Por tierras de España: Tres castillos | José Riqueni Barrios  

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De los más de diez mil castillos censados en España, habiendo visitado una pequeña parte de tan diverso muestrario, son tres los que de tarde en tarde se muestran en nuestra memoria, quizás porque en su día nos causaron honda emoción, otra explicación no logramos alcanzar.

El castillo de Loarre (Huesca), la fortaleza de Gormaz (Soria) y castillo de Calatrava la Nueva (Ciudad Real) componen un conjunto que ciertamente nos conmovió en un pasado y que, a modo de fotogramas, regresan cuando sin pensarlo, de manera inconsciente, la memoria abre la ventana de la nostalgia.

 

Castillo de Loarre (Huesca)

 El castillo de Loarre se nos dibuja allá en una tarde agosto, de cielo gris. Un escenario casi neblinoso y de finísima lluvia que acompañaba a la perfección el misterio y la historia de tan bella construcción encastrada en la roca. A él llegamos hace muchos años, más de treinta, cuando aún no existían tantas guías de viajes, ni tantos mapas, ni páginas webs con rutas turísticas… Un coche con matrícula de Madrid, otro con matrícula de Francia y nuestro carruaje con el distintivo SE de Sevilla eran los únicos vehículos visibles en la explanada de acceso. Hoy en día, no quisiera imaginarme cómo puede estar aquello de coches.

El castillo fue construido en el siglo XI por orden de la reina Ariadna de Pamplona, para servir como avanzadilla fronteriza navarra y desde la que poder organizar los ataques contra la localidad de Bolea, situada en la llanura que domina la construcción. De esta época datan el edificio real, la capilla, el torreón de la Reina, el patio de armas, las estancias militares y de servicio y la torre del homenaje (antigua torre albarrana).

Posteriormente, hacia 1071, durante el reinado de Sancho Ramírez se realiza un ampliación que le daría la forma que mantiene en la actualidad. De esta época son las demás construcciones incluida la iglesia. El recinto amurallado se construye en 1287.

En la entrada al recinto encontramos tres monos tallados en las columnas, uno tapándose los ojos, otro la boca y otro los oídos. Se trata de un símbolo para hacer saber que nadie debía hablar sobre lo que sucedía en el castillo, bajo pena de muerte. Aquello, estimados lectores, no era T5.

Y aquí, en este lugar, surge una nueva leyenda de las muchas que hemos ido recogiendo por Tierras de España: “Por los pasillos de Loarre vaga el fantasma de la Abadesa de Loarre”. Cuenta la leyenda que, en un conflicto militar, cae prisionera la Abadesa de Loarre y la encierran en las mazmorras del Castillo. Una noche, el cuerpo desaparece y es desde entonces, en la noche de San Juan, cuando el fantasma de la abadesa puede verse vagar por sus pasillos.

Leyendas que, cuando llegan a nuestros oídos, prestos a escuchar muy atentos estas historias, se convierten en golosinas inesperadas que saboreamos con sumo deleite, porque España son sus gentes, sus paisajes, su historia, tradiciones, gastronomía y también, cómo no, sus leyendas de un pasado lleno de esplendor y sustancia que tanto contrasta con un presente huero, insípido, a la deriva.

El castillo de Gormaz, en su origen alcazaba árabe, fue construido en el siglo X y se localiza al sur de la provincia de Soria. A pesar de que sólo quedan sus ruinas, el conjunto nos transmite de algún modo que estamos ante la mayor fortaleza califal de España y Europa, a cuyos pies se disemina el caserío de la población del mismo nombre, Gormaz.

En el siglo X, los contornos de este enclave estaban sometidos a continuos y feroces ataques por el dominio de la frontera del Duero, de ahí que la llamada “línea defensiva del Duero” esté salpicada de edificaciones con función militar.

Estamos ante una fortaleza ha sido testigo de personajes como Galib (general de Abderramán III), Almanzor o Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, alcaide de la misma en 1087. En el Cantar del Mío Cid, se la describe como “castiello tan fuort”.

Castillo de Gormaz (Ciudad Real)

Con unos 1200 metros de perímetro, 446 de largo y 60 de ancho, lienzos de 10 metros de altura, su superficie interior era capaz de albergar la tropa, caballería, aparejos, armas, víveres e incluso agua de lluvia que se recogía en una alberca de planta cuadrada y grandes dimensiones excavada en la roca.

