El derecho a la verdad | Alicia V. Rubio Calle

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Suena bien. Como todos los neoderechos. Neoderechos que desconocíamos tener.  Neoderechos que se nos van otorgando graciosamente mientras perdemos la libertad, la dignidad, la propiedad y la vida. Porque el derecho a la verdad es una trampa letal, como todos esos derechos de nuevo cuño que vulneran leyes y derechos fundamentales y sacrifican lo esencial por lo accesorio. Quédense con el nombre porque viene fuerte.

El argumento consiste en que los ciudadanos incapaces de discernir entre gran cantidad de información deben recibir el suministro de la “verdad verdadera” desde ese Estado Protector que sí que sabe lo que es verdad. Y lo que no lo es. Ese Estado representado en un gobierno que nos miente a cada paso, en unos políticos que alardean de mentir en sus programas electorales y no ocultan que usan nuestro dinero para comprar a los medios de comunicación, entes sin independencia que van a decidir lo que es verdad. Estado, cuyos diversos mandatarios han diluido su soberanía, sin informarnos, en un ente más global y difuso que decide e impone, ese sí, sin derecho a decidir e imponernos nada.

¿Podríamos pensar que no han respetado nuestro derecho a la verdad ocultando que firmaron por nosotros para imponernos compromisos nefastos, responsabilizarnos de delitos no cometidos, endeudarnos de por vida, hipotecar nuestra propia tierra y obligarnos, en definitiva, a ahorcarnos como sociedad y a matar la libertad y el futuro de nuestros hijos? No, no podemos pensarlo porque es “Teoría de la Conspiración”, ese demonio que nos vulnera el derecho a la verdad que nos otorgan.

Serás falso y conspiranoico pero ahí estamos metidos y muchos aún no lo saben. Porque no existe, ni existirá el derecho a saber. Cuando menos sepamos, mejor. Por eso, la verdad debe ser suministrada a domicilio, procesada, edulcorada y envuelta en lazos. Y de ninguna manera debemos salir a buscarla. Es más, si salimos quieren que no encontremos sino un erial de información. Por nuestro bien, siempre por nuestro bien. Por eso firmaron por nosotros unos objetivos insostenibles de subdesarrollo que, como todo lo que atañe a este tema, tiene el nombre inverso: Los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La bondadosa Agenda 2030.

Solo ahora, después de que ya está perfectamente implantada tomados todos los centros de la cultura, la ciencia, la política, la economía, los textos escolares, los medios de comunicación, las leyes…, nos informan de manera ineludible, de forma aplastante diría yo, que la Agenda está aquí. Y que se impone. Y punto. Los 17 falsos objetivos y el círculo siniestro de colores aparecen por todas partes en enormes lonas, en grandes piezas, en gigantescas pancartas.

Me recuerda a la película de Spilberg con Tom Cruise de protagonista, la Guerra de los Mundos. De repente, y sin que nadie supiera cómo habían llegado todos esos chismes allí, salían de debajo de la tierra unas máquinas que destruían ciudades, sociedades y personas. De no haber nada, se pasaba a que no había otra cosa. En todas partes y sin escapatoria.

La agenda totalitaria, impuesta con todo lo que va a suponer, exige esconder sus consecuencias, acallar a los críticos, hacer desaparecer a la disidencia. Porque la disidencia va a surgir a medida que se vean sus objetivos reales y sus resultados, que en nada tienen que ver con las bondades que se dicen.  Es más, buscan lo contrario.  Y tienen que contrarrestar la verdad con su ocultación tras un círculo de colores lleno de mentiras que debe prevalecer en nuestros ojos sobre lo que vamos a ver y sufrir. Nuestro inminente derecho a la verdad es un bien otorgado por quienes nos quieren quitar todo. Hasta la verdad. Seremos felices porque decir lo contrario será teoría de la conspiración. Si le suena poco atrayente empiece a defenderse, que ya vamos tarde.

La verdad no tiene calificativos, pero la verdad como derecho viene pertrechada de numerosos calificativos que van restando su brillo: impuesta, oficial, permitida, verificada…

Con una buena propaganda, dinero para su implantación y su exitosa venta como un derecho saben que habrá muchos tontos útiles que se unirán a la reivindicación.

Para hacernos una idea del avance imparable de este neoderecho y para determinar su poder, comenzaremos por decir que se impone no por su evidencia, sino porque los grandes medios de comunicación, todos en muy escasas manos, solo hablan de lo que se les indica. Lo que no conviene que se sepa no se emite, y punto. No existe porque no es verdad.

