«España debe su existencia al catolicismo, y sin él no puede existir España»: Javier Urcelay

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Javier Urcelay Alonso es autor de diversos libros de investigación histórica. Ha publicado también varios libros y múltiples artículos e impartido conferencias sobre cuestiones de doctrina social cristiana. Es fundador del Museo Carlista de Madrid, situado en San Lorenzo del Escorial.

El periodista Javier Navascués le ha entrevistado para Infocatólica con ocasión de la publicación de su último libro A la sombra de mi boina. Escritos políticos.Por su interés reproducimos dicha entrevista.

Viniendo profesionalmente del mundo farmacéutico… ¿Cuándo sintió la necesidad de escribir?

La necesidad de escribir la he sentido desde mi juventud, motivado por el deseo de hacer apostolado de las ideas en las que creía. El bien es por su propia naturaleza comunicativo, y no puede reservarse para uno mismo. Escribir permite comunicar a otros nuestros pensamientos o conocimientos, atraerlos a lo que a nosotros nos ha convencido, gustado o interesado.

Pero escribir sirve también para otras dos cosas: primero, para ordenar nuestras ideas y, a veces, para someterlas al propio juicio crítico. Segundo, para auto obligarse a profundizar sobre el tema del que se escribe, reuniendo más información o analizando sus diversas perspectivas e implicaciones, o para descubrir las propias lagunas.

La barrera suele ser pensar que escribir esta reservado a unos pocos, cuando en realidad está al alcance de cualquier persona que se ponga a ello con un mínimo de método, y el máximo posible de tesón y perseverancia. 

¿Por qué un libro titulado A la sombra de mi boina?

Hace unos años encargué a un pintor, adscrito a lo que él llamaba “expresionismo informal”, que me hiciera un retrato tocado con mi boina roja. Al entregármelo, me disgustó ver que me había puesto la cara colorada como un tomate. Cuando le protesté argumentando que yo no tenía la cara así, me dijo que el color de la cara era el reflejo de la boina que me cubría la cabeza, que se proyectaba sobre la cara, como el color del cielo determina el del mar, como sabe cualquier pintor.

Esta anécdota me sugirió el título para un libro consistente en una recopilación de ensayos y artículos en los que supongo que se refleja también, como el rojo de la boina en la cara, el pensamiento tradicionalista de su autor, simbolizado por esa boina roja. En ese sentido, el libro está escrito “a la sombra de mi boina”.

¿Qué representa esa boina roja carlista en su vida?

De joven sentía una gran inquietud por el tema de la justicia social y aspiraba a una revolución nacional que pudiera implantarla. Sin embargo, en un verano, cayeron en mis manos, de manera absolutamente providencial, tres libros que me cambiarían por completo la forma de pensar: “La Defensa de la Hispanidad”, de Ramiro de Maeztu; “El Estado Nuevo”, de Víctor Pradera; y “La Monarquía social y representativa”, de Rafael Gambra. Con ellos descubrí la riqueza del pensamiento tradicional, de la doctrina social cristiana, que ya nunca he abandonado. Mi carlismo fue, después, una consecuencia lógica, porque el carlismo es la expresión española, histórica y concreta de la defensa de esos principios en la vida política y social de nuestra patria.

¿Por qué considera que sus artículos en prensa merecían ser recopilados en un libro?

Una vez escuché una conferencia en uno de los Congresos de “Amigos de la Ciudad Católica” que llevaba por título “Actualidad y vigencia”. Allí descubrí el significado distinto de ambos términos, y que hay cuestiones actuales que se volatizarán sin dejar rastro, mientras que otras mantendrán su vigencia aun cuando hayan dejado de formar parte de la actualidad. Este es un aspecto que he tenido siempre presente cuando he escrito algún artículo: que al hilo de lo actual -a menudo una noticia o un hecho- que lo motivaba, sus planteamientos contuvieran reflexiones de validez permanente, Por ello me he animado a recopilarlos, que es otra forma de reclamar su vigencia.

De entre la variadísima temática de los mismos, ¿qué temas más importantes destacaría?

