Por tierras de España: Haro, San Vicente de la Sonsierra y Laguardia | José Riqueni Barrios

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Alojados en la capital riojana, tierra de cristiandad, siempre conforme a nuestro linaje, que por lo demás es muy común, venido el día, notábamos esa inquietud de niños por arrancar nuestro Opel, dispuestos a cabalgar por las llanuras y sierras de España, que para eso mismo fizo el Señor Nuestro Dios el verano y que para eso transitamos en la fugacidad de la vida por este mundo, al objeto de cumplir fiel y puntualmente esa misma voluntad del Altísimo.

El río Oja da nombre a la Rioja, una tierra que se disputaron celtas, godos, moros, navarros y aragoneses. Un afluente del río Ebro, el Iregua, parte la comarca en dos: A la derecha, la Rioja Baja, vinos más dulces y etílicos; a la izquierda, la Rioja Alta, vinos más secos y ligeros.

Plácenos, pues, y de muy buena voluntad, relatar en detalle aquesta excursión por tierras de viñas y guardaviñas, vides y vides por doquier, las mismas que a un lado y a otro de la carretera nos acompañaron durante toda una dilatada jornada de verano, las más propicias del año para sacar partido a tantas horas de luz.

Guardaviñas

El recorrido de hoy que es uno de los incontables que atesoramos en nuestras idas y venidas por la anchurosa España, tierra madre nuestra, en esos días del estío dorados de pastizales, celesteados de limpios cielos, estrellados de estrellas en horas de reposo, tierras salpicadas de nobles villas cristianas por sus iglesias de pacientes parroquianos sufridores de tantos desgobiernos allá en la capital de las capitales, Madrid.

Pero dejemos la baja política para quienes viven de ella sin poder vivir de nada más y vayamos a lo nuestro, al gozo de sentir hondamente lo que más nos gusta, lo que nos hace ser lo que somos, viajeros nostálgicos, amantes de plazas y paisajes, amigos de mil gentes en las que Dios tiene parte y con las que solemos fablar en grande plaza, comensales en cientos de mesas y escribanos felices en el trance de cargar de tinta nuestra pluma y deslizarla sobre el papel al objeto de poder, primero trazar y, una vez vivido, amarrar con palabras el ayer para recordarlo una y otra vez hasta cuando nuestra memoria vaya apagándose lentamente, a la par que mermando las fuerzas que un día empleamos en patear esta tan variada piel de toro.

Y así, una vez desayunados, que lo primero es el café y la tostada matutina adornada con mantequilla y mermelada de melocotón, que todo hay que sacarlo a la luz de cara a alumbrar la sana curiosidad de nuestros gentiles lectores, sorteamos las calles y avenidas de Logroño buscando la salida a Haro.

Haro

De Logroño a Haro pasamos por localidades de renombre bodeguero como son Fuenmayor y Cenicero, habiendo por doquier viñedos y bodegas, de ahí que la propuesta de excursión que hoy traemos pueda completarse con innumerables paradas intermedias.

Advertir que es prudente llamar por teléfono días antes a la bodega que pretendamos visitar para conocer su horario, condiciones y hacer la reserva.

Haro, capital de la Rioja Alta, es un emporio vinícola.

“Haro, París y Londres” se dice en este lugar. Un dicho popularizado por la llegada de la luz eléctrica a las calles de esta ciudad poco después de que en París y en Londres se instalaran las primeras lámparas eléctricas. ​

En el Barrio de la Estación -ferrocarril- se localizan, una tras otras, decenas de bodegas. Visitamos la bodega Rioja Alta y antes de abandonar sus instalaciones nos dan a probar un vino blanco, un rosado y un tinto, todo ello incluido en la entrada. Co gran diligencia, buscamos el coche antes de que el vino pase al torrente sanguíneo y aparcamos junto a la Plaza Mayor de Haro que congrega buena parte de la vida de esta ciudad.

La calle Santo Tomás (apóstol de Haro, sube de la Plaza Mayor a la parroquia de Sto. Tomás (Monumento Nacional desde 1931). Esta vía se adorna con vinacotecas, bares y restaurantes, que aquí se sirve el zurracapote, vino con canela, limón y azúcar. Llegamos a la plaza de San Martín.

Al fondo de la Plaza Mayor encontramos el Ayuntamiento, si giramos a la derecha, justo enfrente, al final de la calle, dimos con nuestro lugar para el almuerzo, El Terete (1877), “Para corderos asados, Terete, y allá cuidados”. Subimos a la primera planta y encontramos mesas alargadas con bancos. Damos cuenta de una suave menestra de verduras, pimientos rellenos de ternera y boletus, morcilla y chuletitas de cordero lechal. Todo ello regado con Muga, un vino del lugar.

