Además de las posibles «comparsas» que buscan su minuto de gloria, hubiera habido solamente dos personas que hubieran podido representar una amenaza para Abascal en caso de celebrase la asamblea en marzo. No tanto para vencerle pero sí para debilitarlo.

Por un lado hubiera estado Ortega Smith como principal línea de confrontación. No sería tanto contra  Abascal, sino contra los líderes de segundo nivel como Ignacio Garriga, actual secretario general, y el vicepresidente Jorge Buxadé, entre otros. Ortega Smith ya cuestionó el rumbo de la formación tras la pérdida de 19 escaños en las últimas generales y más de medio millón de votos. Invitó a la dirección a «no olvidar de dónde venimos para no equivocarnos nunca hacia dónde vamos».

La otra opción era la de Iván Espinosa de los Monteros, el exportavoz parlamentario que dejó la primera línea en agosto del año pasado en desacuerdo con el rumbo tomado. Ese posible salto de Espinosa, que dudan que pueda darse ahora tras este adelanto estratégico, se vincula con las reuniones mantenidas con exdiputados y excargos del partido, como el del 14 de septiembre en el restaurante madrileño Fortuny. Allí hubo rostros exparlamentarios conocidos como Tomás Fernández, Rafael Lomana, Mireia Borrás, Rubén Manso, Víctor Sánchez del Real, Juan Luis Steegmann, Luis Gestoso, Onofre Miralles, Inés Cañizares, Manuel Mestre o Patricia de las Heras. Alineados, en definitiva, con esa «corriente liberal».

Galicia, el otro foco interconectado

Pero si el adelanto de la asamblea de Vox era necesaria para Abascal para eliminar posibles contrincantes de peso, también lo era por las elecciones de Galicia. En condiciones normales las elecciones gallegas del 18 de febrero hubieran sido antes de la asamblea ordinaria de Vox en marzo.

Con unas encuestas muy adversas, en las que el PP supera la mayoría absoluta de 38 escaños y Vox no consigue representación quedando en la irrelevancia política, el movimiento de Abascal busca también garantizarse su blindaje con compañeros de viaje afines y que un mal resultado gallego pueda convertirse en la principal baza de oposición del sector crítico para tener posibilidades de ascenso.

Evidentemente, si tal como está previsto, Vox se la pega en Galicia, el acudir a primarias con un nuevo castañazo no es una buena imagen. Hubiera representado elegir a un líder con oposición interna, con fracaso electoral y con fuego a discreción de los medios de comunicación. Era el peor escenario para que un líder inicie una nueva andadura. Ante esa disyuntiva: adelantar la asamblea a enero para «eliminar contrincantes» y amortiguar la derrota gallega.

(Con información de El Independiente/El Debate)