El pasado domingo, se cumplieron 47 años del fallecimiento del anterior jefe del Estado el General D. Francisco Franco Bahamonde. Su larga enfermedad y agonía que le llevó al fatal desenlace fue magistralmente narrado por el Dr. José Luis Palma Gámiz en su libro “El Paciente del Pardo” (Ed. Alfaguara; ISBN 9788495088154). El Dr. Palma vivió aquellos trascendentales hechos históricos de primera mano, pues era el facultativo más joven del «Equipo Médico Habitual» que a las órdenes del Dr. Pozuelo atendieron a Franco en su enfermedad final.
Todos los que vivimos los últimos años del régimen del General Franco tenemos la imagen de su declive y deterioro físico. En sus últimas apariciones desde el balcón del Palacio de Oriente, se pudo observar al ojo entendido, los síntomas inequívocos de una grave enfermedad neurodegenerativa. Aprovechando esta efeméride, hoy quisiera hablar sobre esa enfermedad que aquejó al Caudillo, la Enfermedad de Parkinson.
¿Qué es la Enfermedad de Parkinson?
La enfermedad de Parkinson recibe su nombre en referencia al Dr. James Parkinson, que la describió por primera vez en 1817 en su monografía “Un ensayo sobre la parálisis agitante” (An essay on the shaking palsy).
La enfermedad de Parkinson (que en adelante nombraremos como “EP”) es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva. Es la segunda enfermedad más prevalente en la actualidad después de la Enfermedad de Alzhéimer y pertenece a los llamados «Trastornos del Movimiento».
La EP se caracteriza por la pérdida (o degeneración) de neuronas en la sustancia negra, una estructura situada en la parte media del cerebro. Esta pérdida provoca una falta de un neurotransmisor, la dopamina, que transmite desde el cerebro la información necesaria para que realicemos movimientos con normalidad. La falta de dopamina hace que el control del movimiento se vea alterado, dando lugar a los síntomas motores típicos, como el temblor en reposo o la rigidez y de regular también el estado de ánimo de una persona. Las facultades intelectuales están conservadas a diferencia de la Depresión, al afectar la EP a otras estructuras cerebrales.
Se desconoce la causa de la enfermedad de Parkinson, pero hay varios factores de riesgo que parecen influir. Se han identificado algunos entre los estarían los siguientes:
- La edad. Los adultos jóvenes rara vez padecen la enfermedad de Parkinson. Originalmente comienza en etapas medias o avanzadas de la vida, y los riesgos aumentan con la edad. Las personas normalmente manifiestan la enfermedad alrededor de los 60 años en adelante.
- La predisposición genética. Tener un pariente cercano que sufra la enfermedad de Parkinson aumenta las probabilidades de que desarrolles la enfermedad. Sin embargo, los riesgos son aún pequeños a menos que tengas muchos parientes en tu familia con enfermedad de Parkinson.
- El sexo. Los hombres son más propensos a desarrollar la enfermedad de Parkinson que las mujeres.
- La exposición a toxinas. La exposición constante a herbicidas y pesticidas puede aumentar ligeramente el riesgo de enfermedad de Parkinson.
¿Cuáles son los síntomas de párkinson?
Existen algunos signos y síntomas tempranos que pueden ayudar a reconocer si una persona padece párkinson. Ninguno de estos signos o síntomas por separado es concluyente, sin embargo, si se presentan dos o más en la misma persona es conveniente que se consulte con un neurólogo, ya que un diagnóstico temprano ayudaría a tener una progresión más lenta. Los más comunes son:
- Temblores: Lentos y rítmicos. Predominan estando en reposo y disminuyen al hacer un movimiento voluntario. No necesariamente los presentan todos los pacientes.
- Rigidez muscular: Resistencia a mover las extremidades, hipertonía muscular.
- Bradicinesia: Lentitud de movimientos voluntarios y automáticos. Falta de expresión de la cara. Escritura lenta y pequeña (micrografía). Torpeza manipulativa.
- Anomalías posturales: Inclinación del tronco y la cabeza hacia delante. Codos y rodillas están como encogidos.
- Anomalías al andar: Marcha lenta, arrastrando los pies. A veces se dan pasos rápidos y cortos (festinación), con dificultad para pararse. Episodios de bloqueo (los pies parecen que están pegados al suelo).
