Si ustedes llevan tiempo leyendo mis artículos no les sonará a nueva la frase que encabeza el escrito del día de hoy. Es por desgracia esta frase la expresión calificativa. Ya sé que no es muy heterodoxo lo que escribo, pero lo es; cuando me refiero al pensamiento y acción de la mayoría de la sociedad española.
Estamos en medio de un puente en la capital de España y de un medio puente en el resto del país, aunque, por lo que yo he averiguado, el puente lo es en más sitios de lo que parece, ya que el ciudadano de a pie, cual Rinconete y Cortadillo, hace lo que sea necesario para igualarse con los de las demás provincias, según progres, modernos y demás ralea de las autonomías. Y no piensen que el término es despectivo, pues la RAE lo define como: “Especie, género, cualidad, …”
Pero volvamos a las gambas, ya que ese es nuestro «leitmotiv», y el de los que todavía pueden pagárselas con su dinero o masacrando la tarjeta de crédito Y digo esto, porque estamos en un país en el cual se necesitaría seguramente que todo lo que producimos en un año y gran parte del siguiente, sirviese para pagar lo que debemos. Curioso pero real. Seguramente si alguien se molestase en razonar lo que los sesudos economistas, que entienden de estas cosas, dicen, comprenderán que estamos en bancarrota, arruinados, pobres, en definitiva. Y que, además, no podemos pagar ni esa pequeña ración de gambas, porque eso sí, aprovechando la marea de los que huyen de su vida habitual, los hosteleros suelen bajar el tamaño de la ración, -el de las gambas-, y curiosamente subir el precio. Algo que se recuperará a la semana siguiente en dirección contraria, aunque no del todo, pero sí algo.
Pero no piensen que la inconsciencia es solo en las masas de personas que viven en nuestra sociedad de consumo. ¡NO!; también lo es entre los que dirigen, o pretenden dirigir a las mismas. Y a las pruebas me remito: El pasado fin de semana, como siempre, hice en Decisión Radio mis dos programas nocturnos. Para la noche del viernes, medio, medio, obtuve invitados. Para el sábado fue casi como al principio hace siete años, en que por ser desconocidos nadie quería venir al mismo. Y todo ello teniendo en cuenta que estamos prácticamente en campaña electoral y hay que promocionarse.
El primer día conseguí buenos invitados de variados campos de la sociedad, aunque los políticos previstos estaban muy ocupados. Lo comprobé y era cierto, aunque no del todo. Simplemente habían adelantado al jueves y también al viernes variedad de eventos, que hubiesen sido para el fin de semana. Lo del sábado fue peor. Pues simplemente Madrid estaba desierto, como si una bomba de neutrones hubiera caído sobre la capital y la población hubiera desaparecido de la misma como en las películas americanas, donde curiosamente tras un ataque nuclear desaparece la población y nunca vemos cadáveres por las calles.
Hubo hasta, y en contra de mi opinión, una entrevista telefónica, una grabada varios días antes y tan solo un autor que está presentando su libro, de forma un tanto engañosa, pues lo hace como si defendiese a los hombres de las denuncias falsas cuando, en el fondo, el libro tan solo defiende a ocho, es decir, la misma proporción que Carmen Calvo da a las denuncias falsas, que van por cerca de los tres millones, pero hay que demostrar que el Gobierno lleva razón. Y como les explicaré esta semana, adjuntándose partes del vídeo-audio que grabamos, el autor en cuestión, dándoselas de defensor de los ocho pobres denunciados, en realidad lo que pretende es mantener los tres millones de maltratadores que la ministra de desigualdad nos quiere encalomar, de momento, pues según ella, un hombre siempre es un machista y un maltratador. Pero de eso hablaremos muy pronto.
Mientras, los políticos que debieran estar en campaña hacen muy bien en irse a la playa o la montaña, o donde sea, pues sus electores, -en un setenta por ciento de los casos- han hecho eso. Y, ¿por qué no el cien por cien?, pues porque o no tienen “cash” o “crédito”, o sea poderoso caballero es don dinero. Tenemos un treinta por ciento de pobreza. Todo un éxito de esta democracia con caudillos incluidos. Y como diría Marx, Groucho: “Surgiendo de la nada, alcanzaremos las más altas cimas de la miseria” …, que es a donde esta “pandilla de la tarta” que nos desgobierna, pero no ha trabajado en su vida, salvo en el desgobierno, nos lleva.
Y hablando de Marx, pero no Groucho, sino Carlos, bueno, y de Lenin, y de todos los caudillos de la lucha obrera que en el mundo han sido. Estos, los que acabo de citar y sus acólitos, tampoco han trabajado nunca. Estuve viendo un interesante documental sobre el camarada Lenin, que es fiel reflejo de quien va ahora de su actual representante en la tierra española, de momento española.
Lenin era hijo de un alto funcionario del Zar. Vivió siempre de la pensión que le pasaba su madre, desde siempre. Hizo pinitos en el mundo editorial y perdió dinero, pero sin problema, mama regaba su cartillita de ahorros puntualmente. Viajó por Europa y se distinguió por invitar a refrescarse en algún cuarto de baño a sus seguidoras, una tal Inés, por ejemplo. Igual que nuestro héroe nacional, mientras su señora mantenía también el fuego del hogar. Luego los intereses alemanes vinieron a pagarle la buena vida y a llevarle en volandas a la madrecita Rusia para que allí trabajase para esos intereses. ¿No sé a qué otro capítulo del héroe me recuerda? Y así hasta que, con la ayuda internacional a la causa bolchevique, el equivalente a unos cuatro millones de euros actuales, de los cuales tres nunca se supo dónde fueron a parar, se mantuvo hasta que falleció, aislado y con un diagnóstico poco claro, que ya les aclararé otro día y que no es precisamente ejemplar.
En fin, que el uno de mayo, cuando ustedes lean esto, no les aconsejo que vayan a las manifestaciones organizadas por los seguidores del camarada Lenin, pues lo más probable es que en el recorrido de la manifestación, y más que nada porque estarán en familia, acabarán en una terracita de un bar y acabarán pidiendo unas cañitas y “otra de gambas”. Es ley de vida en el país de Rinconete y Cortadillo. Y ahí, lo dejo…