El infierno comunista continúa en Cuba

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La dictadura comunista sigue restringiendo la actividad autónoma en las profesiones y sectores más relevantes, pese al duro impacto del coronavirus.

El régimen comunista de Cuba continúa con su (muy, muy lenta) apertura económica. El pasado 6 de febrero, el Gobierno de Miguel Díaz-Canel puso en marcha la liberalización de la actividad emprendedora y de los trabajadores autónomos para algunos sectores económicos, como parte de un paquete de medidas anunciado en julio de 2020 por la crisis del coronavirus.

Concretamente, las actividades permitidas pasarán de las 127 establecidas anteriormente hasta alrededor de 2.000, quedando aún prohibidas un total de 124 actividades.

Aunque en un principio la noticia fue vendida por muchos medios como una auténtica revolución liberalizadora, lo cierto es que su importancia se ha visto diluida una vez la lista definitiva de actividades vetadas para el sector privado fue publicada el 10 de febrero.

Concretamente, los sectores más relevantes, poderosos y productivos seguirán controlados por el Estado, incluyendo aquellos que emplean a los profesionales más cualificados, como la arquitectura, la ingeniería, la atención sanitaria, la medicina, la educación o las telecomunicaciones. Asimismo, actividades como la publicación de libros, los fondos de cobertura, la producción de armas, los concesionarios de automóviles o los zoológicos siguen totalmente prohibidas.

Además, cabe recalcar que los permisos para ejercer las actividades permitidas no serán automáticos, y los interesados deben presentar un proyecto y realizar los trámites pertinentes a través de una ventanilla única, según explicó el gobierno.

Aunque el Estado cubano, regido por el partido único del país, el Partido Comunista, mantiene el monopolio de la economía nacional desde la Revolución de 1959, en la última década ha ampliado el número de actividades que se pueden realizar por cuenta propia, a las que se añaden las autorizadas en la última reforma. Pese a las importantes restricciones aún vigentes, el gobierno no dudó en celebrar su reforma: «Que el trabajo por cuenta propia continúe desarrollándose es el propósito de este perfeccionamiento», dijo la ministra cubana de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, quien recordó que el sector privado emplea a 600.000 trabajadores y supone el 13% de la población ocupada.

Por contra, el pueblo cubano se muestra descontento con los cambios: «Es un desastre», dijo a The New York Times Gerardo Guillén, un arquitecto de 26 años de La Habana que seguirá bajo el control absoluto del Estado. «Cada vez que aparece algo que parece una panacea, acaba en nada. Quiero hacer mi propia arquitectura sin que la burocracia me lo impida», se lamenta.

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Un vehículo de carga transita por una calle de La Habana, el 18 de febrero.

El duro impacto del coronavirus

El descontento no es nuevo, y la eliminación de la lista de actividades prohibidas lleva años siendo un clamor dentro del sector privado cubano, al considerarla un lastre para la economía del país. Pese a todo, es muy posible que la reciente reforma no se hubiera llevado a cabo de no ser por el impacto del coronavirus. Y es que la pandemia ha generado enormes desbarajustes en la maltrecha economía cubana, que se contrajo un 11% en 2020.

El cierre de fronteras derivado de la pandemia ha provocado que gran parte del impacto haya sido provocado por la paralización del turismo, que es uno de los principales sectores económicos del país.

Además, este cierre fronterizo ha golpeado seriamente a otro de los salvavidas con los que ha contado el país caribeño, tal y como puso de manifiesto la revista The Economist en julio del pasado año. Concretamente, hablamos de las famosas mulas, que suponen una fuerza de 50.000 residentes cubanos que viajan a los Estados Unidos, Panamá y otros países para traer clandestinamente productos escasos o inexistentes en Cuba. Además, las mulas generan también alrededor de 1.800 millones de dólares en remesas (entorno al 8% del PIB) y reportan beneficios para el Estado, que cobra por la renovación de pasaportes.

Más reformas, aunque aún insuficientes

La flexibilización de la lista de actividades permitidas para el sector privado viene precedida por la ordenación monetaria ejecutada en los meses anteriores, y que supuso la abolición de la doble moneda (CUC). La medida, que entró en vigor el pasado 1 de enero y trata de paliar las distorsiones en la economía productiva, ha venido acompañada de una reducción sustancial de los subsidios gubernamentales, especialmente las subvenciones para el agua, transporte y electricidad, aunque compensada por un aumento de las pensiones y salarios públicos, lo que ha generado una tormenta perfecta de inflación desbocada y desabastecimientos.

Por otro lado, dentro del mismo plan de respuesta a la covid-19, el gobierno cubano estaría preparando el terreno para la privatización de pequeños negocios, como los restaurantes, de forma que solo unos pocos queden en manos del Estado. «Tienen que ser eficientes, cubriendo los gastos con ingresos, pagando oportunamente a proveedores, vinculando el salario a los resultados económicos y desterrando ilegalidades y el desvío de recursos», dijo en octubre de 2020 el ministro de Economía, Alejandro Gil.

El infierno socialista legado por Fidel

Pese a que las reformas se han acelerado (a regañadientes) en los últimos tiempos, lo cierto es que aún son insuficientes para alcanzar una economía de mercado mínimamente libre en Cuba. Por ejemplo, el país caribeño todavía prohíbe a los agricultores elegir qué cultivar, y ni siquiera pueden fijar libremente el precio de venta de sus cosechas. Por otra parte, la figura de los empresarios sigue en cuestión, las empresas no gozan de personalidad jurídica propia, las cooperativas son lo más parecido a corporaciones empresariales y la inversión extranjera está fuertemente restringida.

Como respuesta a este asfixiante entorno, a los cubanos no los queda otra que abandonar el país. «Si los profesionales no se ven en Cuba ejerciendo la actividad privada, el único camino que les queda es irse al extranjero. Esto ya ha estado pasando hace mucho tiempo», asegura Omar Everleny, un exprofesor de la Universidad de la Habana, a The New York Times.

De hecho, cada vez son más los cubanos que se ven obligados a jugarse la vida huyendo en barca de su país. Según la Guardia Costera de EEUU, desde el 1 de octubre de 2020 (cuando empezó el actual año fiscal) hasta la fecha, se han interceptado 67 cubanos en las inmediaciones del Estrecho de Florida, cifra que ya es superior a los 49 migrantes detectados en todo el año fiscal anterior. Además, se estima que 10.000 cubanos permanecen varados en México a la espera de asilo en Estados Unidos.

Y es que la revolución socialista de Fidel Castro convirtió en un auténtico infierno el, hasta entonces, vibrante y próspero país cubano. Recordemos que, antes de la revolución, Cuba era un 80% más rica que los países latinoamericanos y su mortalidad infantil era menos de un tercio que la de las demás naciones de su entorno. De hecho, antes de 1959 el Producto Interior Bruto per cápita de la isla era igual al español, pero, a partir de la revolución, podemos observar cómo este indicador despega en España, mientras que el cubano queda casi estancado.

(Jesús Esteban. Libertad Digital)

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