- Trastorno del equilibrio: Reflejos alterados, fáciles caídas.
- Trastornos del sueño: insomnio para coger el primer sueño, sueño muy fragmentado en la noche, despertarse muy temprano y no volver a dormirse, pesadillas vívidas, gritos nocturnos, somnolencia diurna…
Problemas asociados
- Dolores de tipo muscular o articular.
- Fatiga, agotamiento fácil, cansancio crónico.
- Estreñimiento.
- Falta de control de la orina (incontinencia).
- Problemas sexuales: generalmente falta de deseo sexual, impotencia o frigidez, aunque también se puede dar justo lo contrario: excitación excesiva de deseos sexuales o eyaculación retardada o retrógrada.
- Trastornos depresivos y aislamiento social.
- Sudoración excesiva y crisis de seborrea.
- Trastornos respiratorios.
- Trastornos de la deglución (se traga mal y solo semi-líquidos).
- Trastornos oculares: sequedad de ojos, picor, visión doble, falta de enfoque visual.
- Enlentecimiento de las funciones psíquicas (bradifrenia).
Los síntomas no motores de la enfermedad se encuadran en los trastornos de sueño, la lentitud generalizada, la apatía, el cansancio, la ansiedad, la depresión, los trastornos de conducta, el estreñimiento, la hipotensión, la dermatitis seborreica, los trastornos en la micción y la sialorrea (exceso de salivación).
Dado que hoy en día no se conoce la causa última de la EP, sin embargo, se considera que podría deberse a una combinación de factores genéticos, medioambientales y los derivados del propio envejecimiento del organismo, por lo tanto, no sería posible a ciencia cierta indicar unas medidas de prevención.
La EP tiene un curso progresivo que puede variar en función de la persona y atraviesa por diferentes estadios. A continuación, se detalla la clasificación por estadios de Hoehn y Yahr, 1967:
En lo que llamaríamos fase de “Diagnostico reciente”, observamos en el Estadío I la afectación unilateral (un lado del cuerpo) y en un Estadío II la afectación bilateral sin alteraciones del equilibrio.
La enfermedad progresa hasta una fase de “Afectación moderada”. En esta fase hablamos de un Estadío III en el que se observa la afectación bilateral con alteración del equilibrio, y un Estadío IV en el que el grado de dependencia está aumentado.
La progresión de la enfermedad desemboca en fase de “Afectación severa” o Fase V en la que hay una afectación severa y una alta dependencia.
Tratamientos farmacológicos
Hoy en día no se dispone de un tratamiento curativo para la EP. La medicación se centra en reestablecer el contenido de dopamina en el cerebro con el objetivo de mejorar los síntomas y la calidad de vida de la persona. La elección del medicamento depende de factores como la edad, las características clínicas, la gravedad de la EP y los trastornos asociados. En ocasiones se emplea una combinación de fármacos para conseguir un control más eficaz de los síntomas. Actualmente se emplean los siguientes: Precursores de la dopamina (Levodopa), Inhibidores de la MAO-B/COMT, Agonistas de la dopamina, Amantadina y Anticolinérgicos que reducen o anulan los efectos producidos por el neurotransmisor acetilcolina y ayudan a reducir el temblor y la rigidez. Se usan además para reducir el exceso de salivación.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento quirúrgico en la EP está indicado cuando los síntomas motores no responden adecuadamente al tratamiento farmacológico. Se trata de la estimulación cerebral profunda (ECP) o por sus siglas en inglés DBS (deep brain stimulation).
En la ECP se implantan unos electrodos en un área concreta del cerebro para administrar estimulación eléctrica. Con ello se consigue modular las señales que causan los síntomas motores. Los electrodos están conectados a un neuroestimulador que se coloca en el tórax (como un marcapasos) a través de una extensión que se conduce bajo la piel, desde la cabeza pasando por el cuello.
Es un procedimiento reversible, puede ajustarse o interrumpirse de forma no invasiva. No se trata de un tratamiento curativo, si no que sirve para mejorar los síntomas motores. La ECP puede reducir los periodos off y las discinesias, mejorando así la calidad de vida de la persona.
Gracias por tu interés y por leerme.
Albert Mesa Rey | Escritor