Justicia poética: “Inquiocupación” | Javier Toledano

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okupas No

Por norma general uno jamás ha de burlarse de las desgracias ajenas. La razón es obvia: esa mala acción tórnase bumerán y se revuelve contra uno, le da en los morros, le hiela la sonrisa y le deja cara de tonto. Le llaman mal karma. Lo que le pasa a Fulanito, le sucede mañana a Menganito corregido y aumentado. Quienes creemos en el derecho a la propiedad detestamos las “okupaciones”, pero más aún a los partidos políticos que  fomentan ese fenómeno execrable mediante laxa o permisiva legislación sazonada de guiños afables y edulcorados. Recordamos bien a aquella “pijaprogre” colosal de Inma Mayol: “La “okupación” es un estilo de vida”. Divisa que suscribe entusiasmada Ada Colau y todo portavoz que se precie de esa izquierda bizarra y estomagante que tiene por objeto dividir la sociedad con su carrusel de fragmentarias e impostadas identidades, empobrecer a la gente para uncirla de por vida a la servidumbre de la subvención (paguitas mensuales) a cambio de su voto y, cómo no, destruir la unidad de España de la mano de los pro-etarras de Bildu/Batasuna y del separatismo golpista de ERC.

La prensa airea de un tiempo a esta parte noticias sobre el universo “okupa” a raíz de los hechos acaecidos recientemente en Barcelona (plaza de Bonanova). Más del 40% de todos los casos registrados en España se producen en Cataluña y hemos sabido que el plazo medio de espera para el desalojo policial de los infractores, previa denuncia y acreditación notarial de la propiedad, oscila entre las 24 y las 48 horas en muchos países europeos. Plazo que en el nuestro se amplía a la nadería de… ¡¡¡18 meses!!!… Arrea. No hace falta ser un lince para concluir que Barcelona es un parque temático para quienes sostienen que “tu casa es la mía”.

Josep Jané, vecino de Esparraguera (Barcelona), vive desde hace tiempo en un automóvil. Tiene vivienda, pero no puede acceder a ella, pues ha sido, como se dice ahora, “inquiokupada”. Su inquilino ya no le paga la renta por alquiler y se ha hecho fuerte entre esas cuatro paredes. No le echan de ahí ni con agua hirviente. Una mala racha. Quebró la empresa del señor Jané y éste, en estado de necesidad económica, quiere regresarse a esa vivienda de su propiedad. El hombre está que fuma en pipa, tal y como recogen varios medios digitales. Sucede que, siendo empresario y propietario, Josep Jané es militante de Podemos, o de cómo diantre se llame la marca electoral asociada en Cataluña. No es baladí, hago un inciso, matizar que la izquierda española no tiene sucursales en Cataluña. Más bien sucede lo contrario: es la izquierda catalana la que tiene sucursales en Madrid. De tal suerte que, por ejemplo, el PSC no es la federación catalana del PSOE, si no que éste último es el mayordomo capitalino del PSC.

Al caso, el señor Jané echa ahora pestes de los suyos, pues de ellos no ha recibido ni apoyo, ni comprensión en tan amargo trance. Ni una palabra de consuelo, una compasiva palmadita en la espalda. Y se siente abandonado y decepcionado. Tanto que amenaza a Colau y a Pablo Iglesias con el inaudito proyecto de convocar “una huelga general de la pobreza” que, hasta recibir las oportunas explicaciones, no sabe uno en qué ha de consistir semejante cosa. Y con plantar la citada protesta, a guisa de escrache, delante de sus respectivas sedes. Lo que llaman “dar visibilidad” a un conflicto.

He sostenido que para desatascar tribunales que rebosan denuncias apiladas hasta el techo por “okupación”, lo apropiado sería elaborar un censo de residencias primeras y segundas (y terceras) de cargos electos de Podemos y de significados militantes de dicha formación. El listado, gratis total, se haría llegar a las bandas “okupas” y de ese modo todos contentos: los “podemitas” ayudarían en carne propia a solucionar el acuciante problema de la vivienda y se sentirían útiles a la sociedad. Unos héroes. Favorables como son al fenómeno, no denunciarían a los “okupas” e incluso compartirían espacios amigablemente con los nuevos convivientes en su domicilio. Todo es cuestión de organizarse. De este modo, digo, se aligeraría el atasco judicial y las personas trabajadoras y que han reunido un pequeño patrimonio, como el de esa señora “inquiokupada” que salió por la tele, acampada delante de su vivienda, y que necesitaba el alquiler sí o sí para costearse la residencia geriátrica, quedarían a salvo de semejante lacra. En particular, el apaño nos blindaría a quienes creemos en el inalienable derecho a la propiedad (sea la propiedad poca o mucha, pero nuestra) y que jamás transigiremos con el mantra colectivista de que “la propiedad es usurpación”.

Josep Jané llama ahora “sinvergüenzas” y “vividores” a los dirigentes de la izquierda radical a los que aplaudió en su día ferverosamente. Él también quiso tomar los cielos al asalto. Días de vino y rosas de Pablo Iglesias y su alegre troupe. Hoy se siente desamparado de los suyos. No es una minucia, un matiz irrelevante: “abandonado por los suyos”, no por el sistema o por la legislación. No por las leyes por los suyos promovidas que cuestionan o limitan el derecho a la propiedad y eternizan procesos judiciales y protocolos de “lanzamiento” con los penseques de la “vulnerabilidad”. O que posibilitan ese esperpento delirante de la venta de pisos, no es broma, con “okupa” dentro. El señor Jané está jodido… porque le han jodido a él. No tuvimos noticias suyas cuando “okupaban” y jodían a otros.

Quizá un día acabará este problema. Para ello serán necesarias otras mayorías parlamentarias y otras dinámicas municipales. Y que el legislador no entre en pánico ante sus propios complejos y se determine al fin a desterrar pudibundas blandenguerías de sus disposiciones normativas. Ojalá un día la inmensa mayoría de los ciudadanos pueda hacer efectivo por sus propios medios el derecho constitucional a una vivienda digna en régimen de propiedad o de alquiler. Un cuento con final feliz, pero no fácil. Y que las “okupaciones” sean un triste episodio del pasado. Pero mientras llega ese futuro promisorio, algunos llorarán, o lloraremos, no lágrimas, sino cristales aristados que nos desgarrarán los ojos. Contra un desalojo, otra “okupación”, cantan amenazadores. Que algunas personas se disparen un tiro en el pie votando a según qué gentuza, no me ha de ocupar, lo malo es que a veces el tiro rebota y hiere a quienes defendemos el derecho a la propiedad, el nuestro y el de los demás.

Javier Toledano | Escritor

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