El «culpable» fue visto rezando en silencio por su hijo muerto afuera de una clínica de abortos.
El Triunfo del pensamiento único: La condena por rezar en silencio y el auge del delito de pensamiento
En un alarmante episodio que marca un antes y un después en la historia del derecho a la libertad de pensamiento y expresión, un veterano del ejército británico ha sido condenado por un acto tan íntimo como rezar en silencio por su hijo no nacido.
Adam Smith-Connor, que sirvió en Afganistán, fue multado con 9,000 libras por rezar mentalmente durante tres minutos y violar una orden de protección del espacio público en las cercanías de una clínica de abortos en Bournemouth. Tenía la cabeza inclinada y las manos entrelazadas mientras rezaba por su hijo no nacido, Jacob, a quien ahora lamenta haber abortado hace más de dos décadas. Este caso, descrito por el grupo legal Alliance Defending Freedom (ADF) como la primera condena conocida por un «delito de pensamiento» en la historia moderna del Reino Unido, arroja una inquietante luz sobre el estado actual de las libertades fundamentales en las sociedades democráticas.
Este caso no es un hecho aislado, sino un síntoma de un fenómeno más amplio y preocupante: la creciente tendencia de los Estados a intervenir no solo en las acciones de sus ciudadanos, sino también en sus pensamientos y creencias. Estamos presenciando lo que podría considerarse la última etapa de la represión de un sistema que está dejando atrás la represión de la libertad de expresión para avanzar hacia el control de la conciencia individual, imponiendo un pensamiento único en el que cualquier forma de disenso, por mínima que sea, se castiga.
La Evolución del castigo: De la represión de la libertad de expresión al delito de pensamiento
La condena de Adam Smith-Connor no es solo una afrenta a la libertad de expresión, sino también a la propia naturaleza de la libertad de pensamiento. Rezar en silencio, sin manifestar palabras ni gestos que pudieran interpretarse como un acto de protesta, es un acto profundamente personal. Y sin embargo, en este caso, fue considerado lo suficientemente «deliberado» como para justificar una condena judicial.
La libertad de expresión, y no digamos la de pensamiento, ha sido históricamente uno de los pilares más sólidos de una sociedad consolidada. Sin embargo, el caso de Smith-Connor señala que el Estado está cada vez más dispuesto a invadir incluso los rincones más íntimos de la mente humana, persiguiendo no solo lo que se dice o se hace, sino lo que se piensa.
En el pasado, la represión se centraba en castigar la disidencia explícita, la manifestación pública de ideas contrarias a las del poder establecido. La censura de libros, la persecución de periodistas y la represión de manifestaciones eran formas claras de controlar el discurso disidente o crítico. Era lo propio de las dictaduras comunistas. Pero ahora, estamos ante un escenario aún más preocupante: el delito de pensamiento, un concepto que evoca los peores episodios de regímenes totalitarios, se está filtrando en las democracias modernas bajo el pretexto de la protección del orden público.
¿Hacia un Estado de vigilancia mental?
El Reino Unido ha sorprendido al mundo con este giro hacia el control del pensamiento, lo que se considera una experiencia piloto del globalismo para extenderlo a otros países. La sentencia contra Adam Smith-Connor ha abierto un debate sobre el uso de las Órdenes de Protección del Espacio Público (PSPO), destinadas originalmente a evitar disturbios y garantizar el orden en las áreas públicas, pero que en este caso han sido utilizadas para reprimir algo tan íntimo como una oración en silencio.
La naturaleza de esta condena no solo es preocupante por el hecho de que castiga un acto pacífico y privado, sino también por el precedente que establece. El gobierno del socialista Keir Starmer está considerando ampliar estas represiones, lo que plantea la posibilidad de que en un futuro cercano se prohíba la oración en silencio fuera de las clínicas de aborto de todo el país.
La jueza de distrito Orla Austin determinó que la acción de Smith-Connor, aunque realizada en silencio, fue «deliberada», como si la intencionalidad de sus pensamientos pudiera ser en sí misma una forma de subversión. Esta lógica es peligrosa. Si lo que un individuo piensa, incluso sin verbalizarlo o expresarlo físicamente, puede ser considerado un delito, entonces hemos entrado en un territorio inquietante donde el Estado se arroga el poder de controlar la conciencia individual.
El Pensamiento Único: La última frontera de la represión
Lo que estamos presenciando con esta condena es el avance de un sistema de pensamiento único, donde el Estado ya no se conforma con regular el comportamiento visible, sino que busca también imponer su control sobre lo que sus ciudadanos creen y piensan.
La condena de Smith-Connor marca el paso final hacia una sociedad donde se castiga no solo la palabra y la acción, sino también el pensamiento. Un Estado que busca controlar lo que sus ciudadanos pueden y no pueden pensar está erosionando los fundamentos más básicos de la libertad. Esta tendencia hacia el pensamiento único, donde cualquier disenso con la narrativa oficial es castigado, amenaza con socavar la esencia misma de la democracia.
El peligro del Estado totalitario: ¿Hasta dónde llegará?
Estamos siendo testigos de cómo los Estados avanzan hacia un modelo de vigilancia mental, Es el control poblacional donde los ciudadanos pueden ser perseguidos por tener pensamientos o creencias que no se alineen con las normas impuestas por el gobierno. La censura ya no se limita a lo que se dice o se publica, sino que se expande hacia lo que se piensa.
Este fenómeno tiene profundas implicaciones para la libertad individual . Un Estado que criminaliza el pensamiento disidente está, de hecho, imponiendo una forma de totalitarismo que va mucho más allá de lo visible. En una sociedad verdaderamente libre, los ciudadanos deben tener el derecho a pensar lo que deseen, a mantener creencias contrarias a las oficiales sin temor a represalias. Sin embargo, con casos como el de Smith-Connor, estamos viendo cómo los límites de la libertad se estrechan cada vez más.
G. Romero | Adelante España
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2 comentarios en «La dictadura del pensamiento único: Un hombre condenado por rezar en silencio cerca de un abortorio»
Es alucinante.
Y cómo ha sabido la jueza lo que aquel hombre estaba pensando, si no preguntándoselo y fiandose de su respuesta?
Y si aquel hombre hubiese contestado: «Lo que yo pienso no es asunto del estado que usted representa», que habría podido hacer la jueza?
Multarlo por no revelar su pensamiento al estado?
Los musulmanes siempre rezan en público y con grandes alharacas incluso molestando a los demás ciudadanos por el alto volumen de sus rezos. ¿A que no tienen cojones estos izquierdosos, ni los del pp, de detenerlos por desorden público o molestar al resto de transeúntes?
Si siguen por ese camino, algún día será tarde justo cuando vean los filos de sus cuchillos en sus propios gaznates.