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Cuando se habla de la Guerra de Cuba (1895-1898), muchos recuerdan el «Desastre del 98«, la pérdida de las últimas colonias y la humillación ante Estados Unidos. Pero detrás de la derrota política hay una historia de heroísmo callado: la de miles de soldados españoles que, en condiciones inhumanas, lucharon hasta el límite por su bandera.
Esta es la cruda realidad de una guerra librada no solo contra los mambises independentistas, sino contra la selva, las enfermedades y el abandono. Una historia de balas, fiebre amarilla y, sobre todo, coraje.
Índice de contenidos
- Contexto histórico
- El esfuerzo militar español
- La intervención estadounidense
- Un infierno verde: La guerra en la jungla cubana
- El enemigo invisible: La fiebre amarilla y el terror de los hospitales
- Combates desesperados: Los últimos héroes del Imperio
- El regreso a casa: Héroes olvidados
- ¿Por qué recordarlos hoy?
La Guerra de Cuba, también conocida como la Guerra de Independencia Cubana o, desde la perspectiva española, el conflicto que marcó el fin del dominio colonial en América, es un capítulo profundamente significativo en la historia militar de España. Este conflicto, que se desarrolló entre 1895 y 1898, no solo representó la lucha por la independencia de Cuba, sino que también fue un testimonio del valor, el sacrificio y el patriotismo de los soldados españoles que defendieron hasta el último aliento los ideales de la patria.

Contexto histórico
Cuba, la «Perla de las Antillas», había sido parte integral del Imperio español desde su descubrimiento por Cristóbal Colón en 1492. Durante siglos, la isla fue un bastión económico y estratégico para España, gracias a su producción azucarera y su posición geográfica clave en el Caribe. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, el descontento entre los cubanos creció debido a las políticas coloniales, los altos impuestos y la falta de representación política. Este malestar se tradujo en una serie de rebeliones, siendo la más notable la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que aunque no logró la independencia, sentó las bases para futuros levantamientos.
En 1895, bajo el liderazgo de figuras como José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, estalló una nueva insurrección independentista. Esta vez, los rebeldes estaban mejor organizados y contaban con un amplio apoyo popular. España, por su parte, se vio obligada a enviar tropas para sofocar la rebelión y mantener su soberanía sobre la isla.
El esfuerzo militar español
El ejército español desplegado en Cuba fue un reflejo del compromiso de España con su territorio ultramarino. Miles de soldados, muchos de ellos jóvenes reclutas, fueron enviados a luchar en un entorno hostil, caracterizado por un clima tropical, enfermedades como la fiebre amarilla y la malaria, y una guerra de guerrillas que dificultaba las operaciones convencionales.
A pesar de las adversidades, los soldados españoles demostraron un valor y una disciplina admirables. Figuras como el general Valeriano Weyler, conocido por su política de «reconcentración» para aislar a los insurgentes, y el almirante Pascual Cervera, quien lideró la flota española en el Caribe, se convirtieron en símbolos de la resistencia española. Weyler, aunque criticado por sus métodos, logró contener temporalmente la insurrección, mientras que Cervera, a pesar de la inferioridad de sus fuerzas navales, enfrentó con honor a la poderosa armada estadounidense durante la Batalla de Santiago de Cuba en 1898.
La intervención estadounidense
El conflicto tomó un giro decisivo con la intervención de Estados Unidos en 1898. El hundimiento del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana, bajo circunstancias aún no del todo claras, sirvió como pretexto para que Estados Unidos declarara la guerra a España. La superioridad naval y militar de los estadounidenses fue abrumadora, y en poco tiempo, las fuerzas españolas se vieron obligadas a capitular.