Tenemos derecho a la verdad que conviene. Por eso no encontrará en ningún medio poderoso información sobre los enormes daños que los experimentos vacunales han causado a la población de países poco desarrollados. Ni noticias sobre las muertes súbitas, las miocarditis, los cánceres turbo, los colapsos de gente joven y sana que se dan en vacunados. Ni se recogen y analizan esos datos. Ni siquiera se permite que las víctimas narren su experiencia por redes.

Esa verdad es tan buena que no puede causarnos disgusto. Y la libertad de expresión, opinión y culto, hasta la misma ciencia, aparecen como cuchillos que hieren. Tenemos derecho a una verdad que no ofenda. Por eso solo se puede decir, contra toda evidencia, que hay mujeres con pene o que se puede cambiar de sexo. Y así se enseña a los niños.

Esa verdad es tan importante que no puede ser puesta en duda. Y la sana discrepancia, el espíritu crítico se transforman en peligrosas armas de confusión. Y pueden generar perjuicios incalculables. Tenemos derecho a una verdad que no cause daño. Y nos salve de las catástrofes. Por eso no se publica nada de los trabajos de científicos y expertos que ponen en duda el cambio climático de origen antropogénico. O que no se ha cumplido ni una sola de las predicciones catastrofistas con las que se justifican acciones políticas nefastas.

Tenemos derecho a la verdad de quienes nos mienten. Y todo lo demás es teoría de la conspiración.

Por eso la ONU, irradiadora del círculo de colores y todo lo que significa, ha puesto a trabajar a la UNESCO, organismo que le pertenece, con la publicación de un documento contra la propagación de las teorías de la conspiración que son exactamente disentir de la agenda 2030, argumentar en su contra, poner en duda sus intenciones, cuestionar sus datos y contar lo que está sucediendo. Lo que están haciendo.

Y como los menores son el futuro, tiene en marcha una guía para ser adiestrados en identificar la verdad conveniente frente a las teorías de la conspiración y en utilizar unos servicios de verificación de noticias cuyos desmentidos son verdaderas tomaduras de pelo. Y cuya independencia de los que quieren ocultar la verdad, es nula. Pagados por quienes deciden qué es verdad (en muchos casos con nuestro dinero), su función solo puede ser útil si se interpreta de forma inversa, como todo lo que afecta a esta agenda. Si los verificadores, que han surgido como hongos de repente, niegan un hecho, la probabilidad de que sea cierto es casi del 100%. A eso hay que unir la evidencia plena al 100% de que es importante porque se han tomado la molestia de desmentirlo y están corriendo el riesgo de extender la noticia a base de calificarla de bulo.

La UNESCO está dispuesta a que la verdad sin calificativos no puede transmitirse de padres a hijos. Si hay padres que cuentan a sus hijos lo que los verificadores serviles llaman teorías de la conspiración pueden encontrar serios problemas.

Para la UNESCO, la ONU, sus verificadores serviles y todos los que nos quieren garantizar el derecho a la verdad conveniente una Teoría de la Conspiración es “creer que los eventos están siendo manipulados en secreto por fuerzas poderosas con intenciones negativas”.

Y cabe empezar a preguntarse ¿Son la ONU y todos los lobbies, grupos financieros y multinacionales que la sustentan una fuerza poderosa? ¿Puede tener intenciones positivas para nosotros un organismo regido en la sombra por grupos neomalthusianos y en cuyas múltiples Cumbre de Población se ha concluido que somos muchos y que hay que reducirnos?

¿Tiene la agenda 2030 intenciones negativas? Si no es así, ¿por qué se ha aprobado e impuesto sin conocimiento, consenso o permiso de los ciudadanos a los que van a afectar de forma determinante?

¿Por qué estas presuntas conspiraciones no se desmienten con debates documentados, expertos, información clara y datos en vez de utilizar la censura, el engaño, las etiquetas contra el disidente y unos verificadores nada imparciales?

Derecho a la verdad. Un derecho que cuando entre por nuestra puerta veremos a la libertad escapar por la ventana. Quédense con el concepto.

Alicia V. Rubio CalleCasada y con tres hijos. Investigadora y escritora sobre la ideología de género, sus contradicciones y sus consecuencias personales y sociales («Cuando nos prohibieron ser mujeres y os persiguieron por ser hombres» (2016);  «Feminismo sin complejos» (2020); “…Y os utilizaron por ser niños. Adoctrinamiento y desprotección para legalizar la pederastia” (2023 ). Ha sido víctima de la persecución de los lobbies de género y los partidos de ultraizquierda, defensores de esta visión totalitaria y desquiciada de la naturaleza humana.

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