Si hay una palabra que puede definir la actitud del alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, el socialista Josep Borrell, con respecto a los ataques a la religión que sufren, sea quien sea el agraviado, es la de hipocresía.
Josep Borrell ha mostrado su repulsa y ha señalado que cualquier ataque al Corán es «ofensivo» y «una clara provocación», en relación con los sucesos que han ocurrido Dinamarca y Suecia donde se han quemado varios ejemplares del libro musulmán.
El exministro socialista español consideró que «la profanación del Corán, o de cualquier otro libro considerado sagrado, es ofensiva, irrespetuosa y una clara provocación. Las expresiones de racismo, xenofobia y las formas conexas de intolerancia no tienen cabida en la Unión Europea», ha declarado en un comunicado.
Agravio comparativo
Una actitud necesaria la de Borrell si no fuera porque las palabras del máximo representante de la política exterior de la UE no son las mismas cuando los atacados u ofendidos son los cristianos. Es más, ni siquiera se pronuncia al respecto.
El último informe de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) sobre la violencia por motivos religiosos documenta casi 1.000 ataques solo en 2020, lo que supuso un aumento del 40% respecto al año anterior.
La violencia contra los cristianos a la orden del día
Por violencia contra los cristianos se entiende la quema de iglesias, la profanación y robo de hostias, ataques a religiosos y practicantes, grafitis y amenazas pintadas en la calle, quema de Biblias y ofensas religiosas o de sentimientos religiosos. La mayoría de estos ataques son llevados a cabo por activistas de izquierdas, proaborto y LGTB. No existe registro alguno de ataques a mezquitas o a otros grupos minoritarios por motivos semejantes.
En Europa no se degüella a imanes en las mezquitas. Sí se asesina a sacerdotes y fieles dentro de las iglesias, como en Francia.
El país donde más se atacó a los cristianos, según detalla el documento, fue Polonia, seguido de Alemania, Francia, España e Italia. En este último país, los ataques a cristianos fueron los más numerosos con un total de 114, seguidos de los motivados por la raza (87), antijudíos (46) y anti LGTB (22). Los medios hegemónicos tratan desproporcionadamente los últimos respecto a los primeros.
Los datos, ya de por sí preocupantes, muestran solo la realidad de 11 países de los 57 que conforman la organización. Los otros 46 no han informado.
Miedo a los musulmanes
Muchos se preguntan las razones por las cuáles, representantes europeos como Josep Borrell hacen este tipo de declaraciones en función de quién sea el atacado y no del porqué -el ataque en sí-. La razón es simple: la política inmigratoria europea genera flujos desde países musulmanes muy superiores en comparación con otros desde, por ejemplo, América. La población musulmana no para de crecer, las mezquitas proliferan mientras que las iglesias se vacían a un ritmo vertiginoso.
La secularización de las sociedades europeas ha dejado espacios vacíos fáciles de ocupar por religiones como el islam. Cataluña es un ejemplo: se ha perseguido a la religión cristiana en la vida pública, así como se ha marginado al español, y el vacío lo llenan con clases de religión islámica y árabe en los colegios.
En este proceso no debe dejarse de lado la gran influencia que ejercen regímenes poco o nada democráticos -en comparación a los estándares promovidos por Europa- como son Marruecos, Arabia Saudí o Turquía, principales financiadores de las mezquitas en el continente europeo.
Pero, atendiendo a determinadas declaraciones, lo que existe es preocupación ante la posibilidad de perder el control de la situación. Los cristianos son pacíficos a la hora de defender sus libertades religiosas. Durante la pandemia, las iglesias cerraron: «hemos claudicado», reconoció en privado más de un sacerdote. Los pocos que decían misa en pequeños grupos, o expusieron el Santísimo en la calle para ser adorado, fueron atacados, incluso, desde las mismas filas. En cambio, en pleno Ramadán, el Gobierno de Sánchez permitió que se llevara a cabo la celebración en vías públicas «para evitar problemas», tal y como reconoció el ministro de Interior Fernando Grande-Marlaska.
El miedo a la reacción de los seguidores de Mahoma es real. Los países musulmanes defienden con beligerancia sus raíces culturales y religiosas allí donde estén. El concepto de Umma (comunidad islámica) sigue estando presente. En cambio, la otrora Cristiandad, germen de lo que se conoce hoy como Occidente, es ya parte de los libros de historia. Una sociedad secular dividida no tiene las herramientas ni las capacidades para oponerse, en la misma medida, a otra cuya identidad religiosa es firme.
Por otro lado, no existe reciprocidad en los países que ahora critican la quema del Corán cuando, en gran parte de ellos, la libertad religiosa es inexistente. Arabia Saudí es un ejemplo: en 2014 impuso pena de muerte a cualquier persona que introdujera una Biblia en el país.
(Con información de Javier Villamor | El Debate)