El informe de Bruselas comienza por resumir el “impacto de los elevados precios de la energía”. Allí destaca que “los elevados precios actuales del gas y la electricidad afectan a la mayoría de los Estados miembros, aunque en grados y momentos diferentes. El vínculo entre los precios al por mayor y al por menor varía en cada Estado miembro y depende de la regulación y la estructura de los precios al por menor y de la combinación energética”. Hay que recordar que España es uno de los que peor relación mantiene en estos parámetros, lo que ha llevado los precios de la luz a récords incesantes y a híper depender del gas pese a las enormes inversiones en energías verdes desarrolladas.
Dos tercios del precio son impuestos
Bruselas destaca que “el elemento mayorista normalmente sólo representa un tercio del precio final; el resto lo componen los costes de transporte y distribución y los impuestos y gravámenes”. Se trata de un fiel reflejo de lo que ocurre en España, donde casi dos tercios del precio son realmente impuestos y costes oficiales, es decir, más impuestos.
“Si bien las recientes subidas de precios afectan a todos, los hogares en situación de pobreza energética y de renta baja y media son los más afectados porque gastan en energía porcentajes significativamente más elevados de sus ingresos, destaca Bruselas.
Por todo ello, “en términos de impacto macroeconómico, el fuerte aumento de los precios de la energía ha contribuido al aumento de la inflación. Después de varios años, la inflación ha repuntado notablemente en la UE y en muchas otras economías avanzadas desde principios de año”. Y “el aumento de los precios de la energía también está teniendo un impacto significativo e inmediato en el sector del transporte y la movilidad, lo que se traduce en un aumento de los costes para los conductores, los pasajeros y los usuarios del transporte de mercancías”.
Las expectativas de precios no son especialmente buenas: “Es probable que los precios al por mayor del gas sigan siendo elevados durante los meses de invierno y bajen a partir de abril de 2022. No obstante, los precios seguirían siendo superiores a la media de los últimos años, aclara. Pero todo lo citado afecta en paridad a los precios del gas. Y no es sólo ese el peligro. También hay riesgo de desabastecimiento. Y Bruselas hace un repaso de los preparativos de los países europeos: “Si bien el nivel actual de almacenamiento de gas en Europa es limitado, parece adecuado para abordar el riesgo de suministro en un invierno similar al anterior. Sin embargo, la evolución de las condiciones meteorológicas durante la temporada invernal es una variable clave a vigilar”.
Y en ese panorama, la “utilización de la capacidad de almacenamiento” es la menor en una década. Por todo ello, la Comisión recuerda que “el Reglamento de la UE que regula la seguridad del suministro de gas natural establece el marco para la preparación ante emergencias y la resiliencia frente a las perturbaciones en el suministro de gas de la UE. A medio plazo, las fluctuaciones de precios pueden continuar y no puede descartarse que más adelante se produzcan fuertes cambios de manera temporal, ya que es posible que la oferta y la demanda mundiales no siempre se ajusten con fluidez debido a factores geopolíticos, tecnológicos y económicos”.
Y todo ello mientras “la demanda mundial de electricidad crecerá cerca del 5% en 2021 y del 4% en 2022, impulsada por la recuperación económica mundial. En Europa se espera que la demanda de electricidad aumente en 2022 casi un 2 %”, señala Bruselas.
(Con información de Carlos Cuesta | OK Diario)