Por tierras de España: Vinuesa: La Pinochada | José Riqueni

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Sería a mediados de agosto que dimos con nuestros kilometreados huesos en Vinuesa y, por sorpresa, también por suerte, nos encontramos metidos de cabeza en plena “Pinochada”, un pueblo entero en fiestas, bulla y terrazas repletas de parroquianos, hijos del pueblo que vuelven cada verano y turistas como nosotros.

En esto tomamos la opción más sensata, unirnos a la fiesta y prioritariamente, preguntar qué es lo típico que se comía ahí, ya que arrastrados por un mar de gentes que iba de un lado a otro, según los eventos del lugar, nos dieron las dos del día.

Esto es lo más común que nos puede ocurrir en España, si visitamos cualquiera de sus villas un 15 de agosto, el día de “las mil vírgenes”, ya que todo el país anda de fiestas veraniegas, y es una imagen típica encontrarnos calles decoradas con banderitas que cuelgan de cuerdas que van de fachada a fachada, el escenario con sus focos montado en la plaza del pueblo, a la espera de que llegue la noche y la orquesta comience a tocar, uno tras otro, los pasodobles, porque España, la España de siempre, es un pasodoble a la mitad de agosto bajo un cielo estrellado, unos acordes que embargan a uno de emoción al sentirlos como lo más suyo, España hecha música, convertida en fiesta.

Es el día 16 de agosto cuando se celebra la Pinochada. Estamos ante una fiesta declarada de Interés Turístico Regional cuyo origen más extendido refiere la aparición de la Virgen del Pino en un pino limítrofe de Vinuesa y Covaleda. Esto dio lugar al enfrentamiento de estos dos pueblos, siendo Vinuesa la vencedora gracias a la intervención de sus mujeres, dando como resultado la talla de la Virgen a Vinuesa y esa parte del monte quedó en manos de Covaleda.

Dos cofradías organizan y participan en la Pinochada: La de Nuestra Señora del Pino, formada sólo por casados y la de San Roque, exclusivamente de solteros. Ambas se rigen por unos estatutos aprobados por Fernando VI en el cuarto año de su reinado, que establecen que todos los cofrades tienen la obligación de asistir a la procesión, misa mayor y demás funciones. Cada hermandad cuenta con sus propios personajes de capitán, alférez y sargentos.

Según nos contaron en el lugar, a las 10 de la mañana, en la Iglesia, se bendicen los pinochos, y en la plaza comienza el enfrentamiento de los hombres, quedando victoriosos en la lucha los casados. A continuación, se unen al festejo las mujeres de cada bando. Agitando las capitanas su bandera y portando cada una el pinocho. Una vez concluida esta batalla entre casados y solteros, ya hombre ya mujer, las mujeres comienzan a repartir inesperados pinochazos a los hombres, indiscriminadamente, y estos, no pudiendo huir, se someten al castigo, dando gracias y contestando » de hoy en un año».

 España, a mediados de agosto, días de sol, de norte a sur y de este a oeste, es un país entero en fiestas.

 

© José Riqueni Barrios | Escritor

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