Ubicada sobre un promontorio rocoso desde el que se domina el valle del Duero, esta imponente construcción medieval se edificó casi en su totalidad con sillares labrados y cuenta con dos zonas diferenciadas y separadas por un foso, hoy cubierto: El alcázar y el recinto amurallado. En el alcázar encontraremos la torre de Almanzor (s.X), la sala de armas y la Torre del Homenaje, que sirve de puerta de entrada al alcázar. En la zona norte encontramos una poterna califal y los restos del aljibe.

Estamos en la comarca de Campo de Calatrava, al sur de Ciudad Real.

Desde el abandonado castillo de Calatrava la Vieja (Calat-Trabat), a orillas del Guadiana, hasta la frontera de Calatrava la Nueva, linde con Sierra Morena, contemplamos lo que fue el feudo de aquella orden militar.

A mediados del siglo XII, la frontera entre cristianos y sarracenos avanzó hasta el valle del Guadiana, lo que dejaba estas tierras como frente de batalla.

El Sacro-Convento y Castillo de Calatrava la Nueva se halla situado en la cima del cerro Alacranejo, un cono a 936 m de altitud en cuya base encontramos pedrizas y canchales que hacen difícil el acceso, conjunto sito en el término municipal de Aldea del Rey, frente al castillo de Salvatierra (Calzada de Calatrava) -otro punto geoestratégico cargado de historia, de conquistas y derrotas-, que podemos observar a lo lejos en la otra orilla de la carretera CR-504.

Su enclave, una posición de indudable valor estratégico, controla uno de los pasos naturales hacia Sierra Morena y se alza como vigilante pétreo e inmóvil de la vía natural que une el valle del Guadalquivir con la Meseta.

No se conoce con exactitud el año en que se inicia su construcción, si bien hay referencias de su uso por Nuño de Lara en 1187 como antiguo Castillo de Dueñas. En 1191 Rodrigo Gutiérrez Girón y su segunda mujer, Jimena, donaron por sus almas a la Orden de Calatrava la mitad de las rentas y heredades que tenían en este antiguo Castillo de Dueñas, dejando expresamente la mitad de las rentas a favor de los hijos del primer matrimonio del donante. ​Tres años después, estos vendieron a la Orden sus derechos en el castillo por la suma de 1000 maravedís. ​

Castillo de Calatrava la Nueva (Ciudad Real)

En 1201, Alfonso VIII confirma a los calatravos la propiedad íntegra del castillo. En 1211 los musulmanes recuperan el cercano Castillo de Salvatierra, que no volvería al dominio de los cristianos hasta 1226.

La fortaleza actúa, de unos 46.000 m2, fue construida por los caballeros calatravos después de la batalla de las Navas de Tolosa, empleando como mano de obra a buena parte de prisioneros tomados en dicha batalla. Una vez erigida, se convirtió en sede de la Orden de Calatrava, y en una de las más importantes fortalezas de Castilla. Su historia corre pareja a la de la propia Orden.

Fue construido para sustituir, como sede maestral, a la ciudad de Calatrava la Vieja, situada más al norte, en la margen izquierda del río Guadiana, lugar donde  se fundó esta orden militar y que se divisa a lo lejos.

El bello rosetón que adorna la entrada de la iglesia es de piedra volcánica. Por su parte, el castillo pervivió hasta el siglo XIX, abandonado tras la desamortización del ministro Mendizábal para sanear las cuentas estatales en 1835.

El camino de acceso, a día de hoy empedrado, se hizo para la visita de Felipe II a la fortaleza en 1560 y nos lleva hasta la base del castillo.

En Calzada de Calatrava, todas las tardes de Cuaresma, sale en procesión el “Pecado Mortal”, parejas o tríos de mujeres que portan un antiguo farol, un cestillo y una campanilla con la que anuncian su presencia. Recorren las calles haciendo saber lo efímero de la vida y pidiendo limosnas para las almas del Purgatorio con las letras de sus canciones que repiten una y otra vez: “Para los que están en pecado mortal, para decir misa y hacer bien”…

Recorrer esta comarca, ciertamente nos supuso gran sabor, pues, aunque transitábamos por un terreno llano algo monótono, los nombres de sus pueblos, muchos de ellos terminados en “de Calatrava”, nos dio idea exacta del poder de los calatravos en estas tierras del Señor y nos transportó a un pasado belicoso en el que Dios y las armas iban de la mano frente a la morería, también con su Dios y sus armas: Aldea del Rey, Ballesteros de Calatrava, Cañada de Calatrava, Villamayor de Calatrava…

José Riqueni Barrios | Escritor

 

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