Carlos Cuesta es, en la actualidad, director adjunto del Grupo Libertad Digital y participa en numerosas tertulias radiofónicas y televisivas. Acaba de publicar El Número 1: Sánchez y el desafío totalitario a la democracia española (La Esfera de los Libros), donde retrata la deriva del Gobierno de Pedro Sánchez.
El periodista Ramiro Fdez-Chillón le entrevista para El Debate. Por su interés reproducimos dicha entrevista
— ¿De qué forma valora el informe de la UCO que ha conllevado la dimisión y la prisión provisional de Santos Cerdán?
— Con muchísima alegría respecto a la UCO, porque no se le ha podido atacar más por hacer la función constitucional que tiene. La población lo tiene clarísimo, pero no está de más que tengan un triunfo. Y no es un triunfo para ellos personal, es un triunfo para todos.
Ese dosier tiene una información brutal, que retrata no solamente a Santos Cerdán —que aparece prácticamente mencionado 400 veces— sino sobre toda la dinámica y la trama. Me refiero a dos puntos. Uno, el de la financiación ilegal del Partido Socialista, y el otro, el de cómo estaban cobrando del petróleo venezolano.
Toda esta historia nació a través de una investigación de Víctor de Aldama, que era el contacto de Delcy Rodríguez; una narcodictadora que se metió en España para hacer negocios con la firma y la aprobación personal de Pedro Sánchez. Con aquel famoso mensaje le dijo a Ábalos «vamos a traer a Delcy Rodríguez» —ellos, lógicamente, no le llaman narcodictadora asesina— y respondió Pedro Sánchez con un «Ok». Koldo García Izaguirre, que está aspirando a ser catedrático de la Real Academia de la Lengua, dijo aquello de «como nos va de puta madre y tenemos 1 millón, medio es para ti». Y se lo dijo a Ábalos. Así se repartían el dinero del petróleo venezolano.
Luego, lo de la parte de financiación ilegal es una cosa absolutamente aberrante. Tenían hasta un lenguaje en clave para hablar de ello. Hablaban de distintas ganaderías. De hecho, los de las ganaderías que estaban aportando más al partido consideraban que no se les estaban dando todas las obras que merecían. Llega un momento en el que dices «paren el carro, señores, esas obras las pagamos todos los españoles». No son suyas. Ni del PSOE, ni de Sánchez, ni de Santos Cerdán ni de Anaís y ese tipo de compañías que tiene Ábalos.
Sánchez no ha dejado de atacar los jueces, a la Guardia Civil, a la UCO y a los fiscales que están haciendo su labor
— ¿Cómo define el desafío totalitario al que alude en el título?
— Pues al máximo nivel. Gracias a Dios estamos metidos en una estructura mucho más allá de una nación, que es la Unión Europea. Gracias a eso nos hemos librado de lo que hubiese sido ya —y estoy totalmente convencido— una especie de incorporación al esquema venezolano por parte de España. Pedro Sánchez no ha venido para pasar por el poder, no ha venido para ser un presidente, no ha venido para hacer un programa socialista, no ha venido para generar determinados —como dicen ellos— derechos. Este señor ha venido para perpetuarse. Desde el minuto uno a lo que se ha dedicado es a atacar a la prensa.
Además, no ha dejado de atacar a los jueces, a la Guardia Civil, a la UCO, a los fiscales que están haciendo su labor que, gracias a Dios, es la capa mayoritaria. No ha dejado de atacar a la propia Policía. A la UDEF la ha desarticulado. ¿Dónde está la UDEF? Qué diría Jordi Pujol. En esta ocasión lo diría con razón. Ya ni lo sabemos, porque un tal Fernando Grande-Marlaska ha tenido la encomienda de desarticular ese cuerpo que es totalmente necesario. Él ha venido para acabar con las estructuras democráticas —y por eso el subtítulo del libro— de las que nos hemos dotado desde la Transición y gracias a la Constitución de 1978, y que implican que tú no tienes nunca un poder absoluto.
— También realiza una pormenorizada explicación del caso de Begoña Gómez. ¿Qué ha logrado profesionalmente gracias a su condición de esposa del presidente del Gobierno?
