Los peligros del «Progresismo»: Un análisis crítico de sus implicaciones | Albert Mesa Rey

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El «progresismo» ha emergido como un movimiento político y social influyente de las «izquierdas» en las últimas décadas, promoviendo una serie de ideales y cambios en diversos aspectos de la sociedad. Si bien muchas de las propuestas y objetivos del progresismo han sido aplaudidos por su enfoque en la igualdad, la justicia social y los derechos humanos, es importante examinar críticamente los posibles peligros y desafíos que este movimiento presenta. En este artículo, trataré de explorar algunos de los posibles riesgos asociados con el «progresismo» y cómo podrían impactar en la sociedad.

Uno de los peligros del progresismo es su tendencia a “Suprimir el debate y la diversidad de opiniones”. Si bien la lucha por la justicia social es esencial, algunas ramas del movimiento progresista han adoptado una mentalidad de «todo o nada» que los lleva a una cerrazón hacia ideas divergentes. El progresismo enfrenta el desafío crítico de cómo manejar las voces disidentes y la diversidad de opiniones y esto puede dar lugar a un ambiente donde las voces críticas son silenciadas, lo que a su vez puede debilitar la calidad de la propia Democracia.

El riesgo de caer en la trampa de la “Homogeneidad Ideológica” es muy elevado. La insistencia en una única narrativa y la marginación de opiniones que difieren de la norma pueden dar lugar a un ambiente en el que las perspectivas divergentes son excluidas o silenciadas. Esto no solo limita la diversidad de ideas, sino que también obstaculiza el proceso de crítica constructiva y el análisis exhaustivo necesario para la formulación de políticas efectivas.

A pesar de defender la tolerancia y la inclusión, bastantes círculos progresistas suelen ser intolerantes hacia opiniones que se apartan de su línea ideológica. La “Tolerancia Selectiva” y la «Cancelación» son fenómenos en los que las personas que expresan puntos de vista impopulares son marginadas, desacreditadas o incluso despedidas de sus trabajos. Recientes casos en Disney con amonestaciones, expedientes y despidos a trabajadores que no comulgaban con la ideología woke de la Compañía, muestran como ejemplo la gravedad de esta situación y el camino que nos están marcando.

Ese es uno de los dilemas que enfrenta el progresismo en su búsqueda de una «sociedad más justa», la «Paradoja de la Tolerancia«. Esta idea, propuesta por el filósofo Karl Popper, plantea que: “una sociedad que busca ser completamente tolerante corre el riesgo de volverse intolerante hacia aquellos que no comparten sus valores”. Esto no solo coarta la libertad de expresión, sino que también puede crear un ambiente de temor que inhibe la expresión abierta de opiniones. Los calificativos: «facha», “racista”, “machista”, “homófobo”, “tránsfobo” o cualquier otra cosa que se les ocurra, suele estar en boca fácil del «progresista» de turno en cuanto se le argumenta algo que no le gusta o no está en consonancia con su ideario. Del progresismo al totalitarismo puede haber solo un paso.

También nos enfrentamos al “Dilema de la Corrección Política” que, si bien en principio dice buscar evitar la ofensa y promover un lenguaje respetuoso, suele tener efectos adversos cuando se lleva al extremo. El equilibrio entre la corrección política y la libre expresión es crucial para fomentar un diálogo significativo, lo contrario es dictatorial.

Si bien la búsqueda de la igualdad es noble, el progresismo cae en la trampa de promover la “Igualdad a expensas del mérito”. Esto puede resultar en la asignación de oportunidades y recompensas no basadas en el esfuerzo y el logro individual, sino en la pertenencia a un grupo particular. Esta dinámica socava la motivación y el rendimiento y lleva a la desvalorización de la excelencia. Los progresistas pretenden conseguir la igualdad mediante las «discriminaciones positivas». Esta falacia debería caer por su propio peso. Lo que a unos favorece y privilegia en derechos u oportunidades, pone en situación de discriminación «negativa» a otros. ¡Elemental, querido Watson!

La dinámica de victimización y dependencia en el progresismo

Una de las estrategias del progresismo es la “Victimización como Estrategia Movilizadora”. Muy a menudo se basa en historias de injusticia y desigualdad para movilizar a la sociedad y crear conciencia sobre los problemas existentes o inventados. Si bien es esencial exponer las injusticias, existe el riesgo de que una narrativa constante de victimización pueda llevar a una mentalidad de víctima en lugar de empoderar a las personas para que tomen medidas y cambien su situación. Además, esta estrategia puede simplificar los problemas complejos y dificultar la implementación de soluciones efectivas.

