El Pensamiento Unidimensional mediante el Adoctrinamiento y la Censura | Eusebio Alonso

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Desde el punto de vista histórico, existe una diferencia entre el concepto de pensamiento único, definido por Arthur Schopenhauer en 1819, y el pensamiento unidimensional, presentado por Herbert Marcuse miembro de la corriente crítica conocida como la escuela de Frankfurt.

El “pensamiento único” se concreta como el pensamiento que se define a sí mismo sin precisar referencia alguna a otros componentes de un sistema de pensamiento. Schopenhauer llega a la conclusión que nuestras representaciones de la diversidad del mundo son la expresión de una unidad, la que Schopenhauer engloba en el concepto de «voluntad» en su obra cumbre Die Welt als Wille und Vorstellung (El mundo como voluntad y representación). Por otra parte, Marcuse define el concepto de “pensamiento unidimensional” y lo contrasta con el “pensamiento dialectico o bidimensional”. El «pensamiento unidimensional» hace referencia a lo que define como el cierre del universo del discurso, que lleva asociado la eliminación del debate, restricción impuesta por la clase política dominante y los medios de comunicación de masas.

Resulta incuestionable que todos los partidos políticos, especialmente los de izquierda, pretenden instaurar en la población el pensamiento unidimensional, mal llamado pensamiento único, con objeto de influir en ella y crear las mejores condiciones para perpetuarse en el poder y transformar la sociedad a su gusto. Una sociedad carente de debate, es una sociedad abocada al totalitarismo y a la esclavitud, circunstancias que, una vez son alcanzadas, resulta muy difícil escapar. Nos guste o no, la libertad es consustancial con el debate de ideas y la expresión de opiniones.

Las principales herramientas que se utilizan para alcanzar el pensamiento unidireccional son: el adoctrinamiento y la censura.

El término adoctrinamiento deriva del verbo adoctrinar, que se refiere a la acción de inculcar o persuadir a alguien respecto a ciertas creencias o principios con una finalidad particular. Actualmente, el adoctrinamiento se lleva a cabo principalmente mediante el control de la educación y de los medios de comunicación.

En nuestro país, los gobiernos de izquierda intentan apropiarse de la educación para asegurarse el control de la enseñanza mediante la redacción de controvertidas y poco consensuadas leyes de educación, como la LOMLOE, así como con la propiedad de la inmensa mayoría de los centros educativos. Para ello se promocionan sempiternas campañas como la que lleva el lema “escuela pública de todos y para todos” que pretende dificultar que exista una oferta educativa diferente a la pública. ¿No sería mejor defender “la libertad de elección educativa a un precio justo”? Pues parece que no. Eso no encaja demasiado bien con los intereses de estos gobernantes.

Eliminar otras opciones educativas como la educación concertada o privada, supone la eliminación de la libre competencia, circunstancia que perjudica, como ya lo está haciendo, a la calidad de la enseñanza. Esto también restringe la libertad de los padres de educar a sus hijos con un ideario libremente escogido. Si quieres llevar a tu hijo a un centro privado, nadie te eximirá de pagar impuestos para seguir sosteniendo el sistema educativo público. La solución que aplican otros países, con más aprecio por la libertad, es el uso del cheque escolar, mediante el cual, el estado reembolsa una cantidad a los ciudadanos que deciden educar a sus hijos en centros privados. Sorprendentemente, en un ejercicio de extrema hipocresía, los mismos políticos que defienden a ultranza la educación pública para todos y rechazan la existencia del cheque escolar, suelen llevar a sus hijos a centros educativos privados, asegurándoles una educación elitista, mientras condenan a los trabajadores con pocos ingresos a no poder elegir libremente la educación de sus hijos. No pretendo insinuar que la educación pública sea mala o rechazable, si así lo hiciera estaría tirando piedras en mi propio tejado, tan solo quiero defender la libre y leal competencia en la educación como mejor garantía de la calidad, así como apoyar abiertamente la libertad de elección educativa.

El otro pilar del adoctrinamiento son los medios de comunicación. Estos, convenientemente engrasados con dinero público, se encargan de adoctrinar a la población más allá de la etapa escolar. Con frecuencia, estos medios dependen de subvenciones y ayudas estatales, como la publicidad institucional, lo que les hace vulnerables, abandonando cualquier imparcialidad para garantizar sus lentejas. El adoctrinamiento adopta muchas formas. Entre ellas están:

  • No repartir de forma justa la cuota de pantalla a todas las formaciones políticas o al debate de ideas sobre temas de interés general.
  • Dar las noticias de forma intencionadamente sesgada, contando solo parte de la verdad y de forma torticera.
  • Organizar debates en los que están ausentes determinadas formaciones políticas o asociaciones que no podrán defenderse de posibles acusaciones o alteraciones de la verdad.
  • Contar solo los delitos de corrupción de determinados partidos políticos y amplificarlos para que parezcan más graves de lo que realmente son.
  • Etc …

El adoctrinamiento ideológico utiliza, con frecuencia, una estrategia predefinida que suele dar buen resultado con colectivos de población poco críticos. Esta estrategia se puede ilustrar, por ejemplo, con la llamada «violencia de género». Recomiendo leer el interesante artículo, publicado en este medio, “España va camino de la tiranía de la ideología de género” de 8 de octubre de 2021. Se establecen las siguientes etapas:

