La producción agrícola se ha desplomado y los precios se han disparado, generando un verdadero caos social.
Camino al caos
La apuesta del país recibió el aplauso del mundo globalista que veían que veían entusiasmados cómo sus ideas se implementaban de forma tan radical en ese laboratorio en el que se había convertido Sri Lanka. Sin embargo, los resultados no han podido ser más catastróficos: la producción de arroz ha caído entre un 40% y un 50%, mientras que el té ha experimentado un desplome del 20%, el caucho ha caído un 18%… Una auténtica ruina.
Los acontecimientos no han tardado en precipitarse. El sector agrícola emplea directa o indirectamente a un escalofriante 70% de la fuerza laboral, de modo que la crisis provocada por el paso a los métodos «orgánicos» de cultivo ha tenido un impacto directo en la vida de buena parte de la población. A esto hay que sumarle el efecto de la inflación, que se ha disparado a consecuencia del desplome de la oferta, con una subida anual del 50%.
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Pero la realidad es que el 85% de los agricultores ha experimentado pérdidas importantes, la escasez de arroz ha obligado a importar un producto que siempre se había producido a nivel doméstico, el coste de los tomates o las zanahorias se ha quintuplicado… Los resultados son chocantes y no se puede ignorar lo que está pasando.
Choque con la realidad
Una estrategia equivocada
Aunque los defensores de la «agricultura orgánica» insisten en que tal método de producción reducirá la polución, lo cierto es que ya contamos con estudios rigurosos que cuestionan tal circunstancia. Por ejemplo, un trabajo de Michael Clark y David Tilman explica que el uso de fertilizantes naturales tiene más impacto medioambiental que la agricultura tradicional.
Y ya saben, “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar”.
(Con información de Libertad digital)