Es interesante repasar los cambios habidos en el panorama mundial desde la caída de la URSS. Durante dos décadas pareció que la historia tenía su camino trazado: los sistemas políticos y económicos, occidentales, sobre todo el useño, con la promesa de prosperidad y libertad generalizadas, cobrarían un atractivo invencible sobre el resto del mundo, en un proceso de imitación y asimilación más o menos largo, pero imparable. Y para hacer entrar en razón a los renuentes existía una fuerza bélica abrumadora: los gastos militares de Usa igualaban o superaban a los de las demás naciones juntas, no digamos si se les sumaban los de los países punteros de la UE. Enseguida se comprobaría en la ex Yugoslavia, Afganistán o Irak. Rusia estaba casi en ruinas y además optaba por la imitación de los sistemas políticos occidentales. China prosperaba mucho, pero militarmente no era gran cosa, y políticamente se la consideraba un país pacífico, pese a seguir siendo comunista. La intervención militar en Irak iba a democratizar un país que frenaría al islamismo radical de Irán, aseguraría la retaguardia de Israel y crearía un foco de atracción política sobre las naciones del entorno. La UE, aunque bajo la tutela militar de Usa, no tenía ningún peligro, parecía seducir a muchos otros países.
El panorama ha cambiado drásticamente en menos de veinte años. Rusia ha vuelto a ser una gran potencia militar, que se siente acosada por la OTAN y al mismo tiempo es temida por los países europeos cercanos y por la UE misma. China se ha convertido en una superpotencia también militar, percibida como una amenaza en aumento por Japón, Vietnam, Australia y la propia Usa. Las “primaveras” e intervenciones armadas en países árabes han resultado derrotas para Usa y la UE, muy costosas económicamente y sobre todo psicológicamente, dejando de paso arruinados a Irak, Libia, Siria y Afganistán, y en golpe militar a Egipto. El mundo islámico, lejos de occidentalizarse, ha adoptado regímenes integristas y ha extendido la amenaza del terrorismo al corazón de la UE y a Usa. En Latinoamérica, hogar permanente de “estupidez y canallería”, siguen como siempre, inclinándose actualmente a nuevas formas de comunismo. Irán se ha convertido en una gran potencia regional con aspiración a la bomba nuclear, que inquieta tremendamente a Israel, elevando la tensión en la zona. Rusia busca contrapesar a la OTAN mediante una alianza con China. Turquía país de la OTAN, se ha reislamizado en gran medida, y mantiene una política de intervenciones alarmante para sus vecinos. En el Magreb crece la hostilidad entre Marruecos y Argelia, países casi vecinos de España, y al sur, en África, progresa un islamismo sumamente agresivo….
En resumidas cuentas, ninguna de las expectativas de hace veinte años se ha cumplido, y hoy el panorama mundial se ha vuelto más incierto, con nuevos y peligrosos focos de tensión y carreras de armamentos. Es más, las propias democracias están internamente en crisis, con una evolución inesperada hacia leyes totalitarias, polarización social conversión creciente de los medios de información en medios de manipulación, mientras se percibe una grieta creciente entre el ámbito anglosajón y la UE, una de cuyas manifestaciones ha sido el llamado brexit.
De todos estos conflictos, el único que interesaría realmente a España es el de Hispanoamérica, donde, sin embargo, no puede ser España una opción política a corto ni medio plazo, porque ella misma se está “latinizando” al estilo americano. En todos los casos, la posición española debe ser esencialmente de neutralidad, con tales o cuales matices. Es preciso rehuir la retórica de los “valores compartidos”, que llevaría al país a servir de satélite y carne de cañón de otros intereses. Precisamente de intereses que tienen invadido el territorio español, lo están colonizando culturalmente y combatiendo la herencia hispana en América. Podemos compartir muchos valores, pero nuestros intereses no son los mismos, y esto es lo que siempre termina contando para las potencia de la UE o Usa, nunca amistosas hacia España. El problema más inmediato es el de la hostilidad entre Marruecos y Argelia, que puede desembocar en guerra abierta (no sería la primera). La posición de España en ella debe ser igualmente de neutralidad. Marruecos es para nosotros más peligroso, pues aspira a imitar a Inglaterra adueñándose de Ceuta y Melilla, y además puede especular con el hecho de ser un aliado especial de Usa en la zona. Cada una de estas cuestiones requiere un análisis aparte, pero las líneas generales para España se resumen, finalmente en la neutralidad, como en las anteriores guerras mundiales. Aunque a nuestros corruptos políticos les encante convertir al país en un satélite de sus “amigos y aliados”.
Pío Moa | Escritor