Esto no se arreglará… mientras España no se levante (I) | Gonzalo Torres

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El otro día, un amigo me comentó que había leído con interés el artículo «La Constitución de 1978: un fracaso que no se puede seguir ignorando«, en el que se analizaban las carencias del régimen bipartidista y las limitaciones y deficiencias de la Constitución española. Coincidía plenamente con el diagnóstico expuesto, pero señaló que sentía que faltaba algo crucial: soluciones concretas, propuestas prácticas que pudieran orientar el debate hacia posibles reformas o mejoras. «Está muy bien señalar los problemas«, me dijo, «pero, ¿qué habría que hacer para corregirlos?«. Su observación me pareció muy acertada, y por ello, a partir de ahora, me propongo centrarme no solo en identificar las graves deficiencias del sistema, sino también en aportar ideas, líneas de acción y propuestas que puedan servir como guía para quienes comparten esta preocupación por el futuro político de nuestra patria.

En primer lugar, es fundamental abordar las soluciones desde dos dimensiones esenciales, distintas pero complementarias. Por un lado, una dimensión de principios básicos. Estos principios deben ser nuestra guía de actuación: inmutables y no negociables. Presupone tener las ideas claras, unas convicciones firmes y una actitud valiente para enfrentar los retos actuales. Esto implica, como veremos, reconocer que el sistema actual no requiere reformas superficiales ni medidas temporales, sino un cambio personal, social y estructural que transforme las bases mismas del país. Por otro lado, resulta crucial la implementación de acciones concretas que materialicen esas transformaciones y las traduzcan en resultados tangibles. Son metas que se pueden adaptar a las circunstancias y a los tiempos. Son graduales.

Hoy exploraremos la primera parte de las soluciones propuestas, dejando la segunda para el siguiente artículo.

El primer cambio es de mentalidad y compromiso. El cambio esencial es de mentalidad. Los problemas que enfrenta España no se resolverán mientras su gente no despierte de su letargo y asuma con valentía los desafíos que tiene como nación. Estos problemas no son únicamente responsabilidad de los políticos, aunque su inacción y sus intereses partidistas hayan agravado la situación. La raíz del estancamiento radica en algo más profundo: la falta de compromiso individual y colectivo, y la ausencia de un despertar cívico que impulse una participación activa y exija cambios reales.

Mientras España y su gente no se levante, permaneceremos atrapados en un círculo vicioso de complacencia y conformismo. La desafección hacia la política, el desinterés por la vida pública y la fragmentación social son síntomas de un país que ha perdido la conciencia de su fuerza como nación. Levantarse no significa únicamente acudir a manifestaciones o emitir un voto cada cuatro años; significa tener unas convicciones firmes, significa recuperar el orgullo de ser una nación con historia, cultura y valores que merecen ser defendidos y estar dispuestos a hacerlo.

Levantarse significa tener convicciones firmes que guíen nuestras acciones con Dios como referente último, una brújula interior que nos marque el camino en medio de la confusión y la incertidumbre. No se trata solo de actuar, sino de saber con claridad qué es lo que nos mueve y por qué lo hacemos. San Ignacio de Loyola lo expresó con profunda sabiduría: «El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima». En esta verdad radica el verdadero sentido de nuestra vida: un compromiso con el bien, con la justicia y con aquello que trasciende lo efímero, iluminando nuestras decisiones y fortaleciendo nuestra voluntad para enfrentar cualquier desafío.

Levantarse significa redescubrir las raíces de nuestra identidad nacional, proteger aquello que nos define como únicos y luchar por un modelo de sociedad fundamentado en Dios, la Patria, la familia, la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, la justicia, en especial, la justicia social, la libertad y la dignidad de la persona humana. El cambio no llegará mientras permanezcamos esperando que otros hagan por nosotros lo que solo nosotros, como sociedad, somos capaces de lograr. Es el momento de alzarnos, de sacudirnos la apatía y de recordar que España no es solo un punto en el mapa, sino un proyecto común compartido que merece ser rescatado, fortalecido y defendido.

