Providas sin complejos | Pedro Mejías

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El día 25 de marzo es considerado por “el pueblo de la vida” como Día del No-Nacido, Día del Niño por Nacer o simplemente Día Mundial por la vida, decretándolo así ya varios países hispanoamericanos.

Pero la cultura de la muerte no descansa: intento de introducir el aborto en todo el hemisferio americano, eutanasia en cada vez más países, vientres de alquiler, nuevos derechos abortistas desde la ONU, venta de niños por partes en las grandes multinacionales, selección de embriones, “educación sexual” abortista para adolescentes, más aborto…

En Argentina ahora proponen eutanasia, después de aprobar el aborto. En México está en debate la Ley de Igualdad Sustantiva y la Ley de Población, que es como el proyecto de cultura de la muerte “todo incluido”. En Colombia hay nada menos que tres proyectos de ley de eutanasia, y la Corte debe de resolver sobre el aborto a antojo. En Perú se ha presentado un proyecto de ley de aborto que dice que la vida comienza cuando la madre decide llevar a término el embarazo. En la República Dominicana hay presiones para aceptar los tres supuestos y una gran movilización en contra. En Ecuador, el “Código de Niñez” introduce el aborto. Chile, tras aprobarse el aborto por causales, ahora presionan por el aborto libre. Solo Honduras ha blindado el derecho a la vida en la Constitución. Y en España, la ministra podemita-chavista quiere extender más la actual ley y hacer que las niñas de 16 años puedan abortar sin conocimiento paterno.

En los países llamados avanzados, que presumen de leyes favorecedoras del aborto, las implicaciones sociales, legales y políticas quedan del todo manifiestas. Se podría decir que el aborto no deja ámbito alguno sin contaminar dentro de la sociedad; y a todo esto lo llaman progreso los ideólogos de la barbarie y de la sinrazón.

Por tanto, vemos que los tiempos modernos son fiel reflejo de todos los atentados imaginables contra la vida humana. La desgracia progresista arremete contra el valor de la vida del hombre, arrastrando consigo un abanico de valores esenciales para la persona en particular y para la sociedad en general. El atentado radical del aborto desguaza los cimientos de la sociedad por mucho que esta barbarie se la disfrace de progresismo.

En el aborto están implicados de modo directo el niño que va a morir, la madre que sufre y es engañada en el hecho de eliminar la vida gestante; el abortista con licenciatura médica y los presuntos sanitarios, que debían estar velando por la vida; también se ven concernidos los familiares de la gestante que realiza el aborto; con frecuencia aparecen otros familiares más distantes y el grupo de “amigos”, que pudieron animar y apoyar a la indecisa gestante para que pusiera fin al embarazo.

La víctima inocente de la masacre del aborto es el niño, el hijo extraído a pedazos del seno de la madre, que es la segunda víctima por orden de afectados. El aborto desnaturaliza a la mujer al arruinar la dimensión fundamental de su maternidad. La mujer fue diseñada para dar la Vida.

La mujer aporta, aparte del cincuenta por ciento de la información genética, la viabilidad de desarrollo del embrión y el feto durante nueve meses, el intercambio afectivo y personal durante el periodo de gestación, que continuará después del nacimiento con la lactancia y la especial identificación del recién nacido con su madre durante un tiempo prolongado.

La vida biológica comienza a ser desde los primeros instantes una vida de relación personal, y este vínculo está llamado a durar durante toda la vida del hijo y de la propia madre. El aborto viene a lesionar de forma muy grave todo ese estado de cosas en aras de del progresismo, que se descubre como una de las falsedades más macabras de la sociedad y del ser humano en particular.

Nos llevamos las manos a la cabeza cuando se comienzan a permitir abortos con nueve meses de gestación, e incluso la muerte del niño recién nacido. Es posible establecer una relación directa entre la calidad de los valores cristianos de nuestras naciones con la permisividad ante el aborto y el infanticidio. Dicho de otra forma: el bajo nivel de nuestros valores cristianos está permitiendo leyes contra la vida que  alcanzan a cualquier etapa del ciclo vital. Incluyendo la eutanasia.

El aborto a nivel mundial es algo perfectamente programado con dos objetivos fundamentales: contribuir a frenar el crecimiento de la población mundial y el factor económico. Son muchos miles de millones de dólares o de euros los que mueve la cadena criminal del aborto, que extiende sus ramificaciones al campo farmacéutico, de la industria cosmética o de la investigación con células madre de embriones o fetos vivos. Produce verdaderos escalofríos pensar que algunos de los llamados avances científicos estén soportados sobre la muerte de los más inocentes.

La corriente nacida en Hispanoamérica, “Feminidad frente a feminismo”, cuya una de sus máximas exponentes es la joven intelectual Mamela Fiallo, que reivindica  el papel específico y central de la mujer dentro de la sociedad, puede ser una buena contestación militante frente al aborto implantado, que sigue siendo la ofrenda sacrificial en el altar del feminismo radical.

La feminidad de la mujer con sus rasgos peculiares hispanoamericanos, difundida convenientemente, resultará un dique de contención frente al feminismo abortista.

Y es necesario para visibilizar a este “pueblo de la Vida”. Para celebrar que el mismo Dios fue un embrión, un feto, un niño… Para compartir estrategias de la batalla por la vida, la más trascendental a la que nos podamos enfrentar. Para conocer a los líderes que dan todo por salvar la vida a los más débiles de nuestra sociedad: los niños que aún no han visto la luz y que ya se les ha negado la vida.

Cuando la mujer despierte de la gran manipulación a la que la han sometido, entonces caerá progresivamente el aborto como la degradación más criminal a la que la mujer ha sido inducida.

Pedro Mejías | Portavoz de AcTÚa Familia

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