— Ha conseguido todo en su carrera profesional gracias a ser la mujer del presidente del Gobierno. En cuanto hablas de una mujer y dices ha conseguido algo, te dicen «machista». No. Diría lo mismo si fuera un hombre y lo hubiera conseguido por ser el marido de o por ser la mujer de, o por ser quien fuera. Me da olímpicamente lo mismo.
Gómez llega de una empresa muy pequeñita, Task Force, que es integrada en un grupo que se llama Grupo Inmark. Y es una empresa pequeña. Una compañía donde ella se dedicaba, sobre todo, a labores de conseguir determinados apoyos para campañas del tercer sector, de ONG. Lo resumo de una forma muy gráfica. Cuando salgamos de un Mercadona o de un Corte Inglés y veamos a unos señores con una carpeta recogiendo firmas: «por favor, quieres ser contribuyente de ACNUR…» Esas campañas eran las que diseñaba Begoña Gómez.
De ahí salta a ir acompañada del secretario general de la Organización Mundial de Turismo, Zurab Pololikashvili, que forma parte de la ONU. La acompañó a ruedas enteras con ministros en certámenes internacionales de la OMT, o viajes, por ejemplo, a Ghana, para que firmara acuerdos. También consiguió dirigir una cátedra cuando no tiene titulación universitaria. Y el rector se desplazó —para amoldar esa cátedra creada donde estuvo enchufada— a la Moncloa para sentir una buena presión del Ejecutivo.
Logró acceder al África Center de una institución como el IE University, que le ha dado la capacidad de entrar en todos esos focos de países africanos para, a su vez, hacer negocios. Llevaba un cartel debajo porque se presentaba —y esto es cuestión de comprobarlo en muchos de esos países africanos— como primera dama, aunque en España no existe esa figura, y si existiera sería la Reina, no ella.
Ella no tenía ninguna capacidad de colarse en certámenes internacionales de nada, y acabó siendo acompañada por Aldama, por parte del Gobierno —porque en ocasiones iba Koldo García Izaguirre— por Javier Hidalgo, por Zurab Pololikashvili. Eso no lo tenía ni por lo más remoto, y todo lo ha conseguido gracias a ser la mujer del presidente del Gobierno.
— Una de las grandes preguntas que se hace el votante medio conservador es si aguantaría un Gobierno de derechas todo lo que está viviendo Pedro Sánchez
— No habría llegado ni a la primera curva. Y cuando me refiero a la primera curva, me refiero a la tesis doctoral falsa. Este Gobierno, nada más arrancar, tuvo una primera dimisión ministerial. Se le encontraron determinadas cuestiones más o menos discutibles, fiscales, a una persona, y esta dimitió. El siguiente caso fue la ministra de Sanidad, Carmen Montón, la del máster. Efectivamente, dimitió. A partir de ahí, Pedro Sánchez aprendió la lección. Dijo, «a ver, ¿aquí quién manda?, ¿mando yo? Se acabó». Dejó de dar respuesta a cualquier reclamación de crítica, de información o de transparencia.
— ¿Qué tipo de control ejerce el Gobierno sobre los medios de comunicación y qué consecuencias tiene para la libertad de prensa en España?
— La prensa está para hacer un libro entero sobre nosotros. La prensa tiene un problema, desde mi punto de vista, en la propia definición de la carrera. La formación de la carrera no es suficiente para una profesión con la responsabilidad tan potente como la que tenemos los periodistas. Creo que ese diseño fue intencionado. A menor formación, menor capacidad crítica.
Al final es un mercado en el que, si tú no eres capaz de ofrecer un determinado tipo de información, de investigación, tu periódico o tu medio de comunicación —evidentemente— va a quedarse lastrado, y acabas dependiendo de las subvenciones públicas y de la publicidad institucional, que no deja de ser una subvención. En el momento en el que ocurre eso empieza a generarse lo que estamos viendo en España; una capa que está más pendiente de quién le designa para poder tener representación en «X» medios, o a quién le da voz, o a quién le da determinadas noticias. Están mucho más pendientes de eso que de buscarlo ellos.
El periodista debe tener una responsabilidad y una formación adicional, y una valentía mayor a la que observamos en España. La profesión debe ser desafiante siempre con el poder o con las distintas esferas de poder. Con la oposición también tienes que ser crítico. Y en España se observa una dependencia absoluta.