«La guerra sucia» ofrece la historia completa de todo lo que la policía secreta de la Segunda República libró contra lo que se denominó la quinta columna durante la Guerra Civil española. Dirigidos por socialistas y comunistas, el Departamento Especial de Información del Estado (DEDIDE) y el Servicio de Información Militar (SIM) buscaron sin piedad al enemigo interno, real o imaginario, en la zona republicana, especialmente en las ciudades de Madrid y Barcelona.
En su punto de mira no solo estaban los simpatizantes del Movimiento Nacional clandestinos, sino también los antifascistas tachados de trotskistas por sus enemigos de izquierdas. El autor es Julius Ruiz, profesor titular de Historia de Europa en la Universidad de Edimburgo. Ha centrado buena parte de su tarea investigadora en la historia de España durante el período republicano, la Guerra Civil y la etapa posterior del nuevo régimen político, y ha publicado obras como “El terror rojo” y “Paracuellos”, editados también en inglés.
Después de más de diez años de investigación en archivos españoles y extranjeros, el profesor Ruiz saca de las sombras la extraordinaria trayectoria de unos izquierdistas decididos a “salvar del fascismo” a la República revolucionaria. Puede decirse que España ha sido una incubadora de varios conceptos novedosos en la terminología bélica moderna. Igual que la lucha contra los franceses a inicios del siglo XIX dio pie a la aparición del término “guerrilla”, la Guerra Civil produjo el de “quinta columna”. Su trabajo demuestra que la policía secreta tuvo mucho más éxito a la hora de acabar con quienes quedaron detrás de las trincheras de lo que muchos historiadores han creído hasta ahora. Podríamos afirmar que se trata de un buen trabajo sobre los servicios de inteligencia, su creación, estructura, operativa y valoración de resultados.
«Es cierto que varias redes clandestinas de simpatizantes franquistas afloraron en la España republicana en el invierno de 1936-1937, aunque no se asemejaran ni de lejos a los fantasmas que azuzaban las pesadillas izquierdistas». Como toda guerra, cada bando va desarrollando redes autónomas capaces de establecer una comunicación regular con los servicios de inteligencia para ayudar al esfuerzo bélico. Esto suponía una amenaza que tenía que ser neutralizada. En el bando nacional, el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) contaba con varias redes quintacolumnistas suministraron cantidades significativas de información de todo tipo sobre sus adversarios. Puede que la quinta columna no “ganase” la guerra, vendrían a decirnos tales estudios, pero sí garantizó una transición pacífica en el poder hasta la llegada de Franco.
Instruidos por el NKVD soviético, adultos y jóvenes militantes inexpertos utilizaban la tortura física y mental para extraer información de los sospechosos. El saqueo y el robo acompañaron a la limpieza del adversario, llegando incluso a competir por entrar en los domicilios. Comunistas, socialistas y sindicalistas, así como miembros catalanistas, nacionalistas vascos y republicanos izquierdistas, fueron protagonistas en mayor o menor medida, de una masacre sin precedentes, llegando incluso a darle más prioridad que a actuar unidos en el frente de combate, que era donde se decidía el futuro del país. El que se implicaran más o menos en esa labor dependió más bien de sus respectivas posiciones en el equilibrio de poder político en la zona republicana. El “antifascismo” del que aquí se habla, enfocó la lucha contra la quinta columna desde la óptica de la revolución, es decir, que metió fascismo y capitalismo en un mismo saco y no quiso establecer diferencias.
Una de las observaciones del autor es que la Guerra Civil española fue una guerra protagonizada por jóvenes. La mayoría de quienes perpetraron atrocidades de uno u otro tipo tenían menos de treinta años. Santiago Carrillo, consejero de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid, y Segundo Serrano Poncela, su director general de Seguridad, solo tenían veintiún y veintitrés años, respectivamente, durante las masacres de Paracuellos. Y muy jóvenes solían ser también los líderes de la lucha contra la quinta columna: Francisco Ordóñez Peña tenía veintitrés años cuando asumió el mando del DEDIDE, y Santiago Garcés Arroyo contaba sólo veintidós cuando Negrín le confió la jefatura del SIM. De los 268 agentes del Departamento Especial, muchos tenían veintiséis años o menos en el momento de su incorporación.
Como se demuestra, en esta guerra secreta, el DEDIDE y el SIM tenían poderes ilimitados, actuando bajo la autoridad del presidente del Gobierno republicano Juan Negrín. Para algunos de los vencidos en 1939, estos servicios fueron un instrumento contrarrevolucionario que condujo a la derrota republicana. La paradoja es que el elemento clave de esas tesis es que Negrín se convirtió en un mero instrumento en manos de los dirigentes comunistas españoles dirigidos desde Moscú. Consta de catorce capítulos divididos en cinco partes y cuenta con anexos, álbum de fotografías, índice onomástico y una extensísima referencia documental. Valiéndose de materiales tomados de múltiples fuentes, este libro restituye la lucha contra la quinta columna a su lugar correspondiente, en el centro mismo del esfuerzo bélico republicano.
(Autor: Gabriel Cortina)
Ficha técnica
La guerra sucia
Julius Ruiz
Editorial Espasa
910 páginas