Los ‘productos falsos de laboratorio’ no alimentarán al mundo, pero enriquecerán a los emprendedores tecnológicos

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Los alimentos inventados en laboratorios y producidos en fábricas no mejorarán la cantidad ni la calidad de nuestro suministro de alimentos, al revés. Entonces, ¿quién se beneficia? Como siempre, los grandes magnates  que ven los alimentos como un bien que debe patentarse y beneficiarse del mismo, independientemente de los efectos adversos que puedan ocasionar.

Sin embargo, cada vez más, los alimentos son producidos por empresarios y grandes magnates que ven los alimentos como un producto que debe patentarse y beneficiarse del mismo sin preocuparse de otros aspectos. Sus productos – no se pueden llamar alimentos- se inventan en laboratorios, se producen en fábricas y se promocionan con la afirmación de que pueden alimentar al mundo y salvarlo al mismo tiempo del cambio climático.

El origen

Todo comenzó hace unas dos décadas, cuando una gigantesca empresa química estadounidense (Monsanto) inventó lo que ellos denominaron cultivos genéticamente modificados (GM) y los vendió a los agricultores con una promesa principal: Los cultivos transgénicos podrían fumigarse con glifosato de Monsanto , matando las malezas, pero no el cultivo, ahorrando a los agricultores tiempo y dinero al reducir el uso de pesticidas.

Sucedió lo contrario. Las fumigaciones con glifosato dejaron más, -y no menos, como vendieron-, residuos tóxicos en alimentos y piensos y provocaron cáncer (linfoma no Hodgkin) en las comunidades agrícolas estadounidenses.

Por otra parte, cuando se dijo que los gases de efecto invernadero procedentes de la ganadería contribuían al cambio climático, una empresa de Silicon Valley, Impossible Foods, afirmó que podría reducir la huella de carbono de la producción de esta falsa carne si la elaboraba en laboratorios.

Crearon la Impossible Burger, que era carne falsa hecha con una variedad de ingredientes altamente procesados, incluida la leghemoglobina de soja derivada de levadura transgénica y 46 proteínas de levadura adicionales , algunas de las cuales no estaban identificadas ni sometidas a pruebas de seguridad.

Así mismo, la leche falsa fue la siguiente en la agenda. La biología sintética o synbio (fermentación de precisión) modifica genéticamente levaduras, hongos, algas o bacterias para producir proteínas animales que luego se “fermentan” en cubas o “biorreactores”, y la “leche” resultante afirma contener “proteínas idénticas a las que se encuentran en leche de vaca.»

Sin embargo, cuando John Fagan, Ph.D., del Instituto de Investigación de Salud, realizó un análisis comparando la leche de vaca con la leche sintética, encontró que en la leche falsa  los nutrientes esenciales de la leche real faltaban en la leche sintética, incluida la vitamina E.

La composición de aminoácidos de una proteína de suero era un 57% diferente de la leche de vaca y la segunda era un 46% diferente. La leche synbio contenía 92 pequeñas moléculas que nunca han formado parte de la dieta humana y cuya identidad es totalmente desconocida para la ciencia.

Ahora están con la carne celular

En otro contexto, la carne celular es un intento de cultivar carne real en un laboratorio. Las células madre se toman de un animal vivo y se colocan en una sopa artificial de hormonas de crecimiento genéticamente modificadas y otros “nutrientes” sintéticos que se elaboran juntos en cubas de acero o biorreactores. Sin embargo, cultivar células para convertirlas en carne real ha demostrado ser difícil y, en última instancia, puede ser científicamente inalcanzable. La infraestructura necesaria es enorme, costosa de construir y depende de insumos energéticos masivos, consistentes y costosos.

Aumentar la producción para satisfacer la demanda del mercado está resultando casi imposible, ya que la contaminación en los biorreactores es un hecho frecuente y mortal. La carne celular ha sido ampliamente publicitada, pero hasta la fecha no ha habido una evaluación significativa de su valor nutricional.

Si cultivar carne y leche en laboratorios es problemático, el sector de los tecnoalimentos pretende inventar productos aún menos realistas. Los inversores han donado 3,5 millones de dólares a Biomilq , una empresa que afirma que puede producir leche materna humana cultivada en laboratorio.

Se otorgó financiamiento a una empresa que planea hacer albóndigas de mamut lanudo (usando ADN de elefante para llenar “huecos” en el ADN del mamut) y se brindó financiamiento a un grupo que deseaba producir alimentos para mascotas cultivados en laboratorio (un sector ligeramente regulado cuyos consumidores comerá cualquier cosa).

La producción de alimentos debería volver a la tierra

Los tecnoalimentos demuestran que todo lo imaginable no es necesariamente alcanzable. Quizás la producción de alimentos debería volver a la tierra.

El Instituto Rodale ha demostrado que si los cultivos y pastos globales se gestionaran según sistemas regenerativos , el 100% de las emisiones globales de CO2 podrían almacenarse en los suelos.

Un suministro de alimentos orgánicos no sólo reduciría lo que llaman los calentólogos el calentamiento global sino que mejoraría enormemente la salud humana y la viabilidad de los sistemas sanitarios mundiales, evitando al mismo tiempo la centralización y el control corporativo de la producción de alimentos.

Es deseable mejorar la calidad y cantidad de nuestro suministro de alimentos, pero parece poco probable que los alimentos tecnológicos lo hagan. Solo sirve para que los grandes magnates se hagan más ricos a costa de nosotros y de nuestra salud.

Publicado originalmente por GMWatch

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