Levantarse es un llamado en todos los ámbitos, nadie puede permanecer ajeno: a las familias, para que asuman con responsabilidad su papel activo en la educación de los hijos, conscientes de que esta no puede delegarse al Estado; a las instituciones, para que actúen con valentía y no con oportunismo; a los medios, para que informen con rigor, veracidad y sin manipulación ni sumisión; y, sobre todo, a cada ciudadano, que debe comprender que el futuro de España no se delega, sino que se construye con esfuerzo y determinación.

Levantarse es darse cuenta que la verdad está por encima de una supuesta paz. Renunciar a la verdad en nombre de una supuesta paz es un error fatal. Al final no habrá ni paz ni verdad. La paz, entendida como la ausencia de conflicto, no puede construirse sobre una base de mentiras, medias verdades o la negación de los hechos. Cuando se sacrifica la verdad en nombre de una supuesta armonía, lo que realmente se está haciendo es plantar las semillas de futuros conflictos y perpetuar injusticias. Renunciar a la verdad en aras de una supuesta paz es un error que solo perpetúa la ignorancia y el conflicto subyacente. La verdad, aunque incómoda, es esencial para construir una sociedad justa y equilibrada, porque solo enfrentando los problemas con honestidad se puede alcanzar una paz genuina y duradera

Levantarse significa desafiar lo injusto con firmeza. Implica estar dispuesto a la desobediencia civil frente a leyes injustas que, bajo el disfraz de legalidad, traicionan los principios fundamentales de la justicia y la dignidad humana. No es un acto impulsivo, sino una decisión reflexiva y consciente, donde la desobediencia civil se convierte en una herramienta legítima para corregir las desviaciones de un sistema que ha traicionado el bien común. Es el grito pacífico de quienes, lejos de aceptar la opresión o la inmoralidad impuesta, deciden ser agentes de cambio, sabiendo que, para honrar la verdadera justicia, a veces es necesario ir contra la corriente de lo establecido.

Levantarse es decir las cosas por su nombre: sin ambigüedades ni excusas. Uno de los mayores problemas del debate público actual es el uso de un lenguaje ambiguo y políticamente correcto que oculta la gravedad de los problemas que enfrenta España. Esta tendencia a evitar confrontaciones directas o a suavizar las críticas solo sirve para perpetuar el status quo y frenar cualquier intento de cambio. Es hora de poner fin a esta dinámica y adoptar un lenguaje claro, directo y honesto que refleje la realidad.

Decir la verdad implica reconocer que el sistema político y constitucional actual ha fracasado: ha demostrado su incapacidad para garantizar la estabilidad, la unidad nacional y la protección de los valores esenciales que sustentan nuestra sociedad.. No podemos seguir hablando de “mejoras” o “ajustes” cuando lo que se necesita es una transformación completa. Debemos admitir que la actual Constitución es insuficiente y fracasad y que el modelo autonómico ha llevado a una fragmentación peligrosa del país.

Este compromiso con la verdad también debe aplicarse a la hora de identificar a los responsables de esta situación. Es necesario señalar sin temor cómo el bipartidismo y las élites políticas han traicionado al pueblo español, priorizando sus propios intereses sobre el bienestar de la nación. Solo llamando las cosas por su nombre podremos generar la conciencia necesaria para emprender los cambios que el país necesita.

Levantarse es entender que no estamos en una lucha entre izquierdas y derechas, como muchos quieren hacernos creer, sino que es un enfrentamiento profundo entre dos modelos opuestos: el de los patriotas, que defienden la soberanía nacional, los valores tradicionales y la identidad española, frente al globalismo, que busca disolver nuestras raíces en una uniformidad despersonalizada y en una sociedad sin Dios basada en la ideología de género. Este choque de visiones nos obliga a replantear nuestra forma de actuar, apostando por la transversalidad y dejando atrás las estructuras partidistas tradicionales, que han demostrado ser ineficaces, corruptas y distantes de las verdaderas necesidades del pueblo español.

