Javier de Navascués: «La conquista y evangelización de América fue un hecho único en la historia»

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Javier de Navascués es Catedrático de Literatura Hispanoamericana y Director del Departamento de Filología de la Universidad de Navarra, y acaba de publicar «Aventureros del Nuevo Mundo. Héroes y villanos que forjaron la América hispánica», una recopilación de 30 breves biografías que contribuyeron a la colonización.

El periodista Luis H. Goldáraz le entrevista para Libertad Digital y por su interés ofrecemos fragmentos de dicha entrevista.

¿Qué fue la Conquista de América?

Un hecho único en la historia. En el sentido más exacto del término. Algunos quieren disminuirlo de muchas formas. Hay quienes dicen que no fue un descubrimiento, por ejemplo, porque América ya había sido descubierta… Bueno, habría que verlo. En cualquier caso, con descubrimiento o sin él, de lo que no había registros hasta ese momento es de semejante choque cultural. El hecho de que una mitad de un planeta se haga consciente, de repente, de que existe otra mitad de la que no tenía constancia. Y que acto seguido proceda a una conquista y a una transformación tan acelerada y, sobre todo, tan amplia. No hay nada parecido en la historia. Es un hecho único, sí. No hay mejor palabra para definirlo. Entendiendo la palabra «único» como lo que es. Un hecho extraordinario, enorme, singular. Ya está. Sin meterle juicios morales. Hoy es muy fácil hacer eso porque no hay nada más sencillo que juzgar a quien no se puede defender. A los muertos se los juzga muy fácilmente. Pero yo no me refiero a que fue único por la bondad o maldad de quienes lo protagonizaron. Fue único porque cambió la historia.

P: ¿Qué es la Hispanidad?

En realidad el término empezó a utilizarse hace poco más de cien años y se define, más o menos, como la hermandad de los pueblos hispanos unificados por su cultura. Bien, eso es verdad. Y mi libro incide en ese punto. Reconoce un elemento hispánico que es una amalgama importantísima. Lo que pasa es que también introduce personajes indígenas, africanos, mestizos… Quiero decir: yo lo que creo es que lo hispánico puede dar forma, pero el Imperio se hizo no sólo por españoles, sino por muchas otras procedencias que estaban muy interesadas en que aquello saliera adelante. Hablo de las élites indígenas, por ejemplo. O de los muchísimos africanos que llegaron como esclavos pero terminaron integrándose como libertos en el sistema. Y no hablemos ya de los criollos y de los múltiples mestizos. Para que me entiendas mejor: el término españoles, por ejemplo, en los documentos del siglo XVII no se aplica a los indígenas. Nadie llama españoles a los indígenas. Españoles había dos tipos: los que llegaban de la península y los nacidos de españoles en tierra americana. Los que después han sido llamados como criollos. El término español no se utilizaba para todos los habitantes del Imperio.

¿Los indios no eran súbditos de la Corona de Castilla?

Sí, claro que sí. Eran súbditos, pero no necesariamente españoles. Es una cosa compleja porque ellos no se manejaban con la misma idea de ciudadanía con la que nos manejamos hoy. Es decir, existía la idea de España, y existía la idea de procedencia española, pero el Imperio era una monarquía universal —hispánica, también se la llama—, formada por múltiples procedencias. La autoridad era la autoridad del Emperador. Un Emperador español, porque vivía en España, pero que procedía también de Austria… Es complejo. Era otra cosa, difícil de comprender con parámetros actuales. Era una monarquía católica.

¿Por qué fue tan diferente el plan colonizador español del inglés?

