verdad sobre esa “Transición”, que fue muy traumática, y en la que el terrorismo marcó el paso en todo momento. Así, cuando decide, para empezar, y no es poco, quién NO tenía que hacerla. Así, cuando marca la política energética del país con el abandono de una política nuclear que hasta ese momento tenía en España a uno de sus adalides, y que podría haber convertido a nuestro país en una gran potencia industrial, y quién sabe si militar también. Así, cuando con un solo atentado pero perfectamente urdido, se consiguió torcer el resultado de unas elecciones. Así cuando, como ocurre en la actualidad, son los terroristas los que deciden el Gobierno de España y las medidas que tiene que adoptar. Así, cuando en primera persona, gobiernan ya los terroristas tantos municipios españoles, y a punto están de gobernar alguna región. Y así, y sobre todo, cuando con su imprescindible concurso se termina imponiendo en España un modelo constitucional nefasto del que, mucho ha tardado, pero contemplamos ahora sus perversos efectos.
Un modelo constitucional en el que la gobernabilidad es harto difícil de alcanzar, para lo que se recurre a dos instrumentos igualmente eficaces: por un lado, una descentralización desintegradora y retrógrada hasta el punto de hacer volver a España al s. XV de su historia. Y por otro, un Gobierno central que, sólo cuando en la sociedad las opciones políticas se han reducido a dos muy nítidas, ha podido desenvolverse con alguna agilidad, pero cuando esa situación no se ha dado, ha producido gobiernos imposibles, donde la línea ideológica, por la lógica ambición de gobernar del partido mayoritario, la han impuesto los partidos más minoritarios, algunos con unas decenas de miles de votos, convertidos en claves para alcanzar la necesaria mayoría de gobierno.
Hoy damos por sentado que España no tenía otra alternativa en 1978 que la de optar por un estado débil y descentralizado. No es así. Para empezar, España era un país suficientemente estructurado y políticamente instruido para haber aspirado a otro sistema más seguro y eficaz. Para seguir, descentralización y debilidad del Gobierno central no son sinónimos de democracia. Se puede ser perfectamente democrático teniendo gobiernos centrales fuertes y nula descentralización, caso de esa Francia a la que nadie va a pedir ahora un certificado de salud democrática.
Puestos a hacer “un guiño” a determinadas fuerzas políticas, se podría incluso haber llegado a una situación “de compromiso”: un cierto grado de descentralización a cambio de un gobierno central fuerte, de fácil formación, y en el que fueran las mayorías las que impusieran sus criterios, sin necesidad de pactar con incómodas minorías que en España, además, han venido precisamente caracterizadas por su visceral “antiespañolismo”.
Y ahora vivimos las consecuencias de todo aquello. Todo lo que estamos pasando estos días estaba ya escrito en 1978 en la Constitución, una de las peores de las que se ha dotado nunca España, por no decir la peor.
No, no es necesario retrotraerse a la II República, por nefasta que ésta, efectivamente, haya sido. Nos basta con mirar unos años atrás. Vidal Quadras es, simplemente, la última víctima… hasta la fecha por lo menos.
En España el terrorismo ha sido sumamente eficaz, no hay pues razón para dejar de recurrir a él si lo que se pretende es obtener algún objetivo determinado, el que sea.
©Luis Antequera | Escritor
Si desea ponerse en contacto con el autor, puede hacerlo en luiss.antequera@gmail.com
1 comentario en «Alejo Vidal Quadras, ¿el Calvo Sotelo del s. XXI? | Luis Antequera»
España es un laboratorio social de poderes extranjeros que con gran facilidad compran a los españoles traidores por 30 monedas .
La mediocridad del pueblo español y su ignorancia provocada a conciencia por los políticos desde hace años tergiversando la historia , junto con una derecha complaciente y acomplejada para querer parecerse a una izquierda buena que no existe, da como resultado lo que tenemos : CORRUPCION Y FALSEDAD A TODOS LOS NIVELES SOCIALES Y LA OMISION Y SILENCIO DE LOS GARANTES PUBLICOS.