La Batalla de Santiago de Cuba, librada el 3 de julio de 1898, marcó el final de la presencia naval española en el Caribe. A pesar de la valentía de los marinos españoles, la flota de Cervera fue destruida. Este desastre militar, junto con la pérdida de Filipinas y Puerto Rico, llevó a España a firmar el Tratado de París en diciembre de 1898, mediante el cual renunció a sus últimas colonias en América y Asia.
Un infierno verde: La guerra en la jungla cubana
Los soldados españoles llegaban a Cuba esperando una guerra convencional, pero se encontraron con una pesadilla:
- La guerra de guerrillas: Los insurgentes cubanos, conocedores del terreno, evitaban enfrentamientos abiertos. Emboscadas, ataques sorpresa y rápidas retiradas eran su táctica. Los españoles, acostumbrados a formaciones europeas, sufrieron terribles bajas en combates desiguales.
- El clima asesino: El calor sofocante, las lluvias torrenciales y los mosquitos portadores de enfermedades diezmaban más que las balas.
- La política de «reconcentración» de Weyler: Para cortar el apoyo de la población a los rebeldes, el general Valeriano Weyler ordenó reagrupar a civiles en zonas controladas. La medida, criticada internacionalmente, debilitó a los insurgentes, pero también causó miles de muertes por hambre y enfermedades.
El enemigo invisible: La fiebre amarilla y el terror de los hospitales
Si las balas mataban, las enfermedades exterminaban. Más del 90% de las bajas españolas no fueron por combate, sino por epidemias.
- La fiebre amarilla: Conocida como «el vómito negro», provocaba fiebres altas, hemorragias y una muerte agonizante. Los hospitales de campaña eran trampas mortales: hacinamiento, falta de medicinas y médicos desbordados.
- La malaria y la disentería: Los mosquitos y el agua contaminada convertían los campamentos en focos de infección. Muchos soldados morían antes de ver al enemigo.
- El abandono de la retaguardia: Mientras en España se hablaba de «gloria», los soldados sufrían falta de alimentos, ropa adecuada y hasta botas. Las cartas a casa revelaban su desesperación:
«Aquí no hay más que miseria y muerte».

Combates desesperados: Los últimos héroes del Imperio
A pesar de todo, hubo momentos de valor puro:
- La carga del «7 de junio» (1896): Un batallón de solo 500 soldados españoles resistió el ataque de más de 2.000 mambises en Peralejo. El general Antonio Maceo, líder rebelde, admitió: «Los españoles no se rinden».
- La defensa de Cascorro (1897): Un pequeño destacamento, rodeado y sin esperanza, aguantó semanas hasta ser rescatado. Su resistencia se convirtió en leyenda.
- El sacrificio de la Marina: Santiago de Cuba (1898): Sabiendo que era una misión suicida, el almirante Cervera salió del puerto para enfrentarse a la flota estadounidense. Sus barcos, anticuados y mal equipados, fueron hundidos uno a uno. Pero ningún navío español se rindió.
El regreso a casa: Héroes olvidados
Cuando terminó la guerra, los supervivientes volvieron a una España que no quería recordar la derrota. Muchos, enfermos y mutilados, fueron ignorados. No hubo desfiles, ni condecoraciones masivas, solo silencio.
Algunos, como la poetisa Ernestina de Champourcín, dejaron testimonio escrito del sufrimiento:
«Volvieron sin gloria, sin aplausos… solo con su pena y su hambre».

La Guerra de Cuba no fue solo una derrota colonial. Fue el último acto de un Imperio que, aunque moribundo, tuvo hombres que lucharon con honor.
Sus historias merecen ser recordadas no para revanchismos, sino para honrar su sacrificio. Porque, al final, la verdadera medida de un ejército no está en sus victorias, sino en cómo lucha cuando todo está perdido.
Y ellos lucharon hasta el final.
¿Conocías esta parte de la historia? Comparte este artículo para que su sacrificio no caiga en el olvido.
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2 comentarios en «Balas, fiebre amarilla y coraje: La verdadera historia de los soldados españoles en Cuba | Albert Mesa Rey»
Hace ya muchos años, a finales del siglo XX, las autoridades militares norteamericanas reconocieron, de una manera oficial, que el «motín» del Maine fue una estratagema militar urdida por los propios norteamericanos, sin que hubiera intervención española de ninguna clase. Al parecer, esas investigaciones americanas llegaron a la conclusión de que fue un incendio fortuito en la carbonera del barco, ocasionando la explosión de los proyectiles almacenados…Momento que fue aprovechado por el ejército para justificar (siempre injustificable) su intervención en la guerra, como y estaba previsto y proyectado por la prensa canalla contra España, de Putlizer y Hearst, junto con la poderosa MASONERÍA. Todo estaba organizado para promocionar la entrada en la guerra en Cuba y Filipinas. Y lo consiguieron con armas, y barcos de hierro frente a los barcos de madera españoles: fue una guerra para el dominio del Pacífico y emprender el «Manifiesto Destino» ( Manifest Destiny) como filosofía imperialista de EEUU.
Conviene, en esta guerra global de 1898, no olvidar nunca el papel importante de la masonería y la prensa.
Muy interesante y instructivo gracias