El progresismo promueve una fuerte “Dependencia de las soluciones del Estado” y a menudo aboga por un mayor rol del estado en la provisión de servicios y la redistribución de recursos para abordar desigualdades. Sin embargo, existe un riesgo de que esta dependencia del estado para solucionar todos los problemas pueda socavar la iniciativa individual y la responsabilidad personal. Las soluciones sostenibles también deben incluir un componente de empoderamiento y educación para que las personas puedan tomar el control de sus vidas y comunidades.

La «Dinámica de Victimización» puede llevar a un «Ciclo de Beneficencia» en el que las personas «marginadas» dependen de la ayuda externa sin un camino claro hacia la autosuficiencia. En lugar de empoderar a las personas para que se conviertan en agentes activos de cambio, esta dinámica puede perpetuar una relación de dependencia con las instituciones o lo que es peor, redes clientelares de votantes.

La excesiva victimización puede “disminuir o limitar la importancia de la responsabilidad personal” en la mejora de la situación individual. Si las personas creen que su destino está completamente determinado por factores externos y estructuras sociales, es posible que no se sientan motivadas para asumir la responsabilidad de su propio progreso. Un enfoque equilibrado debería reconocer tanto las limitaciones estructurales como el papel del esfuerzo y la autodeterminación. Un progresismo real debería aspirar a crear programas que fomenten la independencia y el desarrollo de habilidades.

Desafíos económicos del Progresismo: Navegando la encrucijada entre Justicia y Sostenibilidad

Uno de los desafíos más notables es cómo financiar las amplias políticas sociales que propugna el progresismo. La “Sostenibilidad Financiera de las Políticas Sociales” de propuestas como la atención médica universal, la educación gratuita y el aumento del salario mínimo tienen un impacto significativo en los presupuestos gubernamentales. El reto radica en encontrar formas sostenibles de financiar estas políticas sin generar una carga insostenible de deuda pública o aumentar los impuestos de manera desproporcionada, sin soluciones populistas.

Enfatizar en la necesidad de regulaciones más estrictas y de una mayor intervención estatal para garantizar la justicia y la igualdad, podría “Desincentivar el espíritu emprendedor y la innovación”, que son fundamentales para el crecimiento económico y la creación de empleo. Encontrar un equilibrio entre la protección de los derechos laborales y la promoción de la creatividad empresarial es esencial para evitar efectos adversos en la economía.

Las políticas económicas progresistas, como aumentar los impuestos a las empresas y aplicar regulaciones más estrictas, podrían tener un gran “Impacto en la Competitividad” e implicaciones en la economía de un país en el marco de la economía global. Si estas políticas hacen que las empresas sean menos competitivas en el mercado internacional, podría haber una disminución en la inversión extranjera y en la creación de empleo. El desafío está en equilibrar la justicia social con la necesidad de mantener un entorno empresarial atractivo.

La “Gestión e implementación de los Sistemas de Bienestar Social robustos» es un objetivo clave del progresismo, pero la gestión de estos sistemas puede ser compleja. Garantizar que los programas sean eficientes, evitando la duplicación y el despilfarro, es esencial para mantener la sostenibilidad a largo plazo. Además, se debe tener en cuenta la incentivación de la autosuficiencia y la participación activa en la economía en lugar de crear una cultura de dependencia.

Hace ya algún tiempo publiqué en este mismo medio un artículo sobre otro de los males de nuestra sociedad, «El Buenismo«. Hay mucho de buenismo en las posturas subyacentes en lo que hemos definido como «progresismo» y que padecemos. La incapacidad de nuestra clase política en general, opta para problemas complejos soluciones fáciles que no llevan a ninguna parte y lejos de favorecer el “progreso” que tan pomposamente lucen, nos llevan a la ruina social y económica. Yo les aplicaría a los “progresistas” de pacotilla que padecemos la siguiente frase: “¡Ayer estábamos al borde del abismo, hoy gracias a nosotros los progresistas, hemos dado un paso adelante!” Gracias una vez más por leerme.

Albert Mesa Rey es de formación Diplomado en Enfermería y Diplomado Executive por C1b3rwall Academy 2022. Soldado Enfermero de 1ª (rvh) y Clinical Research Associate (jubilado). Escritor y divulgador. Actualmente director del diario digital «Benemérita al día» del Círculo Ahumada – Amigos de la Guardia Civil .

 

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