  • Normalización. Consistente en exagerar una realidad para que parezca más importante de lo que es. No discuto que el hecho de que mueran 50 mujeres al año víctimas de violencia conyugal, selectiva de hombre a mujer, requiera una atención. Si bien, nada comparable con los 4.000 suicidios o las 1.400 víctimas de la carretera de cada año. Cifras que al no dar rédito ideológico son silenciadas y los problemas asociados desatendidos. Resulta que la violencia doméstica con resultado de asesinato sólo interesa cuando el asesino es varón y la víctima mujer, y se obvia cualquier información relevante sobre el criminal como: su procedencia, antecedentes penales, religión que profesa, situación legal, etc…; so pretexto de la aplicación de la ley protección de datos. Me malicio que preocupa, y mucho, que la población pudiese sacar conclusiones estadísticas incómodas si dispusiera de más información sobre estos criminales. Con los delitos sexuales pasa otro tanto. Cuando el derecho del delincuente a proteger sus datos prevalece sobre el derecho de la sociedad a estar informada, la delincuencia gana y la sociedad pierde. En caso de conflicto, los derechos de la sociedad deberían prevalecer sobre los del delincuente, salvo que queramos protegerle como «especie en extición», lo que nos aseguraría un futuro ciertamente prometedor. Permitaseme la ironía, pero estoy seguro que la deriva de esta sociedad garantista nos llevará en breve a que, para no ofender a los delincuentes, se den las noticias al estilo Gila: «alguien ha matado a alguien…». ¡Patético!
  • Victimización. Pone el foco en el sufrimiento de la gente afectada por el problema, magnificando su impacto social. En nuestro ejemplo, se presenta al varón, cualquier varón, como un presunto maltratador; y la mujer, cualquier mujer, como una presunta víctima.
  • Institucionalización. Establece leyes discriminatorias para resolver el problema y se crean costosos chiringuitos ideológicos a cargo del erario público. En el ejemplo de la violencia conyugal selectiva de hombre a mujer, se crea la ley de violencia de género que discrimina al hombre respecto de la mujer, ya que se aplican diferentes penas a los hombres que a las mujeres por el mismo delito, y se elimina la presunción de inocencia de éste, ya que mientras no demuestre que es inocente se le considerará culpable.
  • Tiranía. Cualquier persona que exprese discrepancia es estereotipada, aislada y ridiculizada. Cualquiera que discuta el enfoque legislativo o pretenda dar una cobertura similar a otros delitos de violencia familiar es considerado machista y misógino. Con el tiempo, la discrepancia acabará siendo constitutiva de delito para acallar al que no acepte esa doctrina.

A pesar de todo ese andamiaje ideológico y del coste creciente que lleva consigo, las cifras de la violencia conyugal están lejos de mejorar. Estoy seguro que sería más rentable y efectivo endurecer las penas asociadas con estos delitos y dejar ya de marear la perdiz gastando dinero público en alimentar chiringuitos ideológicos.

La censura constituye la otra herramienta que protege al poder de cualquier cuestionamiento. La censura es la alteración u ocultación de algo por razones ideológicas, morales o políticas. Normalmente se suprime una parte, o la totalidad, del material que pueda ser considerado ofensivo, dañino, comprometido, inconveniente o innecesario para el gobierno o quien detenta el poder. La prensa, con demasiada frecuencia, oculta determinadas informaciones para proteger al partido en el poder.

El poder necesita controlar la información. Le va en ello su supervivencia. La mentira, el clientelismo y la carencia de pensamiento crítico del ciudadano medio, permiten que determinados partidos lleguen a perpetuarse en el poder. En una democracia de pleno derecho, cuando un partido gobierna sin alternancia durante muchos años, cabe sospechar que algo no está funcionando bien. Sea porque el partido que gobierna controla todos los resortes de poder y la democracia está viciada, o porque no se da oportunidad de que otros partidos puedan presentar libremente su programa o se respete su presencia en la calle.

La forma más perversa de censura es el cordón sanitario, que consiste en obviar la existencia de alguien y apartarlo del juego democrático justificándolo con una pretendida defensa de la democracia y la libertad ante un supuesto peligro objetivo que nadie es capaz de demostrar con la ley en la mano. En nuestro país existe. Se aplican cordones sanitarios y se consienten agresiones a determinados partidos, sin que la población, convenientemente intoxicada, se queje lo más mínimo. Supongo que alguno  tranquilizará su conciencia pensando eso de que «algo habrán hecho para que se les trate así». Por contra, se permite la existencia, e incluso se pacta, con partidos políticos que defienden abiertamente el terrorismo y/o son enemigos declarados de nuestra nación, como si ejercer esa tolerancia fuese lo más sensato del mundo. Supongo que esto se consiente porque esos partidos, «descarriados» en letra muy pequeña, son de izquierda. ¡Vamos por buen camino!

Las redes sociales como WhatsApp, Tweeter o Facebook han dejado de ser foros de libre expresión, vetando determinados contenidos o limitando su difusión. Con frecuencia justifican su comportamiento en evitar la propagación de desinformación, haciendo referencia a declaraciones de sociedades anti-bulo de discutible criterio y dudosa imparcialidad. Estas redes sociales, que fueron creadas para permitir que sus usuarios compartieran información libremente, se han visto violentadas por sus administradores que deciden qué se puede y qué no se puede decir. En cualquier democracia consolidada, solo se debería intervenir la libre comunicación por mandato judicial. ¿Podemos imaginarnos una compañía telefónica que inspeccionase todas las conversaciones de sus clientes y restringiera las llamadas de sus usuarios en función de criterios, cuando menos cuestionables, sobre el contenido de éstas? Seguramente no.

La base del juego democrático se fundamenta en la independencia de poderes. La prensa es sin duda el cuarto poder porque no solo difunde información, sino que también influye en la opinión de la audiencia. Cuando la educación y los medios y canales de comunicación están intervenidos o coaccionados, el futuro de la sociedad que lo permite está seriamente comprometido.

Eusebio ALonso | Libre pensador

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