Después de almorzar, café en los soportales de la Plaza Mayor, en una de sus esquinas, Nelson. Leemos El Correo, nº 31.795 (martes, 17 de agosto de 2010), y anotamos: Representan “Los Milagros del Santo” en Santo Domingo de la Calzada. Leer la prensa del lugar nos remite al calendario de fiestas de la comarca, máxime en agosto, un mes en el que toda España está en fiestas y las calles y plazas de cientos de pueblos aparecen decoradas con sus banderitas y a la vista del visitante la tarima que sirve de escenario a la orquesta entrada la noche. Esta es nuestra España, la España de las largas noches de verano, la de charangas callejeras, la del pasodoble y las muchachas con jazmín en el pelo, la de los cohetazos y bares bulliciosos de gentes alegres por unas horas.

Buscamos el coche y sorteamos calles hasta dar con la salida a Miranda de Ebro. Una vez entrados en la vía, a unos 8 Km giramos a la derecha en dirección San Vicente de la Sonsierra-Logroño y a unos 15 km del cruce anterior entramos en San Vicente de la Sonsierra.

San Vicente de la Sonsierra

De San Vicente cabe destacar su puente medieval y su hermoso emplazamiento elevado sobre un mar de viñedos. Estamos justo en la cornisa noroeste de la Rioja con las montañas de Cantabria a tiro de ballesta y como inigualable telón de fondo.

San Vicente de la Sonsierra

         Un puente medieval, en paralelo a uno de moderna construcción, adorna la entrada al pueblo que se encarama a un altozano. La plaza del Ayuntamiento tiene una bonita fuente con cisnes. Estamos en el fuero de San Vicente de la Sonsierra, tierra de Don Sancho, rey de los pamploneses por la gracia de Dios.

Una subida empinada nos lleva al castillo (s. XII) desde el que contemplamos preciosas vistas. Se trata de la fortaleza navarra de mayor envergadura junto al río Ebro y construido con piedra arenisca hacia 1170 por orden de Sancho de Navarra. En el año 1512, el reino de Navarra se integra en Castilla.

Volvemos a la plaza, torneo de cartas, las mujeres juegan a la brisca y los hombres al mus.

Los Picaos (San Vicente de la Sonsierra)

San Vicente de la Sonsierra es el pueblo de los picaos, penitentes que se flagelan con bolitas dentadas de pequeños cristales.

Laguardia

Entramos en Laguardia (Álava).

Desde su mirador, la magia del comienzo del atardecer inunda los viñedos y despliega serenidad, una cuasi quietud en el transcurrir del tiempo que nos estremece sin saber su causa justo cuando accedemos a esta ciudad amurallada por la Puerta de Paganos. Asistimos a un grandioso conjunto medieval donde los haya en toda España, un callejero antiguo, detenido, que nos acoge alumbrado con las luces doradas del ocaso que está en camino.

Laguardia (Álava)

Preciosa iglesia de Santa María de los Reyes y que presenta uno de los pocos pórticos policromados que se conservan en España junto a otro que encontramos en su día en Toro (Zamora).

Pórtico policromado (Sta. Mª de los Reyes)

Merienda tardía en la C/ Mayor: Un sobao grande comprado en una confitería y que acompañamos con dos descafeinados de máquina. Por más señas, el subsuelo que pisamos está lleno de bodegas subterráneas.

En una casa blasonada barroca del siglo XVII, que se encuentra en una angosta callejuela, nació en su día Félix María de Samaniego, maestro del género de las fábulas.

Son las 7:50 pm, las mujeres suben a misa de 8 por esta calle Mayor (Kale Nagusia).

Reloj de autómatas (Laguardia)

 Justo a las 8, en la Plaza Mayor, 3 muñecos danzarines salen de la fachada para dar hora. El conjunto del reloj lo integran “El Cachimorro” y dos danzarines vestidos con el atuendo típico de Laguardia y quienes tras la melodía inicial (un son típico de la villa), salen al balcón y comienzan la danza.

La melodía que suena es el pasacalle de San Juan que, interpretado por los gaiteros y dultzaineros de Laguardia, acompaña a los danzarines para dar comienzo a las fiestas patronales de esta localidad (del 23 al 29 de junio).

Y así, con las últimas luces de una jornada plena de imágenes, sonidos y sensaciones, dimos de espuela a nuestro Opel y a galope tendido y acompasado de sus 95 caballos, entre viñedos acá, allá y acullá, pusimos rumbo a nuestro aposento sito en la capital de este reino, no sin antes rogar a Dios que nos guardase de mal, por más señas avería de carruaje, mal acierto de otro parroquiano o despiste al volante causado por esa falta de reflejos que lentamente tan creciendo está en nuestro ser.

Nos espera ducha templada y larga, ropa de noche, tapeo de capital y paseo romántico, que uno es poeta disimulado y también escribano dado al barroco, esto es, que no vamos al grano con las palabras de escribir, sino dando un rodeo cuanto más largo mejor.

Plácenos de decir, pues, de muy buena voluntad y en puridade, como cierre a esta crónica viajera, un capítulo de nuestra obra “Por Tierras de España”, y una vez más, aunque de cansino nos vaya catalogado todo lector que se precie de estar habituado a nuestra pluma, que amamos España como a la nuestra madre.

José Riqueni Barrios | Escritor

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