“De escándalo en escándalo y sin punto final”, podría haber sido el título más adecuado de estas cuatro letras semanales, pero es que ya no sé ni el título a poner, ni cuál es el más adecuado. Centrémonos, pues es harto difícil cuando la técnica de actuación de un desgobierno consiste en tapar un escándalo con otro mayor. La verdad es que yo tengo difícil seguirles el ritmo y, creo que el público en general ha entrado en la dinámica de quedarse con el que les afecta, e ignoran cualquier otro, no por desidia, sino por saturación. Lo cual nos indica que vuelven a ganar el relato, pues, cuando esto sucede, es que ha llegado el momento que ellos esperaban, es decir que a nadie ya le importa lo que sucede en el conjunto de la Sociedad, sino solo: “el que hay de lo mío”.
En definitiva, la cosa está en que ya hay hasta un súper escándalo, que ha dejado muertos a todos los demás y que podríamos considerarlo un súper escándalo: El decreto ómnibus. Maravilloso decreto que no impone un solo precepto, sino que lo toca todo, que es la manera de que el revoltillo sea tan grande, y a la vez toque tantos intereses a la vez, que sea muy difícil que la crítica al mismo sea unánime. Eso sí, lo que es unánime es que ha fastidiado a tantos millones de españoles, directa o indirectamente, que dudo mucho que la intención des-gubernamental, es decir ganar el relato, les vaya a salir bien. En todo caso, que se conformen con empatar, si lo logran, porque hasta los medios subvencionados, como “Telecuatreros” o “Depais”, les han dicho aquello de que: “os habéis pasado”.
El decreto trampa o norma trampa, ya fueron en su momento sentenciados por el Tribunal Constitucional, cuando las Leyes de Acompañamiento a los Presupuestos Generales del Estado, provocaron una llamada a capítulo a quienes las hacían. Porque acabaron convirtiéndose en un cajón de sastre donde se metía toda la morralla por un lado y todo lo que pretendían colar de matute a tirios y troyanos, logrando evitar el debate. Y como unas por otras normas compensaba a unos y otros, pues, bueno, lo uno por lo otro, y adelante. La diferencia está en que ya no es lo uno por lo otro, sino ochenta y tantas por tres. En fin, la descompensación es notoria y clamorosa.
Lo que ha pasado ahora es que los listillos de la Moncloa han partido de la base de que como tienen una mayoría comprada, -recuerden la frase, “de que por siete votos, tienes el c… roto”-, pues ancha es Castilla. Y de ancha nada, porque hay socios que no están dispuestos a tumbar del todo al desgobierno, caso Junts, pero que están escocidos de que les prometan el oro y el moro, pero solo hay moro y de oro nada. Bueno, la verdad es, que nada de nada, porque si estudiamos con tranquilidad las tres cosas que la oposición considera como buenas, pues verán, tienen aristas que se dicen.
Como pensionista que soy, me preocupa, y mucho, la evolución del sistema de pensiones en este país. Lo cierto es que cuando en los años cuarenta del siglo pasado se crean los diferentes institutos que van a gestionar los temas sociales, se tuvo en cuenta el tema de quien cotiza y quien recibe. Podrán adscribirse a la Seguridad Social más técnica y específicamente Instituto Nacional de Previsión, aquellos trabajadores por cuenta ajena que debían para ello hacer unas cotizaciones dinerarias conjuntamente con sus patronos. En diversas fases, esas cotizaciones dieron lugar a las prestaciones sociales como la Sanidad, las Pensiones, el Paro, etc. No existía lucha política que llevase a los que viven de nosotros, y dicen representarnos, y, como no había que ganarse el voto demagógicamente, pues el sistema funcionaba y tenía futuro. A los hechos económicos sucedidos hasta los años setenta me remito.
Todo esto se fue a hacer gárgaras con la muerte de Franco, ese señor que dicen era tan malo, pero que creó el sistema de pensiones basado en tus pagas, tu recibes y punto. Y llega la democracia, y cómo hay que buscarse el puestecillo político, empezamos a jugar con un dinero que gente como yo empezó a cotizar al principio de los años setenta, que tenía unos derechos. Pero esos derechos son atropellados por ende de los votos a coger por lo politiquillos de vía estrecha que tenemos. Se van incluyendo otros colectivos en el sistema. Y el colmo es que gente que no ha cotizado ni un céntimo, ni ellos, ni sus padres, o esposo/esposa, tengan derecho a una pensión contributiva, lo que fuerza a pactos que, poco a poco, van metiendo todas las pensiones en el mismo saco y que van convirtiendo el sistema en piramidal, sin tener en cuenta para nada los derechos adquiridos de los que han pagado, empezando por limitaciones máximas de pensiones y equivalencias a la baja de cotización y pensión a recibir. No merece la pena cotizar mucho, porque te van a pagar un tope, y lo demás lo pierdes.
Lo anterior me lo podían discutir, con el tema de la solidaridad, pero “Solidaridad” es un sindicato polaco y esa excusa esgrimida por los “seudo-sindicalistas” de gambas y relojes caros, que no han dado palo al agua en su vida, pues como que no me vale. Ahora dirán ustedes, ¿qué tiene esto que ver a lo del ómnibus? Pues mucho. No sé si alguien se ha dado cuenta, pero con la subida de las pensiones se acompañaba el que había que pagarlas y, a eso se iba con 126.000 millones de deuda, subidas de determinados impuestos, subida de cotizaciones, que se van a llevar por delante empresas y puestos de trabajo, el IRPF como elemento recuperador, pues existen pensionistas que después de la subida cobran menos porque saltaban en la cotización del impuesto al ganar más, etc… En definitiva, «hecha la Ley, hecha la trampa». No sé si ha sido bueno o malo que el ómnibus haya ido a la papelera, tan solo de momento, porque a mí no me suben, pero a medio plazo, ¿qué va a pasar con todo lo que acompañaba a las mismas?. Y ahí lo dejo…
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