Este fin de semana, los voceros de los medios de comunicación subvencionados han vuelto a hacer lo que mejor saben hacer: “mentir”. Han vuelto a construir una historia de la mejor novela, tipo “John le Carré” o similar. Y todo porque no interesa, ni interesará nunca conocer la verdad, porque la verdad es incómoda. En este caso, la verdad, incluso, es peligrosa, sobre todo, y como siempre, para las fichas intermedias del tablero de ajedrez, pues…, a las grandes fichas les da igual: unas ya fueron desplazadas del poder, y las otras, o están en vías de ello, o jamás lo serán, posiblemente, por lo que han hecho después, quizás por lo que todavía les queda por hacer. Más aún, tampoco les preocupa mucho, porque su empatía no es que sea nula, sino más bien es negativa, mejor dicho, super negativa.
Aquel 11 de marzo pasó lo que tenía que pasar, bien aquel día o cualquier otro. Pero aquel reunía con seguridad casi todas las papeletas para ser el idóneo. Y en realidad, casi lo fue. Pero como todo lo que se hace por las elites de los países en las que los mandos intermedios tienen que montar algún estropicio, lo suelen hacer en plan chapuza, dejando muchos hilos sueltos, siempre demasiados. Y siempre eso nos lleva a los “fontaneros”, que luego tienen que tratar de arreglar los flecos, más bien, destruir esos flecos, porque, aunque la acción esté perfectamente diseñada para obtener el fin que se busca, algo que puede pasar, pero algo que en aquella ocasión fue bien, básicamente porque todos los implicados nunca perdieron los nervios. Unos, porque no era la primera vez, y otros, porque su propia inutilidad y mala fe se lo impidió.
Sin embargo, el miedo a que veinte años después conozcamos la verdad es tan grande que no han dudado, como no han dudado en esos veinte años, en mantener “la omertá”. Y eso que, cuando el día once de marzo se cumplan los veinte años, la Ley vigente de cuando se produjeron los hechos, pondrá a los mismos fuera de la persecución de la Ley. Inexplicablemente, con posterioridad, se ha legislado que los delitos de terrorismo no caducan y pueden ser perseguidos sus autores de por vida. Lo cual choca frontalmente con la famosa Ley de Amnistía, que el actual desgobierno va a implantar. Simplemente, si alguien da un golpe de Estado con, incluso, un muerto, como en el último de Cataluña, la solución es que nunca ha sucedido, que es, en definitiva, lo que a la postre la ¡Amnistía! viene a decir que ha sucedido.
Pero en este caso, no es un fallecimiento de un ciudadano francés en Barcelona, sino el de “193”, que se sepa, en los atentados sucedidos en los trenes de las líneas de cercanías que se dirigen a Atocha. Llama la atención en estos atentados, no el hecho como tal, sino lo que hemos conocido después, y es, indudablemente, la lucha que los tres diferentes grupos dentro de las Fuerzas de Seguridad por imponer una versión que satisficiera a quien en realidad les mandaba. Curioso. Yo he llevado un uniforme treinta y nueve años, y he tenido muy claro que mi lealtad era a España. Pero desde siempre tengo muy claro que muchos, en este caso los miembros de las Fuerzas de Seguridad, no tienen ese mismo concepto tan claro.
En el caso que nos ocupa, “las carreras” (de correr) de unos y otros nunca fue por averiguar la verdad, ni siquiera fue el principio más básico, que es evitar la repetición. Tampoco, y sobre todo, conocer a posteriori a los responsables: desde el que puso las bombas, hasta el que tuvo el sueño onírico de destruir a España. No, lo más importante fue crear pruebas falsas, como los jueguecitos con los vehículos, que sí, que no estaban o existían, aparecieron oportunamente. El que aparecieran parte de las bombas, los detonadores, un manojillo acompañado de pistas coránicas. La aparición de una nueva bomba, que no había explotado y que contenía metralla, cuando las que explotaron no llevaban ese elemento, y se cree que ni siquiera tenía la misma composición que el explosivo.
También, la puesta en marcha de “una cortina de humo” para confundir a las autoridades vigentes en ese momento. Nuevamente aparece el factor “lealtad”. Este era el verdadero objetivo de los atentados: que el partido del Gobierno perdiese unas elecciones en menos de una semana. Y para ello se puso en marcha una operación, la de, “No debemos tener un Gobierno que nos mienta”, que de rápida que fue, es imposible que no estuviese diseñada y puesta en marcha antes de los atentados.
¿Quién estuvo detrás de todo? No lo sabemos. Pero quien sí lo conoce, ojo de momento, digo conoce, son los Servicios Secretos de dos países a los que el actual desgobierno llama amigos y, a los que continuamente agasaja. A uno de ellos en concreto le acaba de regalar 45.000 millones de euros por su silencio. La verdad es que este es el último pago de momento, ya que, si miramos desde 2004 lo que ha sucedido, podemos decir que no es muy normal y en condiciones habituales, lo que se le ha dado a dicho país. Tampoco tiene mucho misterio. No lo pagan ellos, sino usted y yo de nuestros impuestos, es decir del teórico 60% que nos están quitando de nuestros beneficios mensuales. ¡Quitando!, Exactamente eso, aunque el pueblo me da la impresión de que es feliz con ello.
¿Hasta cuándo? ¡Hasta siempre!, porque en los últimos cuarenta y cinco años han conseguido que, excepto una minoría, haya una mayoría de hooligans que son incapaces de pensar, solo son capaces de creerse lo que dice ¡la caja tonta! Lo que sucede es que al final esta gente que desconoce lo que significa ¡lealtad!, se va de rositas y, aunque les importa una higa lo que sepamos o pensemos, procurarán que nunca sepamos la verdad, no sea que algo extraño suceda y de repente el pueblo despierte. Y ahí lo dejo….
José Antonio Ruiz de la Hermosa es, de primera formación, Sanitario y Capitán retirado de Sanidad Militar. Después, historiador, escritor y divulgador. Actualmente dirige en Decisión Radio varios programas de divulgación histórica y “La Cortina de Humo” sobre la actualidad nacional. |
2 comentarios en «11M, ¿Por qué nunca sabremos la verdad? | José Antonio Ruiz de la Hermosa»
Muy bien, le mando un fraternal abrazo.
Así se habla, bien clarito, sin tapujos, medias tintas ni paños calientes. Desgobierno infame y mafioso de auténticos criminales totalitarios y antiespañoles sostenidos por una sociedad infecta de borregos sumisos y acríticos, cobardes, hedonistas, amorales, egoístas, ignorantes, indolentes y aterrados. Un cóctel explosivo para la supervivencia de la que fue en su día la Nación más grande.