Guerra feminista: históricas del PSOE plantan cara a la “Ley Montero”

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Cuando una ley feminista ofende a los colectivos que pretende y cree defender, algo no encaja. Desde que Irene Montero, ministra de Igualdad, propuso el anteproyecto de Ley de Libertad Sexual, el debate entre diferentes grupos feministas ha estado a la orden del día. Si bien Igualdad pretende con esta reforma «saldar una deuda histórica con el colectivo LGTBIQ+, que es especialmente dolorosa con las personas trans», hay quienes no están de acuerdo con este anteproyecto por crear «indefensión para las mujeres y socavar la lucha contra la violencia machista». Esto último lo denuncia la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, movimiento feminista vinculado con el partido que lidera el Gobierno, ya que acoge en su seno tanto a históricas feministas del PSOE como a activistas de Podemos. Ayer, la Alianza remitía a través de una carta una serie de alegaciones a los diputados del Congreso, así como han solicitado entrevistas con los grupos parlamentarios, con el fin de alertar sobre cómo, a su juicio, afecta el anteproyecto de Montero a los derechos de las mujeres.

El principal aspecto que ha creado dicha reacción es que la Ley del ministerio de Igualdad «utiliza la palabra género cuando habría de utilizar la palabra sexo», critican las alegaciones redactadas por la Alianza. Y es aquí donde divergen el «feminismo clásico» y el «feminismo queer». Es decir, donde algunas veteranas del PSOE no están de acuerdo con parte del colectivo transexual. Este último defiende que el feminismo clásico es «transfóbico» por no aceptar la autodeterminación de la identidad sexual. Por su parte, las feministas «clásicas» defienden que, de no distinguir entre sexo y género, se oprimiría la principal razón de discriminación a las mujeres, que es la de haber nacido con ciertos órganos reproductores. Sin embargo, la diferencia de opiniones también existe dentro del propio PSOE, ya no como partido, sino en cuanto a juicios singulares. «¿Cuándo reconocer identidades de unos ha supuesto mermar los derechos de otros?», se pregunta Carla Antonelli, activista y diputada del PSOE en la Asamblea. Si bien subraya a LA RAZÓN que en el Gobierno «estamos todos a una» y de manera oficial «estamos de acuerdo con las leyes que se regulan en el Consejo de Ministros», individualmente explica que esta situación «no tiene sentido». «No voy a entrar en ninguna guerra de poder, porque los derechos de las personas trans, sencillamente, no se debaten, yo no soy teoría, soy una persona». La polémica continúa, y ha provocado una escisión en estos movimientos digna de debate académico. Ayer se hacía viral una imagen en la que el rostro de Ángeles Álvarez, ex diputada del PSOE y primera parlamentaria que se declaró abiertamente lesbiana, aparecía junto al mensaje «orgullo gay». Sin embargo, la última palabra se tachaba apareciendo en su lugar «orgullo de transfobia». Las redes ardieron: ¿Nacer mujer y ser lesbiana conlleva oponerse a la transexualidad? ¿Para autodeterminar un género hay que prescindir del sexo? Ahí la Alianza se pronuncia: «La discriminación se fundamenta en las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres por su sexo, si bien es el género la herramienta educativa para sostenerlo, siendo motivo de erradicación, pero nunca de equiparación de estas dos entidades claramente diferenciadas», alega.

¿Por qué diferenciar género y sexo?

El debate marca la agenda del nuevo feminismo, representado por la ministra de Igualdad, rodeada de activistas LGTBI, y el clásico, que quiere abanderar el PSOE. La clave está en primar «sexo» o «género». Para los socialistas lo importante es el sexo con el que se nace, pero para Podemos y el movimiento trans, es el género lo relevante. Es la llamada teoría «queer».

(Concha García. diario La Razón)

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