¡¡¡Viva la contaminación!!! | Luis Antequera

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            Se ha convertido en un mantra de difícil extirpación. Nos suben los impuestos, nos abrasan a regulaciones y prohibiciones, y por supuesto, nos hacen sentir culpables, sobre todo, nos hacen sentir culpables… y todo… ¡¡¡para evitar la contaminación!!!

             Nos dicen que Madrid es una de las ciudades más contaminadas del mundo… ¡¡¡pero tiene la esperanza de vida más alta del planeta!!!

Pero lo cierto es que cuando no había contaminación, sólo uno de cada tres niños sobrevivían al parto, y sólo uno de cada cuatro o cinco superaba los cuatro años. Ahora que “hay contaminación”, la muerte de un niño en el parto es un fenómeno inexistente, y la práctica totalidad de los niños supera los cuatro años.

Cuando no había contaminación, una de cada cuatro madres se quedaba en ese mismo parto. Ahora que “hay contaminación”, una de cada mil madres o menos se muere en dicho suceso.

Cuando no había contaminación, la esperanza de vida no superaba los cuarenta años. Ahora que “hay contaminación”, supera los ochenta. La vida de un ser humano se ha duplicado.

Cuando no había contaminación, la muerte era algo más que el final de la vida, era un momento de ésta particularmente aterrador, que podía venir acompañada de los más atroces sufrimientos imaginables prolongados a lo largo de días, semanas, meses y en los peores casos, hasta años. Ahora que “hay contaminación”, los avances de la medicina hacen mucho más llevadero un proceso tan terrible como el del final de la vida.

Cuando no había contaminación, te cortaban una pierna o un pecho en vivo. Ahora que “hay contaminación”, cuando hay que cortarle a uno una pierna o un pecho, cosa que se hace cien veces menos que antes, se lo hacen con anestesia, en un moderno hospital, aliviándole al grado sumo lo traumático de un drama como lo es una amputación.

Cuando no había contaminación, el 90% de los habitantes del planeta pasaba hambre. Ahora que “hay contaminación”, el 90% de los habitantes del planeta no pasa hambre. Cuando con mil millones de habitantes sobre el planeta, Thomas Malthus pronosticó que el crecimiento de los seres humanos se produciría en progresión geométrica, y el de los recursos en progresión aritmética, poco se imaginaba que ocurriría exactamente al revés, y que hoy, con ocho mil millones de habitantes sobre la Tierra, se ha reducido impresionantemente el porcentaje de pobres y desfavorecidos.

Cuando no había contaminación, sólo se podía comer lo que daba la tierra en cada lugar, y eso cuando lo daba, que no era todos los años. Ahora que «hay contaminación», podemos comer lo que nos plazca, venido de cualquier lugar del mundo, en cualquier momento del año.

Cuando no había contaminación, los campos no producían prácticamente nada, y una simple tormenta a destiempo, provocaba una auténtica hambruna. Ahora que “hay contaminación”, una tormenta puede perjudicar una cosecha y hacer subir los precios, pero no produce ni hambre.

Cuando no había contaminación, el 90% de los habitantes del planeta se moría de frío en invierno y de calor en verano, y cuando digo morirse, digo morirse, es decir, dejar de vivir. Ahora que “hay contaminación”, el 90% de la población se puede permitir quejarse desde su casa del mucho frio y el mucho calor que hace en la calle.

Cuando no había contaminación, tenías que ir a lavarte al río -y eso si lo tenías cerca-, había quien no conocía el baño en toda su vida y lo normal era bañarse una vez al año. Ahora que “hay contaminación”, el 90% de la población abre un grifo y sale agua.

Cuando no había contaminación, las aguas fecales formaban parte del ambiente cotidiano de pueblos y ciudades. Ahora que “hay contaminación”, la mayoría de los seres humanos ni siquiera sabe lo que son las aguas fecales.

Cuando no había contaminación, el acceso de los señores más poderosos a los grandes bienes y a los grandes placeres sólo era posible sobre la base del trabajo de esclavos o de personas que recibían salarios de miseria. Ahora que “hay contaminación”, casi todos los placeres y entretenimientos son accesibles a todas las clases sociales, sobre la base de la fuerza que proporcionan las diversas fuentes de energía existentes independientes del trabajo humano.

Cuando no había contaminación, el 90% de la población del mundo (y más) vivía bajo el umbral de la pobreza. Ahora que “hay contaminación”, es el 10% de la población la que vive bajo el umbral de la pobreza.

Cuando no había contaminación, había peste. Ahora que “hay contaminación”, ya no hay peste.

Cuando no había contaminación, ir de Madrid a Aranjuez le costaba a la reina Isabel II una jornada entera y llegaba agotada. No digamos a los que no eran Isabel II y tenían que hacerlo a pie. Ahora que “hay contaminación”, ir de Madrid a Australia, que son sus antípodas, le cuesta a cualquier madrileño catorce horas, poco más de media jornada, lo hace mientras duerme y al llegar continúa con toda normalidad su jornada de trabajo.

Cuando no había contaminación, ponerse en contacto con una persona en el pueblo de al lado era imposible. Ahora que “hay contaminación”, cualquier persona puede comunicarse doscientas veces al día con doscientas personas que vivan en cualquier lugar del mundo.

Cuando no había contaminación, ¡las casas estaban completamente contaminadas con el humo de las hogueras encendidas a base de troncos de madera, los excrementos de animales y de seres humanos, los bichos de todo tipo y hasta ratas! Ahora que “hay contaminación”, en las casas no hay ninguna contaminación.

Cuando no había contaminación, las casas olían a perro, a gato, a vaca, a caballo… a mierda. Ahora que “hay contaminación”, las cosas huelen a ambientador, y si no, a nada.

Cuando no había contaminación, una mala lluvia producía una inundación en vastísimos territorios, con miles y hasta cientos de miles de víctimas en algunos casos. Ahora que “hay contaminación”, una inundación se cobra cien víctimas y muchas son.

En resumen, cuando no había contaminación la práctica totalidad de la población pasaba hambre, sed, frío, dolor, privaciones mil… Ahora que “hay contaminación”, esas situaciones son desconocidas para el 80% de la población mundial.

¿Se dan Vds. cuenta de que, si lo piensan bien, un español de la clase más desfavorecida, ahora que “hay contaminación”, vive mejor que Luis XIV, reputadamente el paladín del lujo de su época, cuando «no había contaminación», y tiene en su casa una cocina, una cama, una calefacción, un coche, un teléfono, una ducha, un ordenador y un hospital para cuando vienen mal dadas, que para sí habría querido «el pobre» Luis XIV en Versalles?

No, ¡basta ya! ¡Estoy cansado de sentirme culpable por haber producido “contaminación” en el planeta! La supuesta contaminación del planeta (ni siquiera se ponen de acuerdo sobre qué es contaminación y qué no) ha traído al ser humano mucho bienestar, mucha prosperidad y mucha tranquilidad. ¡Y yo no quiero que me lo quiten en nombre de “la contaminación”, y menos aún acepto que me hagan sentir culpable!

             ¡La Tierra es para el Hombre, y no el Hombre para la Tierra!

¡¡¡Viva la contaminación!!! ¡¡¡Bendita contaminación!!!

Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 ©Luis Antequera | Escritor

            Si desea ponerse en contacto con el autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es.

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