El libro aborda muchas de las cuestiones que nos vienen preocupando a todos en estos agitados años que estamos viviendo: la situación actual de la Iglesia, los nuevos poderes mundiales, la degeneración de la democracia y el riesgo totalitario, el progresismo y el conservadurismo liberal, el futuro de la Corona, la inmigración, el cambio climático, la España de las autonomías… Y, de manera muy especial, la situación crítica del Carlismo, con una reflexión sobre sus causas y algunas propuestas que podrían ayudar a superarla.

¿Por qué desde el tradicionalismo se pueden enfocar sin problema todos los temas de la actualidad?

La Tradición es el saber hereditario, la acumulación de conocimientos y experiencias que se han demostrado útiles para la vida social y que cada generación transmite a la siguiente. Como pensamiento, se basa en la afirmación de la existencia de una verdad objetiva, que puede ser conocida por la inteligencia, o iluminada por la Fe, y que se distingue del error. No hay ningún tema de la actualidad que afecte al hombre que no tenga precedentes: “nihil novum sub sole”, no hay nada nuevo bajo el sol. Las formas pueden ser diferentes, pero el fondo no. Fe, razón y tradición son una buena brújula para navegar sobre los acontecimientos históricos o la actualidad sin perder el norte.

¿Se podría decir que la mayoría de los males de nuestra patria se deben precisamente a esa renuncia a los principios católicos?

La relación de España con el catolicismo no es accidental, sino sustancial. España debe su existencia al catolicismo, y sin él no puede existir España. Nuestra patria, como unidad de destino de un conjunto de pueblos por lo demás variopintos, se forjó en siete siglos de Reconquista, la tarea evangelizadora del Nuevo Mundo, y las guerras en Europa contra la reforma protestante. Sin el catolicismo España volvería a ser un país tribal, un conglomerado de cantones y facciones en pugna, o de siervos en manos de un poder externo. Hay otras naciones europeas que son o han sido católicas, incluso “cristianísimas”, como la Francia de siglos atrás, pero en ninguna de ellas el catolicismo es el tuétano, la médula de la nación, como ocurre en nuestro caso. Por eso, en España el vigor social del catolicismo -o, por el contrario, esa renuncia a los principios católicos de los que usted habla- guarda una relación directísima con la salud y supervivencia de la nación.

Por otra parte, en el libro se recuerda la afirmación de Donoso Cortés de que en el fondo de todo problema político hay una cuestión teológica. Detrás de muchos de los temas de nuestro tiempo se esconde una concepción del hombre y de la sociedad, una visión determinada sobre la dignidad humana, del origen de la autoridad, de la conciencia moral… y, en el fondo, una cuestión religiosa.

Fueron los principios cristianos, operantes sobre la base de la herencia judeo-romana, los que crearon la Civilización Occidental, que ha sido un faro para el mundo. Y es el olvido de esos principios lo que puede conducir a la ruina de la misma, con una vuelta retrograda a la sociedad pagana, o para beneficio de otras culturas que nos son completamente ajenas.

¿Cuáles han sido por tanto las causas principales de la degradación moral de España?

Eugenio Vegas Latapie, uno de los impulsores de “Acción Española” durante la II República, solía repetir que no es verdad que los pueblos tengan los gobernantes que se merecen, como suele pensarse, sino que los pueblos son lo que son sus gobernantes.

España lleva dos siglos de gobiernos liberales, con el paréntesis que supuso el régimen de Franco, y ello ha hecho que el liberalismo arraigue y haya ido erosionando los fundamentos cristianos de la sociedad española. Desde el advenimiento de la llamada Democracia del 78, el proceso se ha acelerado, y ello ha venido además a coincidir con una cierta crisis de la Iglesia, que no acaba de encontrar su forma de relacionarse con el mundo moderno.

El relativismo ha contaminado la totalidad de la cultura y el ambiente en que nos desenvolvemos, desde la educación a los medios de comunicación, reflejándose finalmente en las costumbres sociales. Ello nos recuerda, frente a los que quieren dejar la religión reducida al recinto de la propia conciencia, la importancia de la política y de la urgente necesidad de la presencia de los católicos en la vida pública, sin miedo a proclamar su fe. 

