Un cambio silencioso de régimen | Pío Moa

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palacio moncloa gay

La proliferación de banderas lgtbi en edificios oficiales indica un verdadero cambio de régimen que se va produciendo de manera disimulada pero indudable. De un régimen más o menos democrático a un régimen lgtbi, con el que hoy se identifican los países de la UE (salvo Polonia y Hungría) y de la OTAN.  El nuevo régimen convierte los asuntos y problemas íntimos de  grupos particulares  en el núcleo de la acción política y social y extiende sus competencias hasta los sentimientos personales, con leyes ad hoc llamadas “de odio”. Una tiranía nunca vista y que sin embargo viene siendo aceptada “como quien no quiere la cosa” en casi todo el mundo occidental. Se trata de un sistema totalitario “suave” en que el GULAG es sustituido por la llamada “cultura de la cancelación”, y la detención directa por la muerte civil.

Señor Doctor:

Ha colgado usted en  el palacio de la Moncloa unas grandes banderas de los grupos lgtbi. Se trata de un acto delictivo, anticonstitucional, como tantos que usted ha perpetrado. Esos grupos, como cualesquiera otros, pueden hacer su publicidad, pero con su propio dinero y sin agredir los sentimientos e intereses de quienes no piensan como ellos. Y no hay mayor agresión, perpetrada por agentes suyos en el poder como usted mismo, que imponer sus banderas  y símbolos en edificios oficiales, como si el régimen político hubiera cambiado de pronto. Se trata de una evidente  usurpación delictiva. Como lo son las subvenciones a esos grupos con dinero de todos. Por lo demás, la ley de banderas dispone que en edificios oficiales solo pueden ondear las a su vez oficiales, que en principio representan a todos los españoles, con sus diversas opiniones. Por lo tanto, habría que aplicarles  la ley a usted y los suyos, con las sanciones correspondientes. Para colmo de injuria, ustedes acusan de odio a quienes no tragan tales agresiones, tan cargadas a su vez de odio. Estos abusos se unen a tantos más, incluso más graves, como las leyes de falsedad histórica o las llamadas de género. Han logrado ustedes,  con su auxiliar  PP, anestesiar a gran parte de la población, pero es de esperar  que se les aplique la ley, como digo,  y que su jolgorio a cuenta del país tenga los días contados.

En la misma línea se  jacta su predecesor Zapatero: “Cambiamos 17 palabras del Código Civil, del Código Civil Napoleónico, heredero del derecho romano, intangible e intocable. Cambiamos 14 palabras y todo el mundo se pudo casar con quien quiso en este país”. Y comenta con entusiasmo un ex letrado del Tribunal (anti) Constitucional, un tal Urías: “Estas palabras deberían enseñarse en las facultades de Derecho”,  porque “el derecho, como la política, ha de ser ante todo el canal para las reformas y los cambios”. Un nazi o un comunista podrían estar muy de acuerdo, e incluso afirmar que ese cambio, como dice el anticonstitucional fulano, traería “más alegría y libertad, y menos tristeza y represión”. Pero claro está que un demócrata no puede dedicarse a jugar caprichosamente  con las leyes, juego que la historia demuestra ser muy peligroso. Zapatero  hizo reformas como las leyes de género,  leyes contra la verdad histórica y similares, cambios y reformas que llenan a algunos de euforia pueril, pero que atacan las bases de la libertad y la democracia.

Por lo demás, no deja de ser una ilusión eso de que “todo el mundo se pudo casar con quien quiso”. Naturalmente, podemos considerar matrimonios un gaymonio, de sexualidad forzosamente estéril (o, puestos a eso,  un “matrimonio” entre una persona y un  animal, por qué no, pues los animales también tienen derechos en la terminología  de usted o de Zapatero). Todo parece cuestión de palabras.  Como podemos llamar  legítima adquisición al robo o a la okupación, convirtiéndolos en “normales”  (ya lo son, en buena medida, bajo su gobierno). O llamar defensa de los trabajadores a las mariscadas de los sindicalistas. O llamar “democráticas” leyes contra las libertades básicas y la realidad histórica… La posibilidad de pervertir el lenguaje no tiene límites.

Pero la realidad sí los tiene. Usted y  los lgtbi con quienes usted se identifica pueden cambiarse de género gramatical, pero no de sexo biológico. Se puede, claro, mutilar el cuerpo o trastornar el organismo de diversas maneras, algo que a la larga pagarán caro quienes se dejen llevar por esa grotesca palabrería. En fin, el régimen liberticida que han traído  ustedes en España  ha de tener fin,  y esperemos que no tarde mucho.

Pío Moa | Escritor | https://www.piomoa.es/

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