La cosa es que desde la península hubo un claro interés por realizar, digamos, un proyecto evangelizador. La labor de la Escuela de Salamanca fue muy importante. Las Leyes Nuevas están ahí, de hecho, y dan fe de ese esfuerzo. El proyecto español era el de construir una nueva cristiandad. Los franciscanos difundieron mucho la idea de que, como en Europa se habían perdido muchas almas por culpa de la deriva protestante, la providencia había dado a España América para recuperarlas. Era la oportunidad de crear, de verdad, un reino cristiano en el Nuevo Mundo. Lo que pasa es que luego habría que profundizar. Una cosa es la clara construcción teórica e intelectual con respecto a América que se llevó a cabo en la península y otra cosa es la realidad, sobre el terreno. En ese sentido, el sistema de colonización español no respondió tanto a un gran plan diseñado con anterioridad. No hubo un gran ideólogo ni un objetivo a siglos vista. Podríamos decir que se fue construyendo un proyecto a partir de las realidades que se fueron conociendo. Al principio, nada más llegar Colón al Caribe, la relación de los españoles con los nativos no es muy distinta de la que tenían los portugueses en África. Es decir, mercadeo de esclavos y aprovechamientos de las materias primas. Y eso dura dos decenios. Luego, claro, conforme van abriéndose rutas y consolidándose la presencia española, pero sobre todo desde que Cortés pone pie en tierra firme, la cosa pasa a mayores. Piénsalo. Eso ya no son unas islitas desperdigadas. Eso es un continente enorme. De pronto se descubre al Imperio azteca. Y luego todo lo que viene después… Van surgiendo diferentes conflictos, en los que intervienen, además, distintos agentes interesados. Está la Iglesia Católica por un lado, los conquistadores por otro, la Corona por otro… Simplificando bastante, entiéndeme. Las Leyes Nuevas, que vienen precedidas por otras antes, lo que quieren es dar lugar a una regulación que legitime la presencia del Imperio. Y eso se hace a través de la legitimación moral. Es decir, la evangelización de los nativos. Entre medias se sucedieron atropellos, por supuesto. Las leyes se acataban pero no se cumplían. La esclavitud no estaba permitida, pero bueno, según en qué momento y con quiénes…

¿Qué opina del revisionismo histórico que derriba estatuas en medio mundo?

En el libro introduzco la historia, curiosísima, de los conquistadores de Nuevo México: Gaspar de Villagrá y Juan de Oñate. Son dos conquistadores mexicanos, además, en otra demostración de que la conquista la hizo todo el mundo —y los criollos eran los más interesados, hay que añadir—, que se encuentran con el problema de que, claro, ellos quieren conquistar, pero Felipe II ha establecido unas regulaciones para la conquista que casi tenía que ser pacífica y convenciendo a la gente por las buenas… Algo imposible, como te podrás imaginar. Es una historia muy interesante. Hoy hay mucha ignorancia al respecto. También aquí. Con el tema del revisionismo histórico y el derribo de estatuas de conquistadores siempre pienso en esta historia porque una cosa que no ha trascendido tanto es que en Nuevo México la gente se los echó encima. Allí están muy orgullosos de sus conquistadores.  Al final, el revisionismo es un movimiento muy global, pero luego choca con las realidades locales y pasa lo que pasa.

P: ¿Y la enseñanza del lenguaje alfabético que los misioneros llevaron a cabo?

Es que el alfabeto es algo tan cotidiano para nosotros. Lo tenemos tan asimilado como algo casi connatural a nuestra inteligencia, que no nos damos cuenta de la revolución que es. También lo fue para los indígenas. No somos conscientes de lo que supuso. Aquí, los defensores de la Leyenda Negra presentan la conquista y colonización de América como un genocidio masivo, con matanzas sistemáticas, algo que es un disparate A mí me interesa la labor culturizante y evangelizadora de los misioneros porque nos muestra, en realidad, el gran asombro que existió por parte de los dos mundos. Es una cosa impresionante. Algo que después se fue dando en los siglos posteriores, casi hasta llegar al XX. Lo que llamamos globalización. Ese encontrarse de repente con gente que tiene unas expectativas, un modo de relacionarse con el mundo completamente diferente. Algo en lo que los españoles son pioneros en Europa, porque son los primeros en darse de bruces con la realidad.

