La Generación Z y la Generación Alfa están diezmadas por el aborto | Steven W. Mosher

Las Generaciones Z y Alfa están diezmadas por el aborto

A medida que las familias estadounidenses continúan fracturándose, las generaciones más jóvenes cargan con las consecuencias. Seguramente has oído hablar de la Generación Z, los llamados “Zoomers”, nacidos entre 1999 y 2009. Pero ¿sabías que ya existe una generación aún más joven? Se trata de la llamada Generación Alfa, integrada por los niños nacidos entre 2010 y 2024. Son los “niños del iPad”, expuestos a la tecnología de manera constante desde la primera infancia.

Muchos jóvenes de estas dos generaciones han pasado más tiempo conectados a internet que con sus propios padres, sobre todo cuando ambos trabajan o están divorciados. En África solía decirse que “se necesita una aldea” para criar a un niño. En Estados Unidos, en cambio, no solo han desaparecido esas “aldeas”, sino que las familias extensas se han vuelto cada vez menos frecuentes, y hasta las familias nucleares —un padre, una madre y sus hijos, naturales o adoptivos— representan hoy una minoría.

Los niños tienen necesidades sociales básicas que deben ser atendidas para poder desarrollarse y prosperar plenamente. Incluso el apoyo más mínimo puede marcar la diferencia: en ocasiones basta una sola persona, una sola conversación, para resultar decisiva en momentos de estrés, confusión o depresión.

¿Qué ocurre, entonces, cuando la única “conversación” posible es con la inteligencia artificial del iPad, porque tu único padre está trabajando y el hermano o la hermana que debiste tener fue abortado antes de que nacieras?

¿Cuántos niños de las generaciones Z y Alfa se han perdido por aborto?

Las cifras exactas son difíciles de precisar. Sin embargo, al cruzar los datos de aborto del Instituto Guttmacher, los CDC y la Fundación Kaiser, es posible obtener una estimación bastante aproximada del número total de abortos ocurridos cada año desde 1999. Como también se conoce la cantidad de nacimientos anuales, se puede calcular la tasa de aborto: el porcentaje de miembros de la Generación Z y de la Generación Alfa que no llegó a salir con vida del vientre materno.

Conviene tener presente que, aunque las tres organizaciones son favorables al aborto, difieren en la manera de recopilar sus cifras. El Instituto Guttmacher reporta datos de los 50 estados e incluso realiza estimaciones cuando faltan registros. El CDC, en cambio, se limita a compilar pasivamente los números que le son enviados. Por ello, sus estadísticas resultan incompletas: no solo porque no abarcan a todos los estados, sino también porque muchos abortos nunca se notifican.

Los datos indican que la Generación Z perdió a más de 16 millones de sus miembros por aborto, mientras que la Generación Alfa perdió más de 12 millones. Al sumar estas cifras al total de nacimientos, se obtiene una aproximación del número real de bebés concebidos, a partir de la cual es posible calcular el porcentaje que fue abortado. (Este cálculo no contempla los abortos espontáneos).

Nuestros cálculos indican que aproximadamente el 21% de la Generación Z fue abortado, y lo mismo ocurrió con el 18% de la Generación Alfa. En otras palabras, a cada generación le falta cerca de una quinta parte de sus miembros.

Algunas estimaciones son todavía más elevadas: ciertos demógrafos sostienen que más del 25% de los miembros de las dos últimas generaciones han sido sacrificados por el aborto.

La pérdida para la sociedad, y para sus propias familias, es incalculable. Pensemos en los médicos, músicos, investigadores, tutores de acogida, artistas e inventores que no llegaron a existir. Pensemos en los hijos e hijas, hermanos y hermanas, esposos y esposas que faltan en nuestros hogares. Pensemos también en los millones de cuerpos destruidos y en el tejido de nuestras comunidades desgarrado, todo en nombre de la llamada autonomía corporal.

No es casualidad que la Generación Z y la Generación Alfa registren los niveles más altos de estrés, depresión y aislamiento jamás documentados. En particular, muchos jóvenes de la Generación Z afirman sentirse incapaces de asumir roles adultos o de cargar con la responsabilidad de una familia. De manera trágica, esta situación parece estar generando tasas aún más altas de aborto.

¿Hasta qué punto?

Según un estudio de la Oficina Nacional de Estadísticas, para 2022 la mitad de todos los embarazos de miembros de la Generación Z terminó en aborto.

Ya era suficientemente grave que una cuarta parte de la Generación Z se hubiera perdido por el aborto. Pero resulta aún más doloroso comprobar que los sobrevivientes ahora optan por interrumpir la mitad de sus propios embarazos.

Hablamos de una “elección”, pero en muchos casos a estas jóvenes se les niega una decisión verdaderamente informada. Con frecuencia carecen del apoyo de una familia que las respalde, sufren la presión de consejeros escolares o de sus parejas y, a menudo sin recursos económicos, se les convence de que no tienen otra opción más que abortar. La coerción, con cualquier nombre que reciba, sigue siendo coerción.

Si la Generación Alfa sigue el mismo camino que la Generación Z, la tasa de natalidad en Estados Unidos continuará descendiendo. La actual tasa de fertilidad —solo 1,6 nacimientos por mujer, muy por debajo del 2,1 necesario para el reemplazo generacional— pronto quedará atrás, mientras los índices caen aún más.

De no cambiar esta tendencia, el aislamiento que ya sufren las dos últimas generaciones se intensificará. En un contexto de hogares con hijos únicos, padres divorciados y escasa vida comunitaria, ¿cómo podría ser distinto? Los seres humanos necesitamos padres, hermanos, primos, vecinos, compañeros de escuela, colegas y equipos deportivos para desarrollarnos plenamente. Estamos hechos para vivir en comunidad, no para quedar aislados frente a pantallas impersonales.

¿Cómo podemos, como cristianos y como nación, revertir esta situación?

El primer paso es detener la matanza. El aborto, que alguna vez se consideró impensable, debe volver a ser visto de ese modo. Esto implica, entre otras medidas, retirar del mercado la píldora abortiva.

En segundo lugar, debemos garantizar que dar a luz sea gratuito. No hay razón para que el país más rico del mundo no pueda asumir el costo del parto de las parejas jóvenes dispuestas a tener hijos. A largo plazo, la nación obtendrá enormes beneficios de la mayor tasa de natalidad que esto generaría.

En tercer lugar, las parejas que decidan tener y criar hijos deberían estar exentas de todo tipo de impuestos, incluido el seguro social. Al fin y al cabo, al traer hijos al mundo están asegurando el porvenir de Estados Unidos de la forma más esencial: garantizando la existencia de las futuras generaciones.

El futuro pertenece a los fecundos.

Steven W. Mosher | Presidente de Population Research Institute. Autor de “Population Control: Real Costs, Illusory Benefits”.

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