También muestra en sus escritos una preocupación por la situación de la Iglesia, que muchas veces no ha sabido denunciar con contundencia los males de la sociedad…

Desde el triunfo en todo el mundo occidental de la Revolución Francesa y el liberalismo, cuyos principios están en oposición frontal con el catolicismo, la Iglesia ha mantenido una tensión con el mundo moderno aun no resuelta. En una primera fase, se opuso a la ideología revolucionaria, condenándola sin paliativos. Con León XIII se inició un cierto intento de cristianizar las ideas liberales, como en los primeros siglos se habían cristianizado algunas de las instituciones del mundo romano. El poco éxito y el notable desgaste que ello supuso, llevó a algunos al cansancio, y al deseo de abrir puertas y ventanas al mundo moderno, llevando a cabo un aggiornamento de la propia Iglesia que lo facilitara. Es lo que conocemos como modernismo y después como progresismo eclesiástico, que llegó a su apogeo en los años del postconcilio. Los extraordinarios pontificados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI supusieron una cierta restauración del edificio de la Iglesia, que amenazaba ruina, pero ya para entonces las fuerzas de la revolución anticristiana estaban tan crecidas que ningún intento resultaba capaz de contenerlas. Y así llegamos a nuestros días, en que la Iglesia acusa el desconcierto, debatiéndose entre la fidelidad a si misma o la mimetización con las ideas y corrientes de la modernidad.

En el libro tienen gran importancia los dos capítulos que se dedican a la profecía del cardenal Ratzinger sobre el futuro de la Iglesia, y también a las “buenas razones” que, a veces con buena intención, han llevado al vaciamiento de las iglesias y la pérdida de vocaciones.

En la liturgia y el culto, que es una parte nuclear de la religión, se cambió la orientación del sacerdote hacia el altar, se arrinconaron los sagrarios, se suprimió el latín y el misal, se eliminó el velo, se simplificaron los ornamentos del celebrante, se prescindió de los monaguillos, se cambiaron las velas por plantas, se introdujeron las guitarras y se despreció la música sacra, se vaciaron los templos de imágenes… Todo ello se hizo en nombre de una actualización que hiciera el rostro de la Iglesia más del gusto del mundo moderno. Sin embargo, el tiro salió por la culata, y la consecuencia de todas estas medidas ha sido que las iglesias se están quedando vacías. Me recuerda lo que le oí decir en una ocasión a Félix Rodríguez de la Fuente: pusimos pesticidas en los cultivos para eliminar las malas hierbas, y nos hemos cargado los conejos y los halcones.

La crisis del carlismo ocupa también un buen número de páginas del libro…

El carlismo es el movimiento político más antiguo de Europa. Durante más de ciento cincuenta años ha llevado a cabo una lucha de resistencia heroica -en la guerra y en la paz- contra los principios disolventes de la Revolución, que amenazaban la continuidad histórica de nuestra nación.

La historia del carlismo está cuajada de gestas, de hazañas, de héroes, de mártires, hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas al servicio de la Causa de la Religión y de la Patria.

Por ello, miro con preocupación y cierta tristeza, que no quisiera fuera resignada, su anémica situación actual. Muchas de las causas de ello son externas, y resulta difícil luchar contra ellas. Hemos mencionado, por ejemplo, la crisis de la Iglesia. Pero otras son internas y podrían dar razón al dicho popular ese de “entre todos lo mataron, y el solito se murió”. Es a estas a las que dedico especial atención, con la esperanza que lleven a la reflexión y a la superación de los errores y malas prácticas que nos han traído hasta aquí.

¿Por qué merece la pena leer el libro?

Recomendaría leer los escritos recogidos en “A la sombra de mi boina” porque los temas que en él se tratan giran en torno a cuestiones de actualidad que nos preocupan a todos, y porque resulta fundamental tener criterio propio, con el que contrarrestar las informaciones y opiniones tendenciosas con las que nos bombardean los medios de comunicación.

La doctrina social de la Iglesia, el pensamiento social cristiano, el tradicionalismo, no están para permanecer aislados en la burbuja platónica de las ideas puras, sino para encarnarse tratando de dar respuesta a los retos que afrontamos cada día, para tratar de influir con esos principios en el curso de los acontecimientos, porque “los vientos de la historia” no son más que el resultado de los que más soplan.

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