Los estertores de Pedro Sánchez: Europa le da la espalda ante una España cada vez más vulnerable

Bruselas ha encendido todas las alarmas. Pedro Sánchez se encuentra acorralado. Aislado internacionalmente, debilitado internamente y cuestionado incluso por sus aliados. En apenas tres años, España ha sufrido un apagón eléctrico masivo, denunciado internacionalmente como acto deliberado, escándalos de espionaje con el caso Pegasus, un giro diplomático hacia China y una agresiva postura antiisraelí, además de su clásico antiamericanismo. Todo esto ha desatado la alarma en Bruselas. La percepción sobre Sánchez ha cambiado drásticamente: de presidenciable de la OTAN a ser considerado un riesgo para la estabilidad europea. Y encima con tal cantidad de casos de corrupción que ya ha dejado de interesar. Se ha convertido en un apestado, en un leproso. Estamos ante el ocaso de un líder que sólo contempla una salida desesperada: perpetuarse en el poder a toda costa: el golpe de estado.

Una España con rumbo bolivariano que preocupa a Bruselas

La desconfianza hacia el Gobierno español se ha instalado en el corazón de Europa. Fuentes comunitarias califican a España como «vulnerable». La sucesión de incidentes graves ha encendido todas las alarmas. El apagón que dejó a la península sin luz durante horas confirmó lo que muchos ya intuían: España se ha convertido en el eslabón débil de la cadena europea. Y encima la denuncia del diario The Telegraph que fue provocado por el mismo gobierno es muy grave: su ideología está por encima del interés de las personas.

Desde la invasión rusa de Ucrania, la energía se considera infraestructura crítica. Un apagón nacional, sin explicación clara, puede animar a actores hostiles. Pero también mina la confianza de los aliados. Si España no puede proteger su red eléctrica, o incluso, por intereses ideológicos, los provoca, ¿cómo podrá defender los intereses comunes europeos?

Bruselas no ve con buenos ojos la acumulación de fallos de seguridad. El caso Pegasus, que afectó directamente al propio Pedro Sánchez y a ministros clave como Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska, sigue sin esclarecerse. La empresa israelí NSO Group no ha ofrecido colaboración tras la ruptura diplomática provocada por Sánchez con Benjamin Netanyahu.

Sánchez rompe con Israel y flirtea con China

El segundo gran frente abierto por Sánchez es su política exterior. La agresividad contra Israel ha tensado las relaciones con un aliado estratégico. En plena presidencia rotatoria del Consejo de la UE, el líder del PSOE optó por reconocer a Palestina y condenar la actuación israelí en Gaza. Una decisión que descolocó a Bruselas y a Washington.

La UE ya había definido su posición. Ursula von der Leyen dejó clara la línea comunitaria. Pero Sánchez quiso destacar, buscar protagonismo. No midió las consecuencias. España depende de tecnología israelí en armamento, inteligencia y ciberseguridad. Las Fuerzas Armadas necesitan la cooperación de Israel para operar con normalidad. La decisión de Sánchez pone en riesgo esa colaboración vital.

China, un nuevo socio que inquieta a Occidente

Por si fuera poco, Sánchez ha estrechado lazos con China. Con la mediación del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente viajó a Pekín para reunirse con Xi Jinping por tercera vez en menos de 3 años. El trasfondo fue económico y estratégico.

Washington y Bruselas interpretaron este acercamiento como una traición. En la cumbre de la OTAN de Madrid, la Alianza ya había definido a China como un desafío. Sánchez ignoró esa línea roja. Prefirió el cortejo a Pekín antes que la lealtad atlántica. Europa toma nota, y EEUU también.

La corrupción persigue al presidente

A estos frentes internacionales se suma un deterioro interno profundo. La corrupción rodea al entorno directo de Sánchez. Su propio hermano- que ya irá a juicio-, su esposa, el caso reciente de su cuñado y altos cargos de confianza aparecen implicados en escándalos y tramas de financiación opaca. La sombra del escándalo empaña toda su gestión.

Mientras tanto, el presidente opta cerrar filas, controlar los medios públicos y atacar a los jueces. No rinde cuentas ni ofrece explicaciones convincentes. La estrategia del silencio y la del ataque a las instituciones solo agrava la percepción de impunidad. Y Europa observa con creciente desconfianza.

Europa le está dando la espalda

Sánchez ha dejado de contar para Bruselas. La UE no le ve como un socio fiable. Sus decisiones unilaterales, sus provocaciones diplomáticas y su falta de coordinación con el resto de miembros han roto la confianza. Ya no lidera. Ya no influye. Está solo.

Fuentes comunitarias auguran un distanciamiento progresivo. Sin el apoyo de Israel, con animadversión en Washington y graves sospechas en Berlín y París, el margen de maniobra de Sánchez se reduce a pasos agigantados. Europa le dejará caer. Como lo hará Estados Unidos. Y como ya ha hecho Israel.

En su huida hacia adelante

Sánchez lo sabe. Y actúa en consecuencia. Su agenda se radicaliza. Se aferra al poder. Algunos analistas hablan ya de un intento deliberado de provocar un estado de excepción encubierto. Las sombras de un autogolpe, de una salida autoritaria, sobrevuelan Moncloa.

La acumulación de poder, la censura informativa, la erosión del poder judicial y la constante confrontación con la oposición apuntan en esa dirección. No se trata de una simple crisis de gobierno. Estamos ante los estertores del sanchismo. Su ciclo se agota. Su proyecto se desmorona.

Pedro Sánchez ha perdido el control. Ya no representa a Europa ni a España. Su tiempo ha terminado. La historia no le absolverá.

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