Durante estos últimos meses no se habla de otra cosa, la mayoría de las veces sin distinguir procedencia, integración, cultura… todos en el mismo “saco”. Deberíamos recordar que fuimos emigrantes tanto en Iberoamérica como en Europa. Hay aún familiares nuestros que siguen afincados en los lugares a los que emigraron. Se integraron y ya tienen hasta tercera generación nacidos allí; no producen ningún problema, aunque muchos sienten la “morriña” de esta tierra que algunos no han pisado.
Ahora se están produciendo diferentes tipos de emigración. Los procedentes de guerras, bastante tienen que escapan con sus hijos pequeños de las atrocidades que dejan atrás. Los hispanoamericanos, con una cultura semejante a la nuestra y que, salvo excepciones, se integran perfectamente, se han enraizado con nuestro modo de vivir e incluso se casan con españolas o españoles. Después vienen las oleadas de África, muchos buscando un modo de no morir, otros traídos por las mafias. Y existe otro grupo, que son los de tercera generación cuyos abuelos fueron los emigrantes que, al contrario de lo que hicieron los españoles, no se han integrado y se reúnen en barrios donde impera su ley. Francia es donde más se da (la mayoría son argelinos y marroquíes). Por último, los que aprovechando la migración son yihadistas, algunos “durmientes” esperando la orden de actuar. Un problema grande lo presentan los menores o “menas”, porque no todos reciben la escolarización necesaria, causan problemas donde viven, lo que leemos y oímos con más frecuencia de lo deseado.
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