Un pueblo, antaño indomable, que trata de resurgir | José Antonio Ruiz de la Hermosa

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Durante muchos años España ha sido siempre catalogada por los que han tenido contacto con la Nación y con sus nacionales como un país que era de fiar y una población que sonreía y ayudaba. Yo mismo durante más de treinta años he servido a esa España en los lugares más conflictivos del Orbe y en ellos he visto como mis compatriotas se convertían en los representantes del buen hacer y sobre todo de la ayuda moral y de valores a quienes se encontraban en la problemática más difícil. Ahora vivo en unos momentos de tribulación y creo que no es casualidad.

 

La “Historia” nos demuestra que los españoles hemos sido siempre diferentes en el trato con los demás y su actuación en el mundo ha sido acorde con esa diferencia. Los pueblos anglosajones y, en general, los de los países que dan a los fríos mares del norte europeo, han sido siempre depredadores de los demás. Los vikingos, los suecos o los holandeses, junto con los británicos, se han caracterizado siempre por tejer imperios que basaban su acción en la depreciación a los bienes y personas de los lugares que decían colonizar y, ciertamente, colonizaban en la peor acepción de la palabra.

 

Nunca España y los españoles se han dedicado a la trata de esclavos, salvo en pleno ya siglo XIX y en el caribe. Y no todos los españoles, pues si tiramos de la lista y nómina de negreros en Cuba e islas adjuntas, encontraremos que la procedencia de los citados esclavistas es siempre la misma, la de los que ahora. Y a falta de esclavos de otros lares, quieren esclavizar a sus propios congéneres que habitan en la misma piel de toro que ellos, pero esclavizar sin cadenas, pero sí reduciéndoles a esclavos económicos o sociales, expoliando, cual colonizador británico, hasta el último valor físico o moral que esté a la vista.

 

España fue en varias ocasiones ejemplo de hacer democrático. Veamos declaraciones de políticos de todo el mundo en los años setenta a los noventa del siglo pasado, pero no era verdad. Se utilizó a España como laboratorio de ideas, de maquinaria de destrucción y sometimiento a medio plazo, es decir a cincuenta años vista por aquellos que aplaudían, pero engrasaban los bolsillos de quien decía representar esa labor democrática y de libertad. Algo que solo se creyeron los españolitos de a pie, mientras los políticos, esos individuos que son capaces de robar a un niño su caramelo mientras le sonríen, nos vendían las ventajas de un sistema autodestructivo.

 

Recordemos aquel viaje de Kissinger a Madrid, en el que no obtuvo una buena impresión del entonces Presidente del Consejo de Ministros, señor Carrero, y que significó que un grupo terrorista, teóricamente fundado y financiado por la Unión Soviética, enviase a ese hombre camino del cielo a la mañana siguiente, a cien metros en línea recta de la embajada norteamericana, mientras el Secretario de Estado visitaba París, por lo que le dio tiempo a volver a las exequias de quien se había opuesto a sus tejemanejes para el futuro de España.

 

Nunca debe olvidársenos, que unos días antes de la muerte oficial de Franco, su sucesor viajó al Sáhara y allí prometió defender a los ciudadanos españoles, de origen peninsular o de origen sahariano, de la injerencia extranjera. Por si no lo saben, los nacidos en el Sáhara Español eran españoles de nacionalidad y tenían un DNI igual que el mío, pero que desde 1975 nunca les ha sido renovado. Pues unos días después, el gobierno español y su flamante Jefe de Estado decidieron retirarse del Sáhara, y de donde hiciera falta.

 

Dirían que, ¿a qué viene esto? Pues, a que muchos años después, los desgobiernos de España y los aspirantes a mandar en ella, han prometido por activa y por pasiva, muchas cosas sobre la territorialidad de las diversas regiones y provincias de nuestra Patria. Kissinger sigue vivo, más de 100 años tiene ya, y sus últimas declaraciones sobre España, sobre Europa y sobre la población mundial y la necesaria reducción de la misma, pasan precisamente por la disgregación de los Países y Naciones en otros más pequeños, y más fáciles de manejar por las élites mundiales.

 

España, país que fue aglutinador del sesenta por ciento de la tierra y sus hombres es reo de eso, precisamente, de lo que comentábamos al principio. Es decir, de tener valores y de tener ideas y sobre todo fe cristiana. Algo que no nos perdonarán jamás ni los sionistas, ni los anglosajones y que es el porqué del trasfondo de nuestra persecución, caída y destrucción. Y ahí es donde incide la política de los lobbies internacionales. En la conversión en los hombres de la novela de 1984, de aquellos españoles que les podían hacer frente.

 

¿Lo han conseguido? Pues casi. Casi lo consiguieron en la Primera y Segunda República. Y no hay dos sin tres. Y a los hechos sucedidos por 350 representantes de Dios sabe quién en la casa de la democracia, habrá que pensar en hacer algo con ellos y su casa, pues en la calle Ferraz, las calles de Madrid, y de muchos otros sitios, ya hemos visto como un pueblo antaño indomable trata de resurgir. Y ahí lo dejo…

José Antonio Ruiz de la Hermosa es, de primera formación, Sanitario y Capitán retirado de Sanidad Militar. Después, historiador, escritor y divulgador. Actualmente dirige en Decisión Radio varios programas de divulgación histórica y “La Cortina de Humo” sobre la actualidad nacional.

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