Lo que yo señalo es que hay una gran labor de la Iglesia en ese sentido, porque son los primeros transmisores culturales. Evidentemente, los misioneros están completamente seguros de que la única verdad es la suya. No van con ansias de que les tiren del caballo, por así decir. Pero, a su vez, tienen que hacer un gran esfuerzo por ponerse en el lugar de otro, para transmitirla. En ese sentido, gracias a la labor cultural de los religiosos nos ha llegado la literatura antigua en nahuatl, por ejemplo. Todas las lenguas indígenas que se han preservado, de hecho, lo han hecho gracias a la escritura alfabética. Allí, en las civilizaciones más avanzadas, existía la escritura, pero no la alfabética. Y lo que pasa es que la escritura alfabética es un inventazo… Porque, con su simplicidad, consigue expresar todo el lenguaje de una manera mucho más eficaz que cualquier otro sistema. En fin. Sin la labor de los religiosos ahora no sabríamos nada de lo que pasaba por la mente de los indígenas, prácticamente. Conocer la historia de algunos de ellos, como yo narro en el libro, ilumina mucha de la riqueza y complejidad del enorme acontecimiento histórico que fue la colonización.

¿Cómo resumiría la evolución de la colonización española a lo largo de los tres siglos que aborda su libro?

Por resumirlo mucho, diría que el siglo XVI es el siglo de las fundaciones, el XVII el de la consolidación y el XVIII el de las reformas. Cada uno tiene sus características. Y tienen mucho que ver, además, con la evolución de la monarquía en España. Claro, los siglos XVI y XVII son los siglos de los Austrias, mientras que el XVIII es el de los Borbones, que son mucho más centralistas, pragmáticos, etcétera. En cierta manera, podríamos decir que el siglo de los Borbones introduce una modernización del sistema virreinal. El anterior era más abierto a la hora del ascenso social de los mestizos y, sobre todo, de los criollos, por ejemplo.

En el XVIII, la monarquía borbónica desconfía de los naturales de América y prefiere que sus funcionarios sean todos españoles de España. Por ahí se explica el descontento paulatino de los criollos que ayudaría después a la consolidación de los movimientos independentistas. Pero bueno. Digamos que la cosa comienza a parecerse cada vez más a un sistema colonial moderno. Es decir, quienes dicen que España no era una potencia colonial al uso tienen razón, pero con matices. Además de los funcionarios, llegó un momento en el que los altos mandos militares tampoco eran naturales americanos. También aumentó la esclavitud africana en ciertas zonas, como la del Río de la Plata. ¿Por qué? Pues porque quienes estaban allí querían mano de obra gratuita y no tenían permitido valerse de los indígenas. Se desarrolló un tráfico negrero. Las cosas son como son. Nos olvidamos de que Cuba fue lo que fue gracias al tráfico de esclavos. En fin. Se trata de las realidades menos agradables y menos cómodas de contar, pero que también se dieron y también definen lo que fue todo aquello. Al mismo tiempo, hay cosas que no me ha dado tiempo a tocar. Me da pena no haber podido introducir historias de algunos esclavos que llegaron a ocupar ciertos empleos de relevancia.

¿Por qué América se fue separando de España? ¿Quedan puntos de unión sólidos?

Es una pregunta interesante. Mira, el libro concluye con una relación maravillosa entre un padre que se siente español y un hijo nacido en América. Los Alvear. El hijo, al final, rompiendo la relación con el padre, rompe la relación con España. Pero, sin embargo, a la larga, lo que se desprende de su historia es la fatalidad que esconde. Porque ni siquiera renegando es capaz de desconectarse del todo. El pobre era un personaje bastante turbio, por decirlo de algún modo, e intentó ponerse en contacto con su familia en la península para que no creyesen todas las historias que se decían de él —historias que, por otra parte, probablemente eran fundadas—. El caso es que esa familia, dividida por el océano, está dividida, sí, pero sigue siendo una familia. No sé, a mí me parece ilustrativo.

Yo creo que España, a lo largo de los siglos, ha desconocido muchas cosas de América; y América, a su vez, también tiene mucho desconocimiento de España y de sí misma. Las élites políticas actuales han aprovechado eso para sacar provecho, claro. Era una cosa que se había abandonado, que venía del siglo XIX, y que se ha recuperado más o menos recientemente por intereses políticos muy claros. Siempre aprovechando la ignorancia y la falta de conocimientos que hay, tanto en América como en la península. En fin, si algo quería señalar en mi libro es que, más allá de cualquier cosa, se trata de una realidad amplísima, múltiple, apasionante, original y muy fértil. Con sus luces y sus sombras. Pero interesantísima, sin duda.

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