El físico y matemático Blaise Pascal redujo esta cuestión a un simple juego de azar
A lo largo de los siglos, la cuestión de Dios, su existencia, sus atributos o su intervención en el mundo ha ocupado el pensamiento de prácticamente todos los hombres. Algunos de ellos han dejado por escrito sus reflexiones y argumentaciones, llenando cientos de páginas.
Muchos pensadores han tratado de resolver este complejísimo asunto y no son pocos los que han puesto sobre la mesa argumentos racionales que defienden el teísmo.
Dos de las argumentaciones más famosas se las debemos a san Anselmo y santo Tomás de Aquino. Sus propuestas llegan a la misma conclusión, pero lo hacen por caminos bien distintos. El primero considera que la existencia de Dios está garantizada por la propia esencia de «aquello mayor del cual nada más grande pueda ser pensado».
La apuesta de Pascal
En pleno siglo XVII, Blaise Pascal decidió transformar la cuestión teísta en algo parecido a un juego de azar. Antes de dedicarse a la filosofía y la teología, el francés realizó grandes avances y descubrimientos en la matemática y la física. Sus investigaciones sobre la presión, el vacío o la probabilidad son fundamentales para la historia de la ciencia.
Pascal reconoce que la pregunta sobre Dios supera los límites humanos. «Si existe un Dios, es infinitamente incomprensible, puesto que, al carecer de partes y de límites, no guarda ninguna relación con nosotros. Somos, pues, incapaces de conocer lo que es e incluso si es», escribirá el francés en sus Pensamientos.
Esta barrera puede ser superada por la fe, dice Pascal. Sin embargo, más allá de esta gracia, el matemático quiso exponer el motivo por el que creer en la divinidad es más racional que el no hacerlo y lo hizo a modo de apuesta, la famosa Apuesta de Pascal. Su argumentación compara este asunto con el lanzamiento de una moneda al aire, hay que decidir si se elige cara o cruz.
Para tomar esta decisión, para apostar por el sí o el no de la existencia de Dios, Pascal realiza un cálculo de los riesgos y las ganancias de cada opción. Expone el francés que si se opta por confiar en el teísmo «si ganáis, lo ganáis todo; si perdéis, no perdéis nada». Es decir, si creo en Dios y existe, el premio será «una eternidad de vida y de felicidad»; si no existe, no perdería nada, porque nada tendría.
En el caso contrario, no creer en Dios podría derivar en la condenación o el Infierno en caso de que sí fuese una realidad. De no serlo, tampoco gana nada el descreído.
A modo de resumen sería:
Aunque su apariencia en muy sencilla, el enfoque pragmático de Pascal ha sido objeto de multitud de críticas. Algunos pensadores han tildado su apuesta de trivial y recuerdan al francés que deja fuera de la ecuación multitud de posibilidades sobre la deidad. Por ejemplo, se puede elegir creer, pero ¿en que dios, a través de que religión?
fuente: Pablo Casado Muriel | El Debate
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