Levantarse es ser consciente que no es cuestión de más reformas cosméticas, sino de un cambio estructural total. El momento exige algo más que pequeños ajustes o reformas superficiales. España no puede permitirse seguir aplicando parches a un sistema que ha demostrado estar roto en su esencia. Los problemas actuales, como la fragmentación territorial, la falta de representatividad política, el debilitamiento de los valores tradicionales y la pérdida de soberanía frente a agendas globalistas, solo pueden resolverse con un cambio estructural profundo.

Este cambio debe comenzar con una nueva Constitución que defienda principios innegociables como la unidad de España, la protección de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, el fortalecimiento de la familia como núcleo básico de la sociedad y la promoción de nuestra identidad católica. Además, es imprescindible desmontar el modelo autonómico y sustituirlo por una administración más unitaria y eficiente que garantice la igualdad entre todos los españoles, independientemente de su lugar de residencia.

Pero el cambio estructural no se limita a las instituciones. También debe incluir una transformación cultural que reconozca la importancia de recuperar el orgullo por nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestros valores. En un momento en que las agendas globalistas intentan imponer modelos ajenos a nuestra realidad, España debe reafirmar su identidad como una nación única, cristiana y soberana.

Levantarse es ser consciente que hay vida más allá de los partidos, y por tanto, apostar por la transversalidad. Los partidos políticos han demostrado ser incapaces de responder a las necesidades reales de los ciudadanos. La corrupción, el clientelismo y el alejamiento de la realidad han convertido a estas instituciones en obstáculos más que en soluciones. Es momento de dar un paso más allá y apostar por la transversalidad, permitiendo que los cuerpos intermedios —como las familias, las asociaciones civiles, las empresas y las comunidades locales— asuman un papel central en la solución de los problemas del país.

Los cuerpos intermedios tienen la ventaja de estar más cerca del ciudadano y de actuar con mayor independencia frente a las presiones políticas. Su fortalecimiento puede generar un sistema más representativo y eficaz, capaz de responder de manera directa a las necesidades de la sociedad. Para lograrlo, es fundamental crear marcos legales que les permitan actuar con autonomía y protagonismo, sin depender de las estructuras partidistas.

En definitiva, España necesita un cambio profundo y valiente que transforme no solo sus instituciones, sino también la forma en que entendemos la política y la sociedad. Es hora de pasar de las palabras a la acción, de los parches a las soluciones reales y de las divisiones partidistas a un esfuerzo colectivo por recuperar nuestra soberanía, nuestra unidad y nuestros valores esenciales. Solo así podremos construir un futuro digno para las próximas generaciones.

Hasta la semana que viene…

Gonzalo Torres | Escritor

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2 comentarios en «Esto no se arreglará… mientras España no se levante (I) | Gonzalo Torres»

  1. el ejército no se levanta porque está sometido al poder financiero masónico, para ello habría que hacer lo que hizo Franco e imprimir una nueva moneda, además de estar españa sometida al aislamiento del poder masónico, como ya ocurrió con Franco

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  2. El primer cambio que se debe hacer es cambiar la ley electoral. Demostrado está que no sirve y esta es la piedra angular. No es posible que estemos por 7 votos viviendo lo que estamos viendo millones de españoles.
    Nos tenemos que espabilar para que ese cambio se lleve a cabo. Soy consciente de que es muy difícil porque a los primeros que no interesa es a los políticos que han hecho de la política una PROFESIÓN.
    La democracia es buena pero siempre que se ande sin trampas. Hay cientos de leyes que se deberían revisar para quitar las puertas abiertas que tienen.
    Los votos valen mucho y hay que ganárselos. A los votantes, el gobierno, tiene que informarlos con la VERDAD no con MEDIAS verdades.

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