Lo Queer. ¿Otro instrumento de los globalistas de la Agenda 2030? | Albert Mesa Rey

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Hace unas semanas publiqué un artículo sobre el pensamiento Woke. Hoy quisiera comentar en este artículo de opinión una de sus partes integrantes, La Teoría Queer (o su castellanización cuir).

En España un buen ejemplo de ello es el Ministerio de Igualdad, que más bien debería llamarse de “Sexualidad”, dirigido por Irene Montero y un círculo de colaboradoras que han demostrado reiteradamente unas obsesiones sexuales que suponen universales.

La lista de iniciativas de nuestras “gobernantas” y demás evangelistas de la ideología de género es un largo catálogo de desquiciamientos: manifestaciones andrófobas, desfiles grotescos disfrazados de reclamaciones de derechos, presunción de culpabilidad de los hombres por el hecho de serlo, discriminación legal y judicial de los padres, regulación legislativa de las relaciones sexuales, frivolización de la tragedia de la transexualidad, aborto a la carta, sexualización de la educación desde la primera infancia, clases de masturbación para niños, fiestas infantiles de travestis, “chochocharlas”, talleres para pintarse el coño y mil locuras más que da pena y pereza enumerar.

Y es que la izquierda, lo mismo que una secta es infalible, nunca se equivoca. Posee la verdad absoluta y actúa con una autonomía tal que le permite estar al margen, no ya de la sociedad, sino de la realidad. El progresismo contemporáneo niega la biología, desoye a la ciencia y camina siempre hacia el abismo económico prometiendo a sus adeptos que allí al fondo se encuentra la salvación.

Todos los que aún tenemos algún resto de dignidad y sentido común, hemos asistido atónitos a las declaraciones de Irene Montero, a la sazón titular del Ministerio de Igualdad, justificando algo tan deleznable como es la pederastia, lo que atenta contra lo establecido en el artículo 181 del Código Penal.

Las declaraciones de la ministra fueron: “Los niños, las niñas y les niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo a saber, que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren, y que eso es una forma de violencia. Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento. Y esos son derechos que tienen reconocidos, y que a ustedes no les gustan«. (sic)

Solo nos faltaba Monseñor Luis Argüello a la sazón obispo, secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, justificando y exculpando las declaraciones de la ministra. Según este prelado, «Respecto a las declaraciones de ese día, quiero ser comprensivo con la ministra de Igualdad, porque yo también salgo a la prensa, veo cómo se interpretan algunas respuestas. A veces, uno, cuando responde dice una frase pequeña en un argumento global y es la frase pequeña la que se ve. Yo francamente, no creo que la ministra de Igualdad defendiera en esas declaraciones que los niños puedan mantener relaciones sexuales y demás” (sic).

También en el haber de este ministerio tenemos la ley del “Solo sí es sí” y abundan las declaraciones en que no pierde ocasión de pervertir el lenguaje con “miembros y miembras” o “niños, niñas y niñes”. Una ley que ha levantado las protestas del feminismo histórico con la expulsión como feminista de la histórica Lidia Falcón y de su Partido Feminista de Izquierda Unida. Las feministas que se pueden parecer a Lidia Falcón sienten que hoy se quiere anular su papel, que se quiere poner en cuestión su discurso de igualdad aún no culminado, y que estamos en puertas de la efervescencia de los vientres de alquiler, de lo que definen como “lobby trans” y de la hegemonía queer.

¿Qué es la Teoría Queer?

La teoría queer (o más bien teorías queer, porque son múltiples y variadas) pretende aportar una dimensión académica y un acercamiento científico y sociológico para quienes no encajan en la sociedad. Aunque el término fue introducido y popularizado por las teóricas feministas Teresa de Laurentis y Judith Butler, históricamente muchas de las principales voces de la teoría queer han venido de personas excluidas: trabajadoras sexuales, migrantes, personas trans y no binarias, racializadas, pobres, víctimas de la pandemia del SIDA… Estas teorías se han desarrollado en la intersección entre feminismo y luchas LGTBQ, uniendo esos dos ámbitos, como hace la práctica política queer y el feminismo más de base.

Nació a raíz de los estudios de la mujer, teorías feministas y estudios de la homosexualidad. También se desarrolla de las teorías sociológicas posmodernas y posestructuralistas. La primera hacía una fuerte crítica a la tradición y racionalidad de la modernidad occidental. La segunda, se centraba en la subjetividad y en cómo construimos significados.

Es un marco ideológico que defiende que las orientaciones sexuales, así como las identidades sexuales y de género son una construcción social. Así, no hay roles determinados por la naturaleza humana, sino distintas maneras de vivir la sexualidad socialmente construidas.

Lo cierto es que existen diferentes corrientes y no puede hablarse de una única Teoría Queer, pero se pueden extraer una serie de ideas fundamentales de este movimiento:

  • El género, la identidad y la orientación sexual son construcciones sociales, al igual que lo femenino y lo masculino son papeles que te interpretan.
  • Critica a la heterosexualidad, ya que es considerara un régimen de poder y disciplina que tiene como objetivo perpetuar los estereotipos de género y, con ello, regular la sexualidad.
  • La identidad está en constante movimiento y, por lo tanto, va cambiando. Así, alguien puede considerarse actualmente homosexual, pero dentro de un tiempo considerarse bisexual.
  • Es importante no etiquetar y clasificar a las personas en categorías socialmente construidas. De esta manera, ser queer no es pertenecer al colectivo LGTBI, sino que va más allá. Ser queer es, concretamente, no asumir una identidad de género u orientación sexual determinada.
  • La teoría queer critica cualquier proceso de normalización, pues ese es el mecanismo por el que se transmiten tabúes, estereotipos y jerarquizaciones culturales.

Cada vez estoy más convencido que la consigna que prima en esa izquierda progre, la definió el escritor y filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila que fue uno de los más críticos con la modernidad y nos recordó, con la concisión del genio, que la divisa para el joven izquierdista es «revolución y coño».

También estoy convencido que, entre otras cosas, ya estamos ante una “neolengua queer” que haría palidecer de envidia a los gestores del “Ministerio de la Verdad” de la novela “1984” de Georg Orwell.

Los departamentos de estudios queer se multiplican en las universidades y, en los medios: actrices, músicos y otros famosos salen del armario definiéndose no como homosexuales, sino como queer, y explicando que se sienten más cómodos con una definición fluida de su sexualidad. ¿Podría seguir creciendo el concepto hasta servir como paraguas para todas las identidades no heteronormativas? En un ensayo de la revistaThe Atlantic” el pasado febrero, el periodista Jonathan Rauch defendía que la letra Q (de queer) engloba “todas” las minorías sexuales, mientras que LGTBIQ+ (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer) acaba inevitablemente excluyendo a algún colectivo y, además, resulta confusa.

Discúlpame amable lector si mis artículos pintan un panorama sombrío, pero es lo que hay o por lo menos como yo lo veo y no creo que sea lo mejor practicar la “Técnica del Avestruz” esconder la cabeza bajo el ala o bajo tierra es lo que desean que hagamos los que promueven estas doctrinas.

Si quieres saber más de algunos de los conceptos aquí expuestos, te sugeriría que pincharas en los enlaces. Gracias por leerme.

 

 

 

 

Albert Mesa Rey | Escritor

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