La economía de España no ha parado de perder peso en el mundo, quedando relegada en 2022 a la decimosexta posición del ranking global de PIB. España llegó a ser la octava economía del mundo en 2007, pero tras una crisis financiera, otra de deuda soberana y la dura recesión del covid, la economía nacional ha caído casi a la irrelevancia, superada por países emergentes (que presentan un crecimiento de la población más alto) y desarrollados (que se han comportado mejor en términos de productividad). El crecimiento de España en los últimos 15 años ha sido prácticamente inexistente.

El ranking del PIB global

Este ranking del PIB global realizado por los economistas del think tank británico Cebr utiliza datos del producto interior bruto en paridad de poder adquisitiva, lo que elimina la distorsión que generan los precios (inflación) en cada país a lo largo de los años. Para realizar este ejercicio se establece el mismo precio para un bien equiparable producido en China, Irán o Somalia que el que tendría si se produce en EEUU. De este modo se calcula mejor la producción real de cada país.

Al final, el bienestar de una población depende de la cantidad de bienes y servicios que puede consumir de forma recurrente, no del precio de los mismos. Una hamburguesa alimenta igual en EEUU que en China, aunque en el primero tenga un precio tres o cuatro veces mayor que en el segundo. En el ranking, EEUU vuelve a ser el líder, seguido cada vez más de cerca por China. La tercera posición es de Japón y la cuarta de Alemania. España ocupa la decimosexta posición con un PIB PPA de 1,376 billones de dólares, mientras que México supera ya los 1,4 billones de dólares.

Atendiendo a este ranking que se lleva confeccionando desde 2007, la economía de España ha perdido ocho puestos en ese periodo de tiempo. La tendencia es clara, la economía nacional solo ha perdido relevancia en el PIB mundial, lastrada por unas crisis que han golpeado con mayor fuerza a una economía poco competitiva y muy vulnerable a los shocks externos.

Causas de esta pérdida de España

En la crisis de 2007-2008 el problema fue una gran dependencia de la financiación exterior (grandes déficits por cuenta corriente y una posición de inversión internacional muy negativa) y la gran burbuja inmobiliaria. En 2011-2013, el agravante fue el ya elevado peso de la deuda pública y el mal estado de los balances de los bancos españoles como consecuencia del estallido de la crisis inmobiliaria. En 2020, la nefasta gestión en la crisis del covid atacó con mayor intensidad al sector servicios y al turismo, los dos pilares de la ‘renacida’ economía de España. Todo ello combinado con una productividad estancada han condenado a España a quedar fuera de las 15 economías más grandes del mundo.

Una economía que centró sus recursos en sectores con escaso valor añadido, un sistema educativo mediocre (según el informe PISA) dentro de la OCDE y a la cola de los países de la Eurozona, y una serie de crisis que han golpeado a los motores de crecimiento que presentaba España en cada momento han ‘atropellado’ la esperanzadora senda de crecimiento que presentaba España antes de la crisis financiera de 2007.

España era un gigante con pies de barro

No obstante, también hay que recordar que buena parte del crecimiento de esos años previos al 2007 se obtuvo a base de generar grandes desequilibrios en la economía: un crecimiento del crédito desmedido, abismales déficits por cuenta corriente, un sector de la construcción sobredimensionado… España era un gigante con pies de barro. Ese barro es el que ha enfangado durante años el crecimiento del país.

Y es que «la renta per cápita real en España no ha crecido en los últimos 15 años. No hemos crecido nada en los últimos 15 años. Obviamente esto es una tragedia, puesto que si hubiésemos crecido al mismo ritmo que lo ha hecho Alemania, hoy seríamos lo que era Alemania hace 15 años, y no lo somos, es más, otros países que sí han crecido nos han alcanzado, como es el caso de Lituania o Estonia, que hace unos años les mirábamos por encima del hombro y ahora nos han igualado en términos de renta per cápita en paridad de poder adquisitivo».

Aunque el drama es notable en términos de PIB agregado, si se analiza la economía en término de PIB per cápita el resultado es aún peor. Algunas economías que hace dos décadas estaban a años luz de España, como es el caso de la República Checa, los Tigres Bálticos o Eslovenia, hoy superan a España. La renta per cápita es un indicador más acertado que el PIB global para analizar el bienestar de los ciudadanos de un país, sobre todo cuando esa renta per cápita está bien repartida (es decir, los niveles de desigualdad de renta son bajos).

¿Y qué pasará en el futuro?

Pese a todo, España sigue apareciendo como un país de ingresos altos (desarrollado) con un PIB per cápita ajustado por PPA estimado de 46.551 dólares. En 2020, el país sufrió una importante contracción del PIB del 10,8%. A pesar de la recuperación económica de los dos años siguientes, «la producción se mantuvo unos 2,6 puntos por debajo de los niveles de 2019, y solo se espera que la economía alcance los niveles anteriores a covid en 2024».

Los economistas del Cebr prosiguen con su análisis reciente de la economía española y explican que aunque el PIB creció con fuerza en 2022, la inflación también fue alta, con un 8,8%. Al igual que muchos de sus países vecinos, como Portugal e Italia, esto se debió en gran parte a un shock en los precios de la energía que se acentuó tras la invasión rusa de Ucrania. El gobierno de España ha intentado minimizar el impacto de la crisis energética en sus ciudadanos, entre otras cosas, reduciendo el IVA en las facturas de la energía y presentando paquetes de apoyo de emergencia para ayudar a los hogares y empresas vulnerables. No obstante, algunas de estas medidas también han podido contribuir a intensificar la inflación.

En 2022, la tasa de desempleo disminuyó 2,1 puntos porcentuales hasta el 12,7%, la más baja desde antes de la Gran Recesión. La alta proporción de la fuerza laboral sin trabajo desde la crisis financiera ha pesado mucho sobre el gasto del consumidor y el crecimiento económico durante la última década, por lo que este fortalecimiento del mercado laboral es alentador para la economía en el futuro, aunque será difícil de mantener en medio de un crecimiento debilitado y los vientos en contra globales.

Por otro lado, España sigue presentando un descuadre importante en sus cuentas publicas con un alto déficit fiscal del 4,9% del PIB. No obstante, se espera que España también avance algo en la mejora de su posición fiscal gracias a la inflación y al crecimiento del PIB, lo que podría ayudar a la deuda pública a caer a la zona del 113% del PIB, por debajo del 118,6% en 2021. Según las previsiones de Cebr, la tasa anual de crecimiento del PIB caerá a un promedio de 1,7% entre 2023 y 2027. En el resto del horizonte de pronóstico, se anticipa que el crecimiento económico se desacelerará aún más a un promedio de 1,5% por año. En los próximos 15 años, se espera que España conserve su puesto 16 en la Tabla de la Liga Económica Mundial de 2022.

(Con información de El Economista)