En esta semana hemos podido ver varias veces la capacidad de los individuos que se encuentran en la cúpula de la sociedad occidental -y, no solo estamos hablando de España-, sino del conjunto de los países mal llamados democráticos, para tomarnos a los ciudadanos el pelo de mala manera y encima decirnos que los equivocados somos nosotros o que somos unos fascistas y por eso pensamos o hablamos como lo hacemos.
Lo peor de todo es que, como ya comentaba semanas atrás, los ciudadanos se están convirtiendo en auténticos rehenes de la hipocresía, o más fácil, y con el fin de no tener que reconocer sus errores, se adaptan a los hipócritas. Hemos visto a algún periodista, -de los pocos que no están comprados-, preguntando, sondeando y revisando al fin a los verdaderos protagonistas, cómplices y a la vez timados ciudadanos. Increíblemente, la mitad de los españoles son felices y siguen apoyando y votarían a quienes hipócritamente les están timando. Casi parece que les gusta la hipocresía de los políticos. Y llegados a este punto debiéramos definir lo que utilizan como arma estos delincuentes.
La Hipocresía es el acto en que un individuo se comporta de forma contraria a los valores sostenidos por el mismo individuo, o de actuar en consonancia a principios que al mismo tiempo se critican. Según la Real Academia es el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. La hipocresía puede venir del deseo de esconder a los demás los motivos reales o sentimientos. En muchos idiomas, un hipócrita es alguien que esconde sus verdaderas intenciones o personalidad.
Lo anterior nos vuelve a actitudes como la del aspirante a presidente del Consejo de ministros de España. Una persona que es apoyada por una parte de la población, más o menos el cuarenta por ciento, pero que es lo suficientemente astuto como para haber creado y potenciado creaciones anteriores que, a base del dinero de la mayoría de los ciudadanos, subvencionan a los que prefieren vivir del cuento, o simplemente prefieren vivir bien, aunque para ello tengan que aceptar la hipocresía de quienes votan, lo que finalmente y según la propia definición, acaba convirtiéndolos a ellos en embusteros e hipócritas. Curioso, pero real. Vivimos en una sociedad donde el hipócrita disfruta de un estatus que le permite sobrevivir y a la vez, dar supervivencia a los que mandan en el invento. Pero dirán ustedes, ¿no son mayoría…?
Bueno, a medias, pues los impostores e hipócritas se han hecho con el control de determinadas palancas del poder, que les permiten manipular hasta más allá del cincuenta por ciento la voluntad popular, en términos populares, “el pucherazo”, algo que en gran medida se nota, pero que en sus dosis justas y con la aquiescencia de una parte de la población y de paso con los árbitros electorales más preocupados de otras cosas, es decir: sus sueldos, dietas, la hipoteca de la casa o pagar el colegio de los niños, han permitido que alguien que fue cogido infraganti manipulando la urna donde se elegía en Madrid al más alto cargo de su partido, que este al final fuese, tras un periodo de reflexión, nuevamente elevado a la cumbre política, lo que nos conduce a deducir nuevamente que la hipocresía mueve a los partidos democráticos.
Lo malo de esta gente farisea e hipócrita es que al final, actúan sin ningún tipo de autovaloración y todo acaba de la misma forma. No solo la hipocresía es su leiv motiv, sino que al final abarca el cien por cien de ellos mismos, con lo que su entrada en el mundo de la traición a sí mismos y los demás es su motor y su vida. Por lo que lógicamente su actuación día a día es esa, la traición constante a principios y valores. Nos recordaba no a mucho un familiar de una víctima del terrorismo una frase de unos de estos degenerados: “Veras cosas que te harán helar la sangre”. Y a fe que lo ha visto, y ha descolocado a miles de militantes de su partido, que curiosamente han entrado en ese círculo cerrado. El de no recordar los militantes asesinados, heridos, desparecidos o al sufrimiento de los familiares y amigos, que en muchos casos han servido para que estos también hayan entrado en ese círculo vicioso.
Lo realmente malo, es que enfrente, en la mal llamada oposición, están entrando en esa misma disyuntiva. Yo no entiendo a algunos políticos que están dispuestos a dar por zanjado el pasado y entrar a desgobernar el país, que no la Nación, con la premisa de un cambio de rumbo de los hipócritas, que indudablemente cambiaran hacia una nueva hipocresía o los que están dispuestos a esa cogobernanza entrarán en el circulo vicioso que antes decíamos. Señoras, “señoros” y señores: Dejen de hacer el canelo y plantéense seriamente hacer algo útil y sobre todo verdadero, o si no váyanse. Y ahí lo dejo…
José Antonio Ruiz de la Hermosa es, de primera formación, Sanitario y Capitán retirado de Sanidad Militar. Después, historiador, escritor y divulgador. Actualmente dirige en Decisión Radio varios programas de divulgación histórica y “La Cortina de Humo” sobre la actualidad nacional. |
1 comentario en «Hipócritas | José Antonio Ruiz de la Hermosa»
Vergüenza de país y por tanto de una buena parte de la sociedad que la compone; estos, ven con buenos ojos que la corrupción que se dicta a diario, desemboque en un totalitarismo compulsivo, que permitirá un golpe de estado encubierto, silenciado por la clase política y resto de «justicieros», pues no les puedo llamar justicia, a estos que dejan pisotear a su propio pueblo y a sus propias normas de convivencia, que para mí, esto último es lo más grave de todo; maremagnun de insensateces.