Iglesias confía en ser tercera fuerza y «arrasar» a Errejón el 4M

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Le resta un mes para su salida de Moncloa. Se especula con el 14 de abril, Día de la República. Su entorno niega que pretenda mantener el escaño.

Hasta esta semana, la salida de Pablo Iglesias del Gobierno se vinculaba a la ruptura de la coalición y a un adelanto electoral, pero el golpe de efecto del vicepresidente segundo y candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid ha roto los esquemas previos. Su anuncio de retirada de Moncloa ha tenido un efecto balsámico en la coalición que, al margen de afinidades personales y rivalidades políticas, se ha impuesto a la autocensura de concurrir en bloque a unas elecciones para que la izquierda logre tumbar las posibilidades de la popular, Isabel Díaz Ayuso.

PSOE y Podemos no pretenden pisarse la manguera, y se han coordinado como nunca en sus estrategias partidistas abriendo la campaña este miércoles en el Congreso clamando al unísono contra la «corrupción» de un PP que «cuenta los billetes», según Pablo Iglesias, y para el que «no hace falta que cambien de sede porque es el mismo PP de siempre». Mensajes complementarios salpicados por cuchicheos entre ambos en la bancada azul del Hemiciclo mientras el patio del Congreso se convertía por primera vez en una balsa de aceite.

En el ánimo periodístico, buscar la discrepancia entre PSOE y Podemos por los nombramientos del Ejecutivo pero no los hay. La órbita socialista aplaudía la «normalidad» interna en la que Podemos «no ha puesto resistencia» porque Pedro Sánchez relegue a la actual ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, de la vicepresidenta segunda a la tercera por una cuestión de «operatividad». En la cuota morada dejaban clara su renuncia: «Por el acuerdo programático, teníamos las de ganar pero no vamos a hacer una guerra de eso».

Deslizan que se ha hecho «para no incomodar a Nadia Calviño» y admiten que lo asumen «para que Yolanda no empezara con una pelea». Dicen de ella que será la «interlocutora de Unidas Podemos en el Gobierno» aunque confían en que la presencia de Ione Belarra, número dos de Iglesias, como una garantía para desbloquear asuntos como la Ley Trans, la ley de vivienda, o la reforma laboral. Los morados esperan un gesto, algún avance en estas materias que pueda apuntarse Iglesias antes de que el vicepresidente segundo abandone el Consejo de Ministros.

Se especula con una fecha el 14 de abril, Día de la República, un gesto para despojarse del traje institucional y comenzar la contienda electoral. A la espera de ése gesto de buena voluntad por parte de Sánchez, a Pablo Iglesias le preocupa ya mucho más la logística electora que la batalla legislativa y gubernamental. En su equipo desmienten rotundamente que pretenda mantener el escaño en el Congreso. Seguro que lo hará cuando asuma su acta en la Asamblea de Madrid pero no descartan incluso que abandone su escaño de aquí a un mes, antes de la campaña electoral madrileña.

El líder de Podemos tiene claro que ése es su destino y, pase lo que pase, se quedará en la Asamblea. Su aspiración y objetivo es ser tercera fuerza, por detrás del PP y PSOE, y adelantar las tres posiciones que hace dos años le colocaron a la cola en sexta posición por detrás de Ciudadanos, Más País y Vox. Y hacerlo, en el mejor de los escenarios, como vicepresidente de Ángel Gabilondo, «no es que esté dispuesto, es lo que le tocaría», asumen con resignación sobre la realidad demoscópica. Así se entiende el objetivo real: «arrasar a Errejón» y utilizar Madrid como revulsivo para reconstruir la formación de aquí a dos años antes de la convocatoria de elecciones generales.

Fuentes gubernamentales explican a LD que «Podemos siempre fue un partido madrileño» que ahora debe de «salvar». «Tenía que buscar un revulsivo para Podemos para diluir a Mas País. Errejón desaparece en dos años», auguran estas fuentes que el fichaje de el líder de Podemos recuperará el espacio ocupado por Más Madrid en 2019 tras su salida del partido. Se basan, entre otras cosas, en el sentir pulsado en la formación de Errejón: «En el Ayuntamiento de Madrid, la mitad de sus diputados quieren ir en lista conjunta con el PSOE y la otra mitad quieren ir a Galapagar a pedir perdón».

Ánimo que se alinea con el de los votantes en los estudios cualitativos y cuantitativos que obran en poder de Moncloa: «hay partido», «Pablo no podría ser tercera fuerza en Madrid. Tiene que arrasar para que Yolanda herede la candidatura, que no el partido». Porque su futuro, si Ayuso consuma su esperada victoria en la Puerta del Sol, sólo estará ligado a la secretaría general de Podemos. El líder de un partido mermado cuya poco épica misión no es la victoria sino minimizar la derrota; frenar el desgaste de la marca Podemos, reconstruir al partido y unificar la candidatura para las generales.

En esta ocasión, ha fracasado en la candidatura de unidad por el rechazo de la candidata Mónica García a través de un vídeo tras el que «todos sabemos quien está detrás», pero la palabra la tendrá Íñigo Errejón en las elecciones generales. Y ésa vieja rivalidad devuelve a Iglesias a sus orígenes en Podemos, a Vallecas, Vistalegre, el 15-M, los círculos y la cal viva… Por eso, el líder esta «feliz», rejuvenece como si nunca hubiera pasado por el «error» de la vicepresidencia que le difuminó ni por el chalet de Galapagar que le mató.

(Ketty Garat. Libertad Digital)

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