Roca Barea: «La sombra de la España negra es hoy más negra que nunca»

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Elvira Roca Barea es ya una esperada y aclamada autora desde sus Imperiofobia y la leyenda negra, el ensayo histórico convertido en best-seller; Fracasología: España y sus élites: de los afrancesados a nuestros días –premio Espasa 2019-, entre otras.

Ahora, bajo el título Las brujas y el inquisidor, la escritora, ensayista y filóloga Elvira Roca Barea llega de nuevo, espléndidamente, a las librerías con una novela que ha merecido el premio Primavera.

Nieves B. Jimenez la entrevista para la Gaceta y que por interés reproducimos fragmentos de la misma:

Se ha decidido por fin a abordar la novela histórica, con lo que requiere de estudio exhaustivo y los problemas que surgen con la investigación. ¿Cómo se prepara una para afrontar un tema del que normalmente se tiene poca información y documentación? 

Este caso no es una novedad para mí. Hace muchos años que me interesó el caso de Zugarramurdi, por las lecturas de Caro Baroja. A través de Zugarramurdi, descubrí a Alonso de Salazar y es un tema que nunca solté. Fíjate que cuando eran mis hijos pequeños alquilamos una autocaravana y recorrimos toda la zona y de eso debe hacer como diez años. El arquetipo del malvado inquisidor, fanático y asesino, está creado desde Schiller en el Don Carlos en el siglo XVIII, y fue una creación genial. De ahí pasó a Verdi, a Dostoievski, a Umberto Eco…

Y, ha escrito sobre esto…

Un arquetipo literario es un patrón con una fuerza de convicción formidable. Salta por encima de la obra literaria que lo crea, coloniza territorios, vence el paso del tiempo. Cualquier inquisidor que apareciera en el horizonte tenía y tiene que ajustarse a ese patrón. Como cualquier don Juan que aparece tiene que ser un don Juan. Por eso don Alonso no podía existir a pesar de los libros que hay sobre él, principalmente los de Gustav Henningsen, El abogado de las brujas y The Salazar Documents. Fíjese que todos esos inquisidores son de ficción y don Alonso no. Pero el arquetipo literario puede con la realidad. Y luego está el prejuicio inquisitorial fortísimo en todas partes y especialmente en España, que como vive en la autarquía desde hace varios siglos pues se cree que la Inquisición es una institución excepcional, como si no hubiera habido nada parecido nunca jamás. Catetez y autarquía. Viene a ser lo mismo. Ah, y cobardía. Mucha cobardía. Miedo a significarse, a que te señalen con el dedo, a ser diferente. Aquí la tónica es ponerse estupendo y luego meterse debajo de la mesa camilla.

Nos deja la necesidad de un espíritu crítico desde el que autocuestionarse ante los que se creen poseedores del monopolio de la verdad así como observar el mundo y ponerlo en duda hasta alcanzar la verdad…

Sin duda, don Alonso es un héroe de la razón y el escepticismo, pero no sólo eso. Lo es mucho más porque no se plegó a la creencia general, por muy general y unánime que fuera. Y eso siempre es peligroso, entonces y ahora.

Ya decía Ramón y Cajal que el problema de España es un problema de cultura, ¿coincide?

Pues no. Simplemente no creo en “el problema de España”, así metafísicamente. En cada tiempo o circunstancias habrá unos problemas u otros. Echarle la culpa de los problemas de aquí y ahora a “España” o a una entidad inaprensible y sin definir llamada “el problema de España” es como buscar la solución a un problema verdadero y concreto en una pócima brujeril. En cuanto a la cultura, pues ha habido épocas mejores y peores. Tampoco es la piedra filosofal.

Como siempre, pecamos de no conocer del todo nuestra historia, ¿esto es dejadez? Y lo peor es que se está alentando eliminando desde los planes de estudio las Humanidades, los clásicos…

Eso son dos preguntas. El desconocimiento que se tiene de la historia de España procede en gran parte de haber confundido la historia del imperio hispánico y la España contemporánea, asunto de máxima actualidad. Tiene muchas causas pero principalmente dos: la asimilación del argumentario de la leyenda negra por influencia del clero, que ha educado a las élites españolas generación tras generación y por influencia de la nueva dinastía tras la Guerra de Sucesión que impuso una política de Estado encaminada a borrar de la tierra los logros del periodo Habsburgo. Esa es una cuestión y la otra que Vd. plantea, que es la eliminación de las humanidades, no es un problema específicamente español. Hay que salir de la autarquía y “el problema de España”. Esto está ocurriendo en todo Occidente y sus causas son muy complejas.

¿Sigue siendo la sombra de la España negra aún alargada? ¿Estamos más pendientes del pasado que del futuro? Casi explicamos España, diariamente, sólo a través de los sucesos y de las crisis que sufrimos que en avanzar con proyectos, ¿no cree?

Más negra que nunca toda vez que prosperan los profetas de la fragmentación política, aquí y en América. Aquí los llamamos nacionalismos periféricos y en América indigenismo, pero es la misma cosa: la huida hacia la aldea idílica previa a la llegada monstruosa de lo español. La demonización es absoluta toda vez que el español como idioma y como cultura ofrece los únicos elementos de cohesión, de koiné, que permiten la construcción de las naciones políticas que nacieron del desmembramiento del imperio. México necesita la koiné hispana para su construcción nacional. El elemento azteca no ofrece elementos de cohesión que permitan una construcción nacional. Ni lo mapuche en Chile, ni lo inca en Perú. Y lo mismo pasa en España. La demonización de todo lo que tenga que ver con España es imprescindible en el proceso de fragmentación en curso, aquí y en América. Si esto no cambia en pocas décadas pasaremos de ser veintitantas naciones a ser treinta y tantas.

Volvemos al inquisidor que ha sido un personaje poquísimamente tratado. Ha roto con el arquetipo literario cargado de connotaciones negativas cuando estamos ante un hombre actual, moderno, tolerante… Incluso, poniéndole una nota frívola, creo que Pedro del Castillo, después obispo de Calahorra, lo describió como uno de los eclesiásticos más brillantes de la corte, querido y respetado. Vamos, que por lo visto era hasta guapo…

Pues sí, fue un hombre muy respetado y admirado en su tiempo. Y todos los que se han acercado a su figura se han sentido fascinados por él. Desde Lea, Salomón Reinach y más tarde Gustav Henningsen que le dedicó dos todos magníficos. También Caro Baroja. Pero el arquetipo del inquisidor malvado y fanático estaba y sigue estando tan firmemente anclado en la cultura occidental que es difícil tambalearlo y aplastó a gente como Alonso de Salazar. En realidad el mito inquisitorial es formidable. España está llena de museos de la inquisición que son absolutamente fake, en Toledo, en Granada… La gente paga por ver esos museos de los horrores y cree que son verdad y son falsos complemente. Debería darnos vergüenza que esas cosas existan impunemente porque afectan a la reputación de un país. Ese sí es un problema de España. Nadie dice nada.

 

Si hablamos de inquisidores excepcionales además de Alonso hablaríamos de Bernardo de Sandoval, protector de Cervantes, que arranca con todo. Ellos hicieron que España fuera el país de Europa donde menos brujas has sido condenadas. Mas brujas ardieron en Inglaterra…

En todas partes donde hubo guerras de religión, hubo grandes persecuciones. En Inglaterra, Francia, los territorios del Sacro Imperio… Todo eso está ya muy investigado y averiguado.

Me pregunto por qué se hacen tan pocas películas históricas con una historia tan rica y compleja como la nuestra. ¿Somos los españoles incapaces de enfrentarnos de una forma natural con nuestra historia?

Somos torpes en el manejo del soft power, como todos los pueblos de cultura católica. Es un fenómeno complejo también. En cuanto a esa incapacidad para asumir la propia historia de la que tan bellamente escribió María Zambrano es cierta. Afecta a los españoles y a todos